Ustedes perdonen el juego de palabras, pero la tentación al
comentar Sunset Park era grande. El
penúltimo libro de Paul Auster está ambientado en los EE.UU. de 2008/2009 y,
específicamente, en las crisis financiera e inmobiliaria, que mostraban ya la
voracidad que ahora nos está engullendo. Ya he hablado aquí de Auster y no creo que deje de hacerlo mientras publique libros nuevos. Aunque conozco
casi toda su obra de ficción y aunque sus últimas novelas me parecen
invariablemente menos brillantes que las que me enamoraron de él, siempre
disfruto con él, leo sus libros en un santiamén, y soy capaz de obviar sus errores.
Sunset Park es una zona de Brooklyn en la que se ambienta la novela (foto de Hiroko Masuike para The New York Times)
Sunset Park
relata la vida de Miles Heller, neoyorkino huido de Nueva York y que debe
volver a la ciudad después de recibir amenazas por parte de la familia de su
novia, una menor de origen hispano. Miles es un chico brillante de 28 años, con
un incidente familiar desgraciado en su pasado, que siete años atrás abandonó a
sus padres sin dar señales de vida y que ahora, tras muchos avatares y
convencido de su amor por una muchacha inteligente y segura, siente el vacío
del tiempo perdido. Vacío subrayado por su trabajo en Florida, evaluar las
casas abandonadas tras los desahucios obligados por la crisis de las subprime,
y por la respuesta que un amigo de Nueva York le propone, ocupar una casa en
Sunset Park con dos amigas más hasta que la policía les desahucie. Y hacerlo
por ahorro, por convicción, y por lucha.
Mientras Miles okupa una casa en Brooklyn, su padre es un editor de prestigio en Manhattan. Por ello esta foto encerrando el sueño de Manhattan en una valla desde Brooklyn parece tan adecuada. Procede de mi fotógrafo de referencia en NYC, soyignatius.
Una de las cosas que Auster ha perdido con el tiempo es
frescura y potencia en sus metáforas artísticas. En Sunset Park recupera algo en varios de sus mejores momentos, a
través del personaje del padre de Miles, Morris Heller, editor de libros, y de
las menciones cinéfilas (obvias, pero con un momento de lucidez que niega que Auster se haya vuelto tontamente tontosentimental con el cine clásico) a Los mejores años de nuestras vidas, la película de William Wyler sobre los problemas de
los veteranos de la II Guerra Mundial al regresar a casa. Pero Miles también hace
fotos de los objetos que debe evaluar en las liquidaciones en que trabaja, una
expresión estupenda, proustiana casi, de un tiempo de opulencia ya olvidado y
ahora doloroso. Antes, Auster ambientaba su pesimismo en la Gran Depresión o en
la postguerra, o en la desolación de una vida contemporánea azarosa de destino
incontrolable. Ahora, su madurez que parece hacerle respirar su cercana muerte
y la crisis en el paraíso del primer mundo le permiten muy bien ser por fin
novelista de su tiempo, siguiendo los pasos a una novelística, la
norteamericana, a la que la prevalencia de la crisis pudiera incluso hacerle
borrar el 11S del impulso literario y narrativo que estaba alcanzando.
Sunset Park es
una novela que no aporta demasiadas novedades al universo austeriano. Se puede
ver una agradable mayor ironía metafórica en los acontecimientos, y la continuación de la
mezcla de universos jóvenes y adultos, en el que pareciera que el concepto de
herencia moral preocupara al autor. No olvidar antiguas maneras de resistir (o
de editar libros) como forma de labrarse un mundo mejor. Tal vez hace años esto
habría sonado más sentimental, más idealista, tal vez algo tontaina. Pero ahora…
Paul Auster fotografiado por David Shankbone para Wikipedia.
También me considero un lector de Auster aunque me haya saltado muchas de las últimas obras...hasta leerme "El diario de invierno", con el cual una vez más no he podido evitar las identificaciones a las que sucumbo con ese autor.
ResponderEliminarMe gusta lo que dices de esa novela, con sus más y sus menos, así que la incluiré entre mis lecturas de verano. Ya va siendo hora de que madure pero tampoco he de pasarme... ;))
Un abrazo,
Pues no conseguiré quitarme esa espina, Auster se me atraganta, no puedo con ese pesimismo recalcitrante que inunda la mirada general y cada detalle en particular.
ResponderEliminarY conste que lo acepto como una percepción personal, y que seguramente, una vez instalado el chip en mi mente no soy capaz de librarme de él, pero es lo que hay.
Sigo teniendo dos libros con marcadores por la mitad porque aún me resisto a clausurar el reto, pero no se yo. :(
Diario de invierno, Manel, ya la tengo leída y la comentaré en próximas entradas. Te entiendo bien, porque me ha parecido lo mejor de él en muchos años. Así que creo que tendremos un espacio para la coincidencia!
ResponderEliminarAuster es un pesimista, sí, aunque no el superior. Entre sus coetáneos de su nivel deberías evitar a Coetzee, que alcanza ya una mirada negra sobre el mundo que ni te cuento. Pero en fin, tampoco creo que Auster guste por su desazón en la mirada, no es que nos hayamos vuelto todos nihilistas de repente. A mí me fascinaron sus historias de juventud por su construcción y por sus lecturas múltiples (cosas que conserva), y no recuerdo tanta negrura como ahora, también sus personajes eran más jóvenes, él era más joven y supongo que gustaba de verse con un futuro. Es más, ya que estamos, puedes intentar si no lo has hecho ver Smoke, la (estupenda) peli de Wayne Wang con Harvey Keitel y guión de Auster, para hacerte una idea de la línea peculiar en la que se movía Auster. En su día me resultó incluso refrescante, a pesar de que encierre historias con buena dosis de drama.
ResponderEliminarVi Smoke hace muuuucho tiempo y me había guatado mucho ;)
EliminarLo que me molesta no es el drama de la historia que se cuente, sino esa forma como un poco obsesiva de no apartar la mirada. Pero Goio, ya me conoces, no quiero ver la realidad que no me gusta más allá de lo imprescindible para empujarla.