La divulgación científica que practica Mary Roach es
bizarra: estudia problemas naturales que habitualmente no son objeto de la
ciencia, y, aplicando el método científico, o estudiando a quien lo hace,
obtiene y publica sus resultados. Su aproximación es más seria que su tono,
claramente desenfadado y desmitificador. De ese modo se ha hecho con un público
con libros que hablan de cadáveres (Fiambres.
La fascinante vida de los cadáveres), o de las tripas (Glup. Aventuras en
el canal alimentario). También tiene un libro sobre sexo (Entrepiernas.
La extraordinaria cópula de ciencia y sexo), presumiblemente de mayor
éxito, y el que nos ocupa en esta entrada, En
busca del alma perdida. La ciencia ante el más allá, en que el objeto de
estudio es el alma, sus manifestaciones, conexiones y/o reencarnaciones tras la
muerte del cuerpo, y, específicamente, los estudios científicos –o no tanto-
realizados sobre todo ello.
No es del todo cierto que este no sea un tema tratado por la
ciencia, porque científicos incluso de renombre han estudiado temas esotéricos
con toda su capacidad. Es comprensible: a principios por ejemplo del siglo XX,
se veía asombroso que pudieran verse los huesos de una mano, y, sin una
explicación científica claramente comunicada y reconocida, ¿por qué no iba a ser
creíble un fenómeno por ejemplo parapsicológico? Mary Roach estudia las manifestaciones más conocidas de la
vida después de la vida: reencarnación, médiums, psicofonías, apariciones, los
estudios con enfermos clínicamente muertos. También hechos relacionados, como
los experimentos que intentan determinar el peso del alma. En todos los casos busca
científicos que aún continúan con estudios de este tipo, o historiadores del
tema, pregunta con buscada inocencia, se deja cuando es posible someterse ella
misma a experimentos… El texto es un anecdotario divertidísimo, que usa la
propia torpeza social de la autora como mecanismo de humor, y que gusta de
subrayar las obvias paradojas del tema bajo estudio.
Sean Penn en 21 gramos. Roach estudia el
trabajo de los científicos que pretendieron demostrar que éste era el peso del
alma. El éxito fue más publicitario que científico.
No obstante, puede por todo ello parecer algo superficial
por momentos. Es un libro disfrutable que a veces me parece un tanto
desperdicio de talento. Así como la aproximación y el tono están muy
conseguidos, el tema bajo estudio se desmonta, en su parte científica, tan
fácilmente, que no encuentro tensión verdadera en cada capítulo, que siempre se
afronta con más minuciosidad histórica y hasta cierto punto humana o emocional que intelectual; al final,
puede resultar algo repetitivo. Pero, no obstante, como lector, y siendo el
tema de estudio aparentemente tan importante en el resultado, mi interés por
sus otros libros persiste. Habrá que leer.
Gracias mil por el préstamo al Lector Constante. ¡Usted es formidable!
Mary
Roach, por Ed Rachles (vía)
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