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20 de agosto de 2015

Il est Michel

  

Una buena imagen que resume la capacidad de observación de Michel Houellebecq está en este libro, en una de sus varias comparaciones de la vida cotidiana de la mujer bajo un régimen cristiano o bajo un régimen islámico: mientras las mujeres occidentales pasan el día enfundadas en trajes de esclava moderna, con sus tacones, su maquillaje y su perfección asumida para un mundo de hombres competitivos, deseando llegar a casa para quitarse toda la morralla de encima, la mujer musulmana vive tapada durante el día, con un aspecto desconocido al exterior, mientras que es a la noche cuando se maquilla, se viste con lencería cara, y deleita así al hombre de la casa, seguramente también competitivo…

Palacio del Elíseo (vía)

Sumisión es una novela más famosa que realmente provocadora, como se espera de su autor. La trama es archiconocida por varios hechos: si ya el autor es famoso por haber realizado libros con personajes islamófobos, la novela se publicó con todo el aparataje debido a un autor así en Francia nada menos que el mismo día, en enero de 2015, de los atentados de Charlie Hebdo, donde además murió un buen amigo suyo. Houellebecq decidió desaparecer una temporada (esta vez aparentemente sin desatar rumores de secuestro), y la polémica ha causado por ejemplo una rápida traducción al castellano, que en principio estaba prevista para ser publicada en otoño, pero que ocurrió finalmente en mayo. La trama se sitúa en las presidenciales francesas de 2022, a las que se presenta Manuel Valls tras diez años de presidencia de François Hollande, en rivalidad con Marine Le Pen, con un partido musulmán moderado liderado por un hombre llamado Mohammed Ben Abbes, y con una derecha prácticamente ya irrelevante. Los resultados mandan a la segunda vuelta a Le Pen y al líder musulmán, que alcanza finalmente la presidencia tras pactar con izquierda y derecha contra el Frente Nacional. El nuevo poder no se carga la República pero sí potencia la educación islámica con universidades islámicas. Y esto es lo que afecta al protagonista, el habitual solitario desencantado de Houellebecq, que es profesor universitario de literatura y especialista en un ignoto –para mí- autor del XIX francés, Joris-Karl Huysmans, del que destaca especialmente su conversión a un catolicismo místico al final de su vida.

Hotel Matignon (vía)

El arte y los valores de Houellebecq están intactos donde siempre, pero la novela se antoja menos trabajada que otras anteriores. Quizás sea porque el campo de la política ficción distópica no sea precisamente nuevo en ficción (y en la realidad: ya no nos extraña leer escenarios futuros apocalípticos según los devenires políticos y económicos de los países europeos), y en Sumisión faltan demasiados elementos para la verosimilitud de la propuesta del autor. La ausencia total de movimientos sociales, por ejemplo. ¿Dónde están las feministas, dónde el movimiento LGTB, dónde los ecologistas? O, ya que estamos, la propia Iglesia católica moderada… La novela propone la desaparición de la mujer del trabajo, pagado todo ello con petrodólares procedentes del exterior. Francia acepta sin demasiados problemas, y yo, personalmente, no me lo creo.

Asamblea Nacional de Francia (vía)

Los puntos especialmente incisivos están en la psicología del protagonista, ejemplo de una masculinidad inoperante y sin opinión, que puede perfectamente decidir qué religión le conviene según le haga la vida más llevadera (incluyendo en esto la disponibilidad de mujeres incluso para la poligamia), y según le paguen mejor por ello, todo ello hijo del desencanto occidental, y, aparentemente, de un rechazo continuado a la cultura tradicional cristiana que Houellebecq retrata a partir del entusiasmo de los muy bien pagados intelectuales convertidos al islam. También es estupenda la apasionante descripción del devenir político de los partidos en sus espirales electorales, narrada con un pulso excelente, y que incluye ideas perturbadoras pero lúcidas como que la ultraderecha identitaria y el islamismo radical se visten de corderos para elecciones en las que sus alas radicales no les perturbarán, pero que en el fondo se respetan en la convicción de su conexión religiosa fundamentalista. Y seguramente el análisis literario también lo es, pero desafortunadamente los autores franceses que se citan y analizan no me resultan conocidos y temo que por ahí se me escurra parte de los sentidos y metáforas entrecruzadas que Houellebecq siempre diseña en sus novelas.

El caso es que Houellebecq no propone una hecatombe ni una masacre islámica tras el triunfo de una opción política que pudiera aunar el desencanto de las generaciones de franceses hijos y nietos ya de inmigrantes musulmanes de la banlieue. La pausada aceptación del islam que tiene su personaje puede interpretarse como irónica, en contraste a su propia trayectoria, y como palanca de advertencia a las clases intelectuales adormecidas de Occidente. Pero si es así, la ironía está un tanto aprisionada por un cansancio vital brutal, que se traduce en el final bien razonado pero previsible y más acomodaticio, en su ética pervertida de salón, que realmente provocador.

