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22 de abril de 2023

Karamu, Fiesta, Forever

 


Jolgorio es el tercer libro que leo de Brecht Evens y, al igual que los dos anteriores, me ha parecido impresionante. Se parece bastante en tema y personajes a Un lugar equivocado (del que parece una muy afortunada ampliación), y el estilo es similar al de este libro y al de Pantera, lleno de recursos narrativos usando el color, la expresividad de la acuarela, la libertad de encuadre, y, posiblemente como mayor variación en Jolgorio, la rotulación, que no estaba tan rotundamente integrado en el dibujo en las obras anteriores.


Jolgorio cuenta tres historias que suceden durante una noche de juerga en una ciudad europea innominada. Suceden de manera paralela, con algún entrecruzamiento menor entre ellas, y, aunque el personaje de una de ellas (el conocido como barón Samedi, de nombre real Rufo) puede considerarse protagonista al estar insuflado de una mayor fascinación visual y temática, las tres contribuyen a la peculiar descripción que Evens realiza del estado alterado de la conciencia con la que parece ver la noche, una especie de convulsión sinestésica de cuerpos y mentes, pasiones y necesidades, profundamente rica en sensaciones, amalgamada en capas de significado, y con un aliento vital lisérgico entre lo místico y lo patético.


Rufo, el barón Samedi, tiene veintisiete años y parece que ya ha visto todo en la noche. No tiene buen ánimo hoy; prácticamente sólo ha salido para hablar con una amiga. Pero en el baño del pub restaurante en cuyas mesas cenan los tres protagonistas, y que sirve de origen casi maternal de la noche, entra en contacto (literalmente) con una droga que rompe (o altera) su diseño de personaje hasta entonces, y enloquece su devenir de esa noche. Por supuesto, esa droga, aunque sucede narrativamente de modo convencional, es también una excusa para él y para el libro, tan mutante como su propio personaje. El barón Samedi es el protagonista de algunos de los momentos visuales más estéticos del libro. Su baño en el océano, su contemplación 'a lo Fredrich' de los neones de la noche (ejemplo inmenso de la singularidad del héroe romántico y su adscripción a una “patria”, en este caso la confederación de clubs de la noche), o su final al llegar la mañana resuelven su condición de aristócrata definitivo del esfuerzo por el placer nocturno humano.


Jona es un personaje menos recomendable. El libro se inicia con su intento de convencer a una decena de amigos de salir con él esa noche, ya que es la última en la ciudad antes de irse a vivir con su chica a Berlín. Pero Jona no tiene éxito con sus amigos (que rechazan salir con él con excusas varias, aunque luego se los encuentra a todos) y finalmente sale solo para acabar encontrándose con un expresidiario al que conoció en la cárcel. El hilo de sorpresas se completa sabiendo que miente a su chica con su trabajo, y su noche, que funciona en su caso revelando una oscuridad contraria a la pureza del barón, termina en desastre.

Finalmente, Vicky, una chica con problemas psicológicos (o quizá no, pero es lo que su hermana le dice de continuo) ha salido con su hermana y una pareja de amigos. Su conflicto aparece cuando acabada la cena no quiere volver a casa. Se encierra en el baño y luego se escapa con una extraña, con la que pasa el resto de la noche entre confidencias y bailes hasta que la localizan y vuelve a su vida, aparentemente, bajo la protección de su hermana.

Además del restaurante inicial, y la noche de infinitos locales que a todos acoge, Jolgorio conecta también a sus protagonistas haciéndoles usar el mismo taxi en tres carreras distintas. El taxista cada vez cuenta una historia distinta sobre el esqueleto decorativo que lleva en su espejo retrovisor, símbolo de lo voluble de la noche y lo libre del libro, así como del pasado maleable mediante el relato. Este taxi de color y conversación (un lector almodovariano no puede dejar de pensar en Mujeres al borde de un ataque de nervios) es a la vez refugio y disparador, y una nueva excusa para desatar el peculiar talento de Evens con la luz y el color, ahora emulando el movimiento a la vez que la sensación de seguridad de un vehículo.


Jolgorio es un cómic tan libre que no tiene viñeta alguna ni número de página, en el que los textos llenan la siluetas e incluso dirigen el movimiento, donde la noche puede tener fondos blancos o negros no solo según la luz sino según los ánimos, donde la acuarela permite difuminar dibujos e intuir casi los sentimientos del personaje... Y esta sensación de navegación por un mar sin señales es ciertamente muy cercana a la de la revelación nocturna como realidad o relato, al menos en determinada experiencia moderna. La ficción de Evens estiliza y estetiza al máximo la representación del momento vital alejado de la rutina de productiva del día, y crea héroes con poderes que por un momento aparentan ser veraces. Encierra con ello, gracias al estilo a veces sencillo y a veces abigarrado, un reconocimiento de situaciones y personajes que se antoja profundamente conocedor del mundo que retrata. Bravo por Evens. Qué maravilla.

(Para más Brecht Evens, complétese con la audición de este podcast de Pictopía con Gerardo Vilches y Roberto Bartual rindiendo la debida pleitesía al desbordante autor de Jolgorio)


 

 

29 de mayo de 2021

¡Pantera!


Un lugar equivocado es uno de los cómics más fabulosos de la última década, al menos en mi ya limitada lectura de publicaciones gráficas. El nuevo libro de su autor, Brecht Evens, se titula Pantera, y aunque conserva su estilo visual y su técnica de dibujo (acuarela), presenta referentes más conocidos en literatura y cómic (una fábula para niños como historia) y temáticamente tiene poco que ver, salvo, tal vez, la necesidad de los solitarios por un poco de diversión.

