Más de treinta años después de traer de vuelta a España a suemigrante Lorenzo,
Delibes escribió el Diario de un
jubilado, que cerraba la trilogía biográfica, y que, publicado en 1995, se
inscribe entre las novelas de madurez que Delibes escribió sobre la tercera
edad (como Señora de rojo sobre fondo gris,
1991, o Cartas de amor de un sexagenario
voluptuoso, 1983). Tal vez en este contexto podemos entender el interés de
Delibes por repasar y finiquitar a su criatura, que le ofrecía la posibilidad de
dar una visión metodológicamente cercana de los dos anteriores diarios (Lorenzo
y su vida como reflejo del entorno, que en última instancia era el país), y de
narrar sus obsesiones del momento.
Creo que es la primera vez que veo escrito en una novela el
término sursuncorda ,
y hacía mucho que estos ojos no veían bóbilis,
bóbilis escrito en un libro. Son el ejemplo simple de que Delibes escribe
no sólo con la debida libertad, sino con la (que llamé en las anterioresentradas sobre sus diarios)
recuperación de un lenguaje castellano olvidado, el de la Castilla La Vieja tan rural y pobre en dineros como rica en palabras. Lorenzo sigue
expresándose igual, y Delibes lo recoge con la maestría de la complicada
simplicidad que se extiende a toda su obra.
Lorenzo ha decidido jubilarse anticipadamente, y para
combatir el tedio y ganar un dinerillo extra, entra al servicio de un viejo
poeta de la ciudad al que ayuda a dar sus paseos matinales. Se reúne con
algunos antiguos compadres, observa los tiempos (su hijo derrochador, su hija
liberada, su mujer enganchada al bingo y a los concursos de la tele) y acaba
involucrado en un episodio oscuro de extorsión y prostitución. La mirada de Delibes presenta desazón ante los
tiempos, que tanto su personaje como él mismo ven cambiados, aunque queden
vestigios de un pasado anterior, como muestra el anacrónico personaje del anciano
poeta. En esta peculiar relación se encuentran los mejores momentos del diario, en su descripción sensorial de los impedimentos y anhelos de un poeta
reprimido que vive en un mundo marchito del que no quiere desgajarse por nada.
Suena testamentario, claro.
Delibes cierra con un ciclo su trilogía, pues los finales
del primer y tercer diarios son formalmente muy similares en su desarrollo, y en
su abrupta llegada. Una llegada que indica que el diario podría seguir aunque
ya nunca lo haría, o que la vida, a pesar de los cambios exteriores, tiene
ciclos que siempre cumple y ante los que el hombre debe ceder su voluntad. Un pensamiento
que se antoja coherente con la mirada a la naturaleza que siempre rindió Miguel
Delibes.
Miguel Delibes (vía)
Supongo que la mirada de desazón la compartimos muchos, más allá de que la edad imponga criterios y miradas propias. Pero en el caso de Delibes, siempre me dio la impresión de que sus ciclos no vienen marcados por el exterior. Estoy de acuerdo contigo es como si todo en él fuera naturaleza. Quizá por eso siempre me ha dado una cierta pereza entrar en sus ritmos pero siempre que lo he hecho me ha gustada sentirme atrapada… temporalmente.
ResponderEliminarDelibes tiene una gran capacidad para eso, para que lectores que nos acercamos escépticos a su obra porque por temática o ambientación no nos llaman, sin embargo nos veamos atrapados yo creo que por lo llano del lenguaje y exposición. Eso nos suena fresco, honesto, perteneciente a valores (no sé si es el mejor palabro...) que cada vez reconocemos menos, pero que sin embargo notamos parte de nuestra cultura.
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