La lectura de Relámpagos me empujó finalmente a leer la biografía de Nikola Tesla que tenía hacía tiempo
en la estantería. Aunque yo creía que se trataba de un libro reciente, resultó
que lo es sólo su publicación traducida en España en 2009, ya que se trata de
una obra publicada originalmente por Margaret Cheney en 1981. El dato es
importante, dado que una buena parte del mito de Tesla se debe a que dejó
predicciones sobre el uso de inventos que con el tiempo y el desarrollo
tecnológico se van revelando como posibles.
Nikola Tesla. El
genio al que robaron la luz es un libro bien documentado y en general bien
narrado. La autora participa activamente del entusiasmo por la figura de Tesla,
y recoge su posición individual en el mundo industrial en continuos desarrollo
y crisis que le tocó vivir, además de simpatizar con un inventos visionario
pero vilipendiado, y probadamente robado tanto económica como intelectualmente,
y que resulta fascinante también por un legado de inventos que la historia era
aún joven para entender, apoyar, no digamos financiar.
Nikola Tesla y la bombilla sin hilos (vía)
Pero, por otro lado, creo que este es un libro frustrado,
incompleto (además de mal traducido), o bien con un reto excesivo, además de
falto de una cronología clara. Tesla es una figura intermedia entre ciencia y
tecnología, adelantado en parte al impresionante grupo de físicos y químicos dela primera mitad del siglo XX –al que proporcionó elementos básicos para su investigación- pero falto por
otro lado de su método y su profundidad teórica. Su necesidad de inventar y
patentar en un entorno industrial, y su teatral gusto por las presentaciones
mediáticas espectaculares le acercan a una figura mágica, un druida de la
electricidad, el último alquimista. Esta contradicción, sólo apuntada, requería
un mayor trabajo. Sólo se entendería mordiendo sin miedo la parte de la
biografía que Cheney deja en descripciones básicas: la de su maquinaria, la de
los fundamentos de su ciencia. No existen esquemas, diseños, una visión
histórica de sus cambios con el tiempo, una pasión real por el invento y la
tecnología que lo respalda. Es decir, a pesar de la existencia de parte de esta
ciencia dentro del texto escrito, en realidad la autora no entra a explicar por
qué pensar en esa tecnología llenaba a diario la vida de Tesla. No entender
esta pasión aleja al libro de logros debidos.
Interiorizar en la ciencia de Tesla parece que es un punto
clave que nadie acaba de abordar para hacer el salto entre el genio de la
corriente alterna y el loco que cuida palomas enfermas en la habitación de su
hotel. Echenoz lo suplía, en una novela, con un acercamiento psicológico a un
personaje. Una biografía de Tesla exigía más. También un post mortem, que
incluyera desde su influencia en la ciencia hasta su peso en la subcultura pop,
pasando por las lecciones dejadas a los modelos de negocio. ¿Cómo resistirse a
no ver por ejemplo en la relación con características industriales de
producción, negocio e innovación pionera de Edison y Tesla en el comienzo de la
electricidad un espejo de los avatares entre Bill Gates y Steve Jobs de hace
treinta años, cuando la informática empezaba su industrialización?
Margaret Cheney (vía)
Que buena reseña Goio! Igual esas carencias están esperando por ti :)
ResponderEliminarDesde luego tanto la pasión interna como esas lecciones a modelos de negocio parecen dos claves importantes para ese avance que tanto necesitamos y lleva a preguntarse cuantas personas con capacidad e intención están quedando solapadas y aplastadas por el ruido y la mediocridad. Me suena a manejo de la carga cognitiva y manejo de las excepciones.
“la autora no entra a explicar por qué pensar en esa tecnología llenaba a diario la vida de Tesla” Probablemente ni se lo ha planteado…
Muchas gracias, Isabel! No creo que yo me meta en semejantes berenjenales, aunque, je, podría tener su interés el intentarlo. Y sí, las lecciones del pasado están ahí, y muchas de ellas no las queremos leer...
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