19 de junio de 2013

El final del escritor

(reseña previamente publicada en la revista cultural Factor Crítico)


Mario Bellatín tiene un indudable talento para los títulos. No puedo sino caer en la tentación de empezar esta reseña con los títulos de las dos narraciones cortas que componen este libro: En las playas de Montauk las moscas suelen crecer más de la cuenta, y En el ropero del señor Bernard falta el traje que más detesta. Bellatín es un ya no tan joven (1960) autor de la literatura hispanoamericana, formado a caballo entre México y Perú, y que es reconocido como un autor de literatura experimental. Ya saben que esto suele querer decir difícil o críptica... En los dos relatos de Gallinas de madera esto queda claro: mientras Montauk es un relato de párrafos muy cortos –a menudo sólo una frase de una línea- que narra una experiencia literaria lisérgica, Bernard no tiene ni un punto y aparte salvo el final. Ambos hablan de literatura, o mejor, de autores literarios cuyo final interesa y afecta a Bellatín.

Bohumil Hrabal (vía)

Montauk narra una crónica del final de Bohumil Hrabal, el autor de Trenes rigurosamente vigilados y Yo serví al rey de Inglaterra (fíjense en el uso de títulos discursivos). Lo hace desde Berlín, tras haber tomado el narrador un ácido que sospecha que no le hace efecto, y mientras imagina un mundo de aves de rapiña dueñas de un esclavo que cuida los perros que les gusta atacar, y ve unas moscas que van creciendo de tamaño posadas sobre sus manos... No se sabe con exactitud si la muerte de Hrabal fue un suicidio o un accidente, pero Bellatín acaba identificándose con el escritor checo en un delirio lisérgico que, más que una experiencia hedonista, le devuelve la realidad mental de Hrabal como un espejo de su personalidad escritora, aunque sean las aves de rapiña las que acaben internadas y reciban electroshocks.

Alain Robbe-Grillet (vía)

Según las reseñas (yo no lo habría adivinado), el señor Bernard del segundo relato es Alain Robbe-Grillet, el principal miembro de la Nouveau Roman francesa; Bellatín conoció a Robbe-Grillet al final de la vida de éste, y el relato cuenta ese encuentro extraño que el narrador (el propio Bellatín) considera como ejemplo para todo tipo de decisiones. Entre esta admiración con un punto de acomplejamiento y una ironía hacia lo literario (el movimiento Nouveau Roman es bautizado como Movimiento Literario Sumamente Innovador), Bellatín desarrolla un texto en un largo párrafo que envuelve circularmente la escasa acción en un trasunto de la propia literatura minuciosamente descriptiva (y cansina) de los autores de la Nouevau Roman, mediante una mirada intelectual que se distancia demasiado de la identificación emocional con el señor Bernard, que termina su vida alejado de su propia carrera literaria.

Sí, Bellatín es un autor experimental, que fabrica imágenes potentes, y capaz de crear una atmósfera envolvente en cada relato. Es difícil juzgar hasta dónde llega la clave que los dos relatos esconden, porque están sembrados de referencias que se suman a la exigencia de una inagotable narración en círculo, que desvela todo al principio y que no tiene un claro inicio ni final. A un lector convencional le molestarán la narración entrecortada y aforística de Montauk, y la continuada y agotadora de Bernard, ambas lejanamente relacionadas con la obra de los dos escritores en que Bellatín se mira al afrontar su madurez. Pero hay un interesante punto perturbador en este díptico, dado por el homenaje literario, la identificación con personajes moribundos, y la fisicidad de alucinaciones y descripciones, que es independiente de la excusa literaria. No obstante, también es apreciable que las narraciones sean breves, lo suficiente al menos para no vaciar definitivamente al lector, y no acabar pensando en cómo un intelecto privilegiado se impone a cualquier atisbo de ternura.

Mario Bellatín (vía)





2 comentarios:

  1. Descontextualizando lo de que “sean las aves de rapiña las que acaben internadas y reciban electroshocks” me ha parecido de lo más sugerente.

    Sin leerlo diría que me quedo con la narración entrecortada antes que con los largos párrafos, que me resultan agotadores. ¿El intelecto imponiéndose a cualquier atisbo de ternura? Tú análisis del último párrafo asusta un poco.

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  2. Igual soy algo injusto con Bellatín, pero es la sensación que me dejó. como si alguien muy brillante no fuese capaz de rubricar la parte emocional de su historia...

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