Me pregunto si en unos años se leerá Mataré a vuestros muertos pensando en su año de publicación, 2014,
en la situación catalana, y en el muy peculiar hecho, aparentemente inocente,
de que las víctimas de su libro pertenezcan todas a estratos no catalanistas.
Resumo la historia: el mal, que anida en los pasadizos y alcantarillas de la
ciudad condal desde hace siglos, y de vez en cuando despierta sediento de
sangre y vida, ha vuelto a asomarse, y se alimenta de aquellos pobres que se
aventuran por los callejones y pasadizos de las casas más viejas de la ciudad,
y sólo ratas, cucarachas, palomas y piedras saben de él. No distingue razas,
puede ser una fan dominicana del reggaetón, una estudiante de Erasmus, una niña
gitana… cualquiera de las posibilidades multiétnicas que Barcelona ofrece hoy a
su monstruo lovecraftiano. Pero, ¿simboliza algo el monstruo?
Donde el mal se esconde (foto de Albert Puntí)
Daniel Ausente es un fantástico
interpretador de la realidad que subyace bajo la subcultura pop. Defiende –creo
que con sentido- en su premiado blog que cuando una realidad (un país, una comunidad, lo
que sea) se expresa en términos no esperados por el stablishment, la
subcultura en general ya lo ha adelantado con las lecturas digresivas propias
del underground y en un lenguaje que las masas asumen. Espero por ello que me
permita esta interpretación que se abría camino en mí como un gusano
inquietante mientras devoraba las páginas de esta pequeña pieza maestra en
ritmo e intenciones.
Mataré a vuestros
muertos asume con gozo los modos de la novela de serie B y realiza un crossover tan inesperado como placentero
entre, como dice su contraportada, Perros
Callejeros y el universo de Lovecraft. A esto hay que sumarle el retrato de
ciudad, ya presente en su primera obra de tipo autobiográfico, Mentiré si es necesario, aportando para
ello elementos históricos que Ausente utiliza en forma de epístolas que recuerdan las visitas de Heinrich Himmler o Buffalo Bill, por ejemplo, a la
ciudad. Estructurado en ágiles pequeños capítulos sin un personaje central
–salvo la ciudad-, que presenta no sólo a las víctimas sino su entorno social,
generalmente degradado, usa un costumbrismo desbordante de humor que nunca
llega a la condescendencia, con una mirada mucho más cariñosa que cruel, para
avanzar en la resolución con las pinceladas de presentación del héroe, los
orígenes del nuevo aparecer del mal, y una segura devoción romántica por lo
insano, pútrido e innombrable.
No soy yo lector de relatos de monstruosidades y
evisceraciones. Me suele molestar su apelación adormecedora a lo primario y su
aire de producción en cadena para el consumo literario. Entre lo más
interesante de Mataré a vuestros muertos
está el equilibrio en la ejecución sin complejos de ese modelo narrativo, en un
ejercicio que posiblemente está más admitido incluso por determinada crítica en
cómic o cine que en literatura, que ni carga su metáfora con subrayados que le
sacarían del género ni se encierra en éste como si su cadena de acción no fuera
consciente que en realidad disecciona la ciudad en su falsa modernidad, como si de un
Mendoza en su laberinto se tratara.
Daniel Ausente, en la foto personal de su blog, preparado para luchar contra el monstruo (es decir, justo antes de llevar a los niños al colegio)
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