A Cristina, la niña del cuento, que vive con su padre separado, se le aparece desde su cómoda una pantera justo después de morir su gata, a la que adoraba. La pantera tiene un nombre aristocrático rebuscado, porque es el príncipe heredero del país del que viene, y es un animal grande, de apariencia fiera en ocasiones, pero muy educado y formal, que cambia (fascinantemente) de forma y color en casi cada dibujo, y cuyos miles de caras revelan ya sombras en su comportamiento o intereses. Prefiere ser llamado Pantera…


Pantera Polimorfo

Pantera aparece desde la cómoda de Cristina; a veces le acompañan otros animales, sobre los que Pantera gusta de mandar. Las alusiones a un reino mágico disfuncional con sus bestias acercan el texto a Donde viven los monstruos, por supuesto, que parece referencia ineludible. También lo es Alicia en el país de las Maravillas, claro, por ser la obra fundacional de este subgénero. También es inevitable pensar en Calvin y Hobbes, porque la pantera que hace compañía a la niña solitaria es una imagen demasiado cercana al tigre de peluche que cobraba vida cuando se encontraba sólo con el niño de las tiras de Bill Watterson; además, Evens refleja el mundo familiar en que vive Cristina, con su padre triste, pero presente y preocupado.

No es posible saber qué quiere Pantera, tan ególatra como Hobbes pero mucho menos achuchable. Es adulador, elegante -casi dandy- y ocurrente. A la vez también es acaparador, protagonista y manipulador. Cristina ha perdido dos afectos cercanos (su madre, su gata) y su tristeza es un buen bocado para este depredador que prepara una fiesta con elementos crueles para su cumpleaños, presentándose luego como salvador. El cómic queda sin resolución final, entre lo ficcional y lo real, representado también en la pérdida del figurativismo, tal vez de la inocencia, como si la protagonista tuviera que luchar para aferrarse a una realidad buena pero aburrida (su padre) frente a una fantasía que le muestra los demonios del mundo.

Pantera en negro

Visualmente, Pantera es una maravilla de composición, color y dibujo.  Tiene un efecto envolvente magnífico, conseguido con su animal polimorfo e inimitable, que no para quieto alrededor de Cristina. En Pantera es obvio que Brecht Evens no quiere definir un discurso; ¿es Pantera un acosador? ¿una figura del subconsciente de Cristina para enseñarle los peligros de la vida? ¿es un indicio de una depresión vital? Lo es todo sin ser nada seguro ni concreto, el logro es llegar a transmitir esta inquietud con este baile de lo divertido a lo oscuro entre tanto color y diversión aparentemente infantiles.



 

8 de noviembre de 2015

En la fiesta


Una pegatina en la portada de Un lugar equivocado, del autor flamenco Brecht Evens, indica que este cómic ganó el Premio de la audacia del Festival de Angouleme en 2011, cuando su autor tenía 25 años. El libro apenas tiene historia: tres capítulos centrados cada uno en una fiesta distinta, donde el protagonista principal, por su ausencia o por su presencia, es Robbie, un joven popular al que todos quieren y desean y que es el aparente líder del hedonismo de los jóvenes en la ciudad sin nombre donde sucede la acción.

Robbie, él.

La primera parte es directamente magnífica: en una casa, una fiesta se ve frustrada por la esperada aparición de Robbie que finalmente no sucede; los personajes se reúnen en conjunto o por grupos e intentan hablar y divertirse pero no lo consiguen ante la ominosa ausencia de quien les concede el deseo y la risa, quien es además su único motivo de conversación y de celebración. Gran parte de la fascinación la produce el dibujo, realizado aparentemente en acuarela y sin lápiz, directamente sobre el papel, y con capas añadidas de pintura al agua cuando es necesario. En este primer episodio la técnica sorprende porque además se ajusta excelentemente a los sentimientos de los personajes, dibujándolos como sombras aisladas en sus sillas o apoyados en la cocina, sobre fondos blancos que reflejan un hieratismo doliente, con un expresionismo sin duda exagerado por la exacerbación de una pasión estúpida, pero resuelto con pulso… Con la aparición de Robbie, en la segunda parte, la pintura a la acuarela alcanza una exuberancia feroz: Robbie vive en las fiestas, y en ellas, en la noche, con la música y el alcohol, los cuerpos se mezclan y desdibujan, el cuadro y la viñeta se llenan, y las sombras de colores de agua inundan casi literalmente al espectador. Robbie no resulta desde luego tan excepcional, no se diría que Evens nos ha preparado un joven de grandes cualidades, sino más bien alguien caído en gracia, alguien que sin explicación, como si llevara un perfume esencia de trece mujeres, recoge el amor incondicional de los que le rodean, sin en realidad merecerlo demasiado. Aquellos a los que otorga sus favores, eso sí, son pura felicidad. Del propio Robbie y su pensamiento, en realidad, tampoco llegamos a saber nada.

Las fiestas sin Robbie no son lo mismo...

Estas segunda y tercera parte, no obstante, son historias menos interesantes, posiblemente porque Robbie no puede llenar el hueco que todos creen que deja. El lector siente una ligera decepción por ello, pero no estoy seguro del todo de si esta es la sensación que el autor deseaba con su final abierto y repentino –hasta la siguiente fiesta, entiendo-, acorde con el regusto que el hedonismo juvenil estándar deja.

Pero lo inolvidable del cómic es sin duda la maestría continuada en el impresionante conjunto de expresivas acuarelas que en algunos casos ha debido suponer un trabajo inmenso. Algunas resoluciones visuales son estupendas, como la escena de sexo. También hay acuarelas en blanco y negro para la visión de personajes cuya mirada a la fiesta no puede alcanzar la de Robbie y sus elegidos. Sí, pensar ahora en una fiesta en la que no esté Robbie es algo que se me hace cuesta arriba…

Brecht Evens (vía)