Michel Houellebecq (vía)


4 de junio de 2012

El mapa es más importante que el territorio



En El mapa y el territorio, la novela con que Michel Houellebecq ganó (por fin) el Premio Goncourt en 2010, un artista tunea mapas de Michelin para una exposición y gracias a ello inicia una exitosa carrera profesional. En el mismo libro, el mismo Houellebecq –que afirma que normalmente se documenta muy poco para sus novelas- admite haber utilizado fragmentos de artículos de Wikipedia para determinados pasajes del libro, lo cual supuso una polémica importante en Francia, tanto por el hecho de que parecía discutirse la originalidad completa del libro ganador de su prestigioso premio literario, como por el hecho de que destacados internautas la ofrecieran gratuitamente en Internet acogiéndose al derecho a compartir los contenidos de Wikipedia que ésta admite. Y no fue la única polémica de un texto de un autor que es especialmente polémico, porque su aparición en la trama como un personaje secundario de cierta importancia también fue criticada…

Que Francia sea más clara en un mapa anticipa el futuro como eje turístico de Europa (vía)

Hasta aquí la fama del texto y del autor, elementos de los que puede ser difícil librarse a la hora de sólo leer el libro, claro. El mapa y el territorio tiene 3 partes y un largo epílogo. Las dos primeras partes narran la historia de Jed Martin, un fotógrafo y pintor de París, solitario aunque amable, que asciende profesionalmente a una fama y éxito importantes gracias a sólo dos exposiciones, la primera de las cuales se basa en fotografiar y modificar mediante tratamiento de imagen mapas de Michelin de diferentes regiones de Francia, y la segunda en pintar retratos hiperrealistas de personajes, algunos de ellos famosos, ejerciendo su profesión. Houellebecq aparece como personaje al ser uno de los retratados, pero también porque Jed Martin contacta con él para que escriba el prólogo del catálogo de esta segunda exposición. Finalmente, en la tercera parte, la trama se convierte en un policíaco tras un asesinato que la policía debe resolver siguiendo criterios artísticos; el libro, en mi opinión, habla de cómo la vida imita al arte, siendo éste por tanto esencial para la vida, una idea que surge desde el título y su afirmación posterior en el libro, según la cual el mapa es más importante que el territorio.

Jed Martin es un personaje habitual de Houellebecq. Un hombre aparentemente incapaz de tener una vida afectiva, aunque conozca fugazmente la felicidad y el amor, y cuyo desarraigo emocional produce una melancolía solitaria que Houellebecq asocia a la alienación del progreso occidental, y que sólo tiene salida ocasionalmente. Houellebecq siempre me ha parecido lúcido en dibujar determinada psicología del hombre moderno y de la sociedad en que se mueve; le gusta el análisis social que relaciona al hombre concreto con el poder, los medios de comunicación, y las empresas, y es certero y honesto mostrando miserias ajenas y propias. Aún así, no son estos los valores por los que me gusta, ya que rara vez comparto sus recetas ni sus conclusiones, o el estado final muy pesimista, rayando en el nihilismo, de sus personajes. Lo que aprecio es la definición en profundidad de sus personajes, con su manejo de la metáfora en los detalles y objetos, y la escrupulosa construcción de sus tramas. Yo diría que además tiene una prosa excelente, capaz de compaginar a la vez la dureza del retrato inmisericorde de la sociedad con la ternura de la mirada al hombre concreto que vive en un laberinto que no entiende.

La conversación de Palo Alto es el cuadro más famoso de Jed Martin. Aquí puede leerse una entrevista a Martin.

No obstante, creo que el Houellebecq de El mapa y el territorio se ha serenado un poco. Aunque sus personajes sigan siendo hijos del desencanto occidental, el autor no siente tanta necesidad de epatar con actos e ideas teóricamente reprobables (el turismo sexual, la islamofobia) de personajes en principio comprendidos. La provocación a sus críticos se resume obviamente en su aparición como personaje, a medias entre el exhibicionismo y el autobombo molesto, pero que por otro lado es divertida y adecuada a la trama: El mapa y el territorio es irónica sobre la vida y las aspiraciones del artista (una novela que empieza con la descripción de un cuadro en el que Damien Hirst y Jeff Koons se reparten el mundo del arte no puede ser otra cosa) y su engranaje con lo social. No desde un punto de vista negativo, sino más bien paradójico y extrañado.

Michel Houellebecq (vía)