Karoo es una novela de 1998 (de producción anterior, pues su
autor murió en 1996), que ha sido traducida al castellano en 2013 y que no
conoció distribución internacional en su día a pesar de las críticas excelentes
que recibió.
Se trata de un libro mimetizable
en una corriente novelística anglosajona que retrata personajes maduros, casi
siempre profesionales de éxito, en pleno desconcierto familiar, cuyos altibajos
vitales son el punto de partida para una radiografía postcínica de la modernidad,
con uso de ironía y un reflejo de la psicología en fuga de lo masculino del
mundo actual. Casi invariablemente aparece una mujer joven y determinada forma
de folletín. Sin ser lector exhuastivo de novela de este tipo, no es difícil
dar ejemplos de este mismo blog: Solar,
de Ian McEwan; Diario de un mal año,
de J.M. Coetzee, El legado de Humboldt,
de Saul Bellow. Y si pensamos en vacas sagradas como Updike o Roth
encontraremos más y más ejemplos. Cmo puede verse, casi todos estos autores juegan,
o han jugado, en primera división.
No desprecio el subgénero, que
tiene variantes maravillosas (pensemos por ejemplo en Richard Ford), pero
jugar en terreno tan trillado y pelín ególatra de escritor maduro y
autoproclamado persona-de-interés-general tiene peligros. Steve Tesich murió joven
(53 años), y su protagonista (Saul Karoo) es un prototipo: separado de su
mujer, con un hijo adoptado con quien no quiere relacionarse, es un escritor de
guiones de cine para las grandes productoras de Hollywood, que le llaman para
modificar guiones que piensan que no funcionarán, o para reeditar películas ya
terminadas. Afectado por la imposibilidad de emborracharse a pesar de beber
como un cosaco, y plenamente consciente de lo canallesco hacia la profesión
artística de su particular trabajo, Karoo pasa la vida en egoísmo continuo
sumado a las perplejidades de su edad y trabajo. Hasta que su productor preferido le encarga reeditar la última
película de un viejo maestro moribundo para que la reedite. El vídeo le trae
dos revelaciones: saber que tendrá que destrozar una obra maestra, y descubrir
en la cinta un personaje inesperado de su pasado.
La novela sale entonces del
círculo de la ciudad de Nueva York en que se desenvolvía con naturalidad y se convierte en una peripecia que busca razón de ser en la evolución del
personaje, pero alargando sus circunstancias de manera obvia hasta terminar en
un incomprensible capítulo de mitología griega más aburrido que marciano (que
lo es bastante). De la cierta precisión humorística del principio, con sus
apreciaciones sociales del NYC snob de los noventa, se pasa a un desconcierto
de personajes y situaciones, y a la aparición de subrayados (como explicitar
que Karoo es consciente de hacer con la vida de los demás lo que hace con los
guiones de los demás) que le restan claros logros al libro. Tal vez este
volumen publicado póstumamente fue poco trabajado por su autor en su tercera
parte, y hubiese necesitado más tiempo para reeditarlo y conseguir el buen
libro que anuncia su inicio y que se encuentra agazapado. O, más irónicamente, tal vez hubiera necesitado un reescritor que le echara un ojo al texto y cambiara todo aquello que no funciona...
Steve Tesich (fotografiado por Dejan Stojanovic, vía)
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