(reseña previamente publicada en la Revista Cultural Factor Crítico)
Oficialmente, la Segunda Guerra Mundial (IIGM) empieza en
1939 y termina en 1945. La tesis principal de este libro es que la capitulación
nazi del mes de mayo de 1945 fue un capítulo esencial de un conflicto que
permaneció en Europa con gran intensidad al menos cinco años más. El autor
señala que hay lugares en los que, hasta que no se recuperó la independencia en
la década de los noventa, no consideran que el conflicto histórico del que la
IIGM fue el episodio más violento estuviera terminado. Los países bálticos son
un ejemplo.
Keith Lowe es un joven historiador británico que, heredero
de una larga tradición, siente pasión por la historia europea de la primera
mitad del siglo XX. Su esfuerzo en Continente
Salvaje. Europa después de la Segunda Guerra Mundial es encomiable: resumir
en 400 páginas el paisaje europeo tras el final de la IIGM, un periodo en que
los consensos históricos se reducen cuando se comparan con los lugares comunes
de la lucha contra los nazis, pero en el que el continente devastado repitió en
varios lugares pautas de actuación política y comportamiento social que
definieron de manera decisiva la historia de los países implicados durante las
siguientes décadas, con más influencia incluso que los mismísimos años de la
guerra en sí.
Berlín, 1945. La destrucción física era sólo la destrucción más visible
(vía)
El libro se estructura en cuatro partes (cuyos títulos ya
asustan: El legado de la guerra, Venganza, Limpieza étnica, y Guerra
Civil), y, personalmente, me han gustado más las dos primeras, porque la
mirada del autor se centra más claramente en el drama colectivo, general y
comparable de la situación del continente tras la guerra, que es posiblemente
el mayor valor del libro (mostrar cómo incluso en la barbarie todos los países
de Europa se parecen). La tercera y cuarta partes, aunque no pierden de vista
al conjunto del continente, resumen los casos particulares. Para un lego en la
materia lo consiguen de manera impecable en lo narrativo y en lo objetivo de la
visión ética: si comparamos el trato diferente que da el autor a los comunistas
en Grecia o Rumanía encontramos un ejemplo, pero salir airoso de la limpieza
étnica entre polacos y ucranianos manejando el orden y el tiempo en que se
describen las matanzas étnicas entre ambos pueblos tras el fin de la guerra es
una jugada literaria de nivel. Sin embargo, en ocasiones da la sensación de que
cada uno de esos episodios necesita de un libro en sí mismo, entre los cuales
el caso yugoslavo es el más relevante. Muchos libros que sin duda están en
mente de Lowe (hace cinco años ya publicó un libro sobre los bombardeos de
Hamburgo), que se ve obligado a resumir con el objeto de lograr con éxito
llegar al público.
Para este libro llegar al público es esencial. Esos años
olvidados, aunque lo fueron con un objetivo tan encomiable como manipulador,
son clarificadores en la búsqueda de claves históricas. Por supuesto, el caudal
de información es enorme, pero se canaliza con sentido narrativo, los mapas son
suficientes y claros, y las numerosas referencias bibliográficas no molestan.
Sortea las guerras de cifras, sabe combinar testimonio personal con político ala manera de Antony Beevor (aunque sin el prurito dramático de éste, más
centrado en lo bélico), y se aprenden hechos espeluznantes. Un acierto sobre
todo al principio del libro es el continuado cambio de escenario: de Grecia
(hambruna y guerra civil) a Noruega (persecución de los hijos de alemanes), de
Saló (triple guerra en el norte de Italia) a Bucarest (desmantelamiento de una
democracia por el estalinismo), de Vichy (ajustes de cuentas a las mujeres
francesas que mantuvieron relaciones con los invasores) a Vilnius (guerrilla
que combatió al Ejército Rojo hasta los años cincuenta), de Varsovia (cuatro
limpiezas étnicas tras la guerra hasta dejar un país étnicamente puro como
quería Hitler) a Zagreb (sucesivos ajustes de cuentas entre ustachas, chetniks y
partisanos), y, por supuesto, Alemania y sus múltiples tipos de prisioneros,
desplazados, refugiados y venganzas… En todos estos escenarios el autor imprime
un personal carácter constructivo en su búsqueda del entendimiento del horror
tras el horror. Esa sería la única ideología del libro, y el objetivo de su uso
de la verdad.
Guárdense pues, amigos, del final de las batallas. La
lección es que en la IIGM, las balas perdidas del mayor espanto conocido y
documentado por la humanidad mataron más que muchas guerras. Yo no creo que
olvide varios de los episodios de este libro hipnótico en mucho tiempo.
Keith Lowe también es novelista (vía)
Que bien que hayas traído aquí la reseña porque cuando compartiste la original había pensado que merecía una segunda lectura. ¡Vaya densidad de información en breve especio!
ResponderEliminarSi el objetivo del autor fue resumir para que llegue al máximo de público, y lo hace con tal maestría en todos los sentidos, me parece un éxito total. Sobre todo teniendo en cuenta que tú no le pones pegas.
Sí, es un triunfo de libro, no me cabe duda. Pero una lectura dura, eh... Bueno, dura no por cómo avanza, que es fluido y todo eso, sino porque los sapos que hay que tragar en la lectura son... bueno, ríete tú del gore, vaya!
ResponderEliminar