La polis literaria
es un libro de magnífico título, que se acompaña de un subtítulo explicativo: El boom, la Revolución y otras polémicas de
la Guerra Fría, que centra mucho más el tema. La polis literaria, con su metafórica alusión a la polis como lugar
de encuentro y diálogo, es fundamentalmente la historia de un desencanto: el de
la gran mayoría de los escritores del boom latinoamericano
con la deriva autoritaria de la Revolución Cubana, a la que mayoritariamente
apoyaron en un principio, y de la que fueron desligándose paulatinamente, sobre
todo tras el apoyo de Cuba a la invasión de Checoslovaquia en 1968, y,
especialmente, tras la detención del poeta Heberto Padilla, el
ostracismo al que fue sometido José Lezama Lima, y los exilios de Guillermo
Cabrera Infante y Severo Sarduy. Este proceso fue diferente y matizado para
cada una de las grandes figuras del boom. El libro, en cualquier caso, es una
muestra del relevante peso que la política latinoamericana en general, y el
proceso revolucionario cubano de manera específica y central, tuvo en la
posición literaria y en la postura pública de hombres como Octavio Paz, Carlos
Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, o Julio Cortázar.
Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, 2008 (vía)
Rafael Rojas estructura el libro basándose en cada una de
estas personalidades fascinantes, en lugar de hacerlo siguiendo una cronología
de hechos. Ello hace que algunos hechos concretos se repitan en varios
capítulos pero que la visión sea la de cada autor, y cada uno ofrece el
suficiente interés significativo y distintivo. El viraje al liberalismo de Octavio
Paz y Mario Vargas Llosa, uno desde la idealización del concepto de Revolución
como exorcismo y catarsis nacido en el papel de la Revolución
Mexicana, y otro desde su juvenil ideología marxista, o los lábiles
desligamientos justificados por Cortázar o García Márquez, abrumado uno por las
críticas recibidas por su vida en París o su barroquismo poco revolucionario, y
refugiado otro en su idea de la estirpe autoritaria encarnada casi
genéticamente en las dictaduras latinoamericanas de manera determinista e
inevitable (además de en su amistad con Fidel Castro), para no romper con el
régimen a pesar de su horror por las purgas culturales… Los cinco primeros
capítulos se dedican a estos cinco autores mencionados, muestran sus
derivaciones intelectuales alrededor de la Revolución, pero también el acoso
del poder que ésta acumuló y que sufrieron en el boom. Son cinco brillantes
muestras de crítica literaria mezclada con evolución de pensamiento político y
apuntes biográficos que recuerdan de continuo, para quien haya sido lector de
estos autores, el caudal enorme de talento que fluye por sus libros. La tesis
de La polis literaria es, por tanto,
esta centralidad que desde Cuba se pretendía tener del boom y que el autor
asume en su consecuencia final: por un lado fue Cuba, fue la Revolución, la que
dio entidad al boom, y fue también Cuba, con su deriva dictatorial (o
burocrática, como el eufemismo que empleaban con frecuencia), la que lo rompió.
Sin olvidar el impacto, poco reconocido en la élite cultural revolucionaria
cubana, de la victoria de Salvador Allende en Chile, primero, y de Mitterrand y
González en Francia y España después, como muestra de que un socialismo
reformista podía llegar al poder y mantenerse durante años en su labor con
victorias democráticas, sin armas y sin represión.
Octavio Paz y Mario Vargas Llosa (vía)
Rojas dedica un capítulo necesario al subgénero de la novela
de dictadores (es clarividente cómo recoge el paso del estilo barroco
justificativo como defensa laxa del dictador letrado, culto, o, al menos,
plenamente identificado con el cuerpo de la nación, al realismo dramático con
que Vargas Llosa prácticamente finiquita estas veleidades en La fiesta del Chivo), hace un viaje a
Chile –que se aparenta algo menor- con Donoso y Edwards, y finalmente dedica
tres capítulos a los tres represaliados cubanos de la Revolución arriba
mencionados (Lezama Lima, Cabrera Infante y Sarduy) con los que completa un
espectro amplio de diferentes actitudes vitales de los escritores cubanos.
Rojas admira sin disimulo a Lezama Lima y su Paradiso despreciado por la Revolución, cuyo ídolo literario
nacional era el (excelente, por otro lado) Alejo Carpentier.
Julio Cortázar y José Lezama Lima, 1968 (vía)
La polis literaria
encierra muchas claves de interés sobre cada autor y sus reflexiones sobre la
Revolución en un sentido general, sobre su sentido, origen, conclusiones y
derivas, con el caso latinoamericano como foco, que en los años sesenta y
setenta fue amenazado de facto por la Guerra Fría alentada por dos países cuyos
estados habían nacido precisamente de sendas revoluciones que ahora habían
pervertido sus ideales de partida. Encierra también un ensayo literario, una
lectura política de la acción cultural de autores comprometidos a un nivel
supranacional de gran intensidad con su propio continente como unidad de
reflexión política. Está además excelentemente escrito, con un lenguaje rico y
con una exposición sencilla de las implicaciones políticas en lo literario y
viceversa. Hay elementos especialmente llamativos que probablemente ahora el
tiempo permite encajar: el interés político por apropiarse del favor del genio
intelectual (ahora parece impensable, el genio intelectual en general es
despreciado por los gestores políticos), la importancia de los padrinazgos de
las revistas literarias principales del continente y lo que suponían
políticamente como modo de diálogo a distancia o al negarse interesadamente a la
publicación en las mismas de las contribuciones de determinados autores, y la
capacidad continuada y mantenida en autores de varios países para la metáfora
política en su obra artística. Finalmente, por supuesto, está el placer del
recuerdo de tantas obras del boom leídas. No todas, obviamente, y por ello el
libro es también una fuente de ideas de lectura a aprovechar adecuadamente.
¿Algo más placentero que un libro bueno que llame a la lectura de otros libros
buenos?
Rafael Rojas (vía)
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