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15 de julio de 2022

La verdad que obra en la secuencia



La secuencia gráfica es la continuación de Narrativas gráficas, y ambos son extractos con reelaboración y algunos elementos nuevos de la tesis doctoral de Roberto Bartual, que ya ha cumplido más de diez años. La secuencia gráfica entra en el núcleo principal del análisis del cómic que estudiaba la tesis, lo que viene a ser definir la secuencia, sus diferentes estilos y tipos a lo largo de la historia de las narraciones pictográficas, cuáles son las formas de clausura entre viñetas en una secuencia, etc…

Peanuts, Charlie Schulz

Bueno, pues el trabajo analítico realizado es estupendo, profundo, trepidante, esclarecedor. La profundidad empleada al analizar las posibilidades lingüísticas del cómic y establecer las características y potencialidades del mismo como arte propio tienen una claridad meridiana, y resultan muy disfrutables. El autor además va acompañando al lector en un viaje que va ganando complejidad, y en el que es fundamental la centralidad cultural y filosófica que el problema del lenguaje tiene en el pensamiento occidental desde el siglo XX (básicamente resumible en su paradoja principal en si nos comunicamos con un mecanismo determinista previamente establecido social y culturalmente -el lenguaje que compartimos con todos- o si éste es un campo abierto que permite el pensamiento individual verdaderamente libre). Así, partiendo de las definiciones de clásicos analistas del cómic (McCloud y Eisner, siempre) y de análisis semióticos y lógicos, utilizando ejemplos sencillos tanto de cómics populares como de otros menos conocidos, Bartual explica los tipos de clausura entre viñetas (espacial, causal, temporal y metafórica), los tipos de secuencia (relato, mimética, descriptiva y metafórica), explica los conectores lógicos (las relaciones lingüísticas a fin de cuentas) entre viñetas en cada caso, desgrana la organización del espacio en relación a la narración dramática en viñetas y páginas, y resulta muy brillante en el análisis del fuera de campo en el arte secuencial del cómic (vs. el estático de la pintura) en relación a la mantenida entre cine y fotografía, con respecto al carácter centrífugo o centrípeto de la representación en cada caso.

Historia de Tokyo, Chris Ware

Este apartado es específicamente apasionante, pues recuerda a -en parte tropieza con- el trabajo de Víctor I. Stoichita sobre la invención del cuadro en la tradición pictórica occidental, y además apela indirectamente a la tecnología -en el caso del cómic esto es incluso más que en las demás el soporte, sus costes y sus consecuencias- como definitoria de las artes (la techne de los griegos). También es apasionante la identificación de signos visuales en el cómic basados en la teoría de signos de Peirce, iconos, símbolos e índices que sirven para establecer la causalidad en los diferentes tipos de secuencia, de modo que el lector es capaz, caso de conocer el lenguaje, de realizar la lectura y entender el cómic.

Terry y los piratas, Milton Caniff

A estas alturas puede entreverse lo arriba comentado: el análisis aumenta progresivamente en complejidad. La coda final del libro remata esta impresión, cuando Bartual se encamina a explicar el uso de una cuarta dimensión, el tiempo, que el cómic puede integrar de manera particular ya que su lectura no es necesariamente secuencial en continuidad, y se relaciona también con un espacio que puede ser multitemporal, además de disponer del mecanismo psicológico del apoyo de la viñeta en un espacio contenedor mayor (la página, tercera dimensión). Bartual se basa en esta ocasión en los experimentos dimensionales de Planilandia y Jerusalén, las novelas de Edward Abbott y Alan Moore (quien ya experimentó esta tetradimensionalidad gracias a Watchmen y su Dr. Manhattan, capaz de ver y vivir presente y futuro), pero intuye la abstracción lógica-matemática de la n-dimensionalidad, y echa lazos a Ludwig Wittgenstein (uno estaría tentado de decir que es mejor no dibujar aquello de lo que no se puede hablar) entreviendo que en realidad el cómic es un arte no ya autónomo, sino pluripotencial, en el que existe un campo innovador de una capacidad narrativa, descriptiva y documental tal vez desconocida, y que, en cierto modo, supera a las demás expresiones artísticas, conceptualizables como meras proyecciones, casi sombras platónicas, de su propia superdimensión. En esto de momento el autor no se atreve a entrar (yo sólo doy ideas…), pero convencimientos así parecen la base de la pasión por el arte del cómic que tiene y que comunica en su podcast Pictopía y en su cuenta de Twitter.

La secuencia gráfica tiene una bibliografía amplia y multidisciplinar, y probablemente tenga aún un volumen más de continuación en el futuro. Es en todo caso un libro utilísimo para saber leer un cómic, pero también para entender cómo entendemos, en general, el lenguaje y el arte visual del cómic, en el que opera la verdad de la obra de arte.


 

 

 

 

 

18 de septiembre de 2018

Blitzkrieg!

 


Entre las ventajas de conocer personalmente a un autor está el poder leer un libro antes que los lectores, y poder tener el placer de releerlo cuando se publica. Aquella lectura fue en un eReader lento con el que intenté descubrir los placeres de la lectura electrónica sin conseguirlo; ahora puedo disfrutar de esta edición de magnífica tapa dura, con esta vistosísima portada psicodélica de CalaveraDiablo y publicada por la Editorial Cerbero.
Blitzkrieg! puede ser una de las ucronías serias más locas jamás escrita; especula con que la Segunda Guerra Mundial fue librada con armas de destrucción masiva desarrolladas a partir de los inventos de Nikola Tesla pero comercializados por su némesis Thomas Alva Edison a los dos lados de la contienda. La sorpresa es enorme desde las primeras páginas: si bien las armas sónicas capaces de destruir ciudades gracias al acoplamiento de longitudes de onda todavía suena posible en los universos Tesla, que los campos electromagnéticos de sus bobinas pudieran resucitar a los muertos y crear ejércitos de no-vivos a descargar en contenedores contra las potencias del Eje es directamente alucinante.

 
Nikola Tesla (vía)

Esta idea arriesgada no cae en una loca academia de la Historia gracias a una potencia literaria de primer orden. Bartual realiza su crónica desde distintos puntos de vista y usando diferentes géneros literarios (desde narraciones bélicas de Orson Welles como periodista radiofónico en Pearl Harbor deudor de su propia Guerra de los Mundos a los diarios personales de Albert Speer escritos en la prisión de Spandau), con un ritmo endiablado en el avance de la narración inteligentemente dosificada en sus elipsis, y utilizando una ingente cantidad de cultura pop del siglo XX que entreteje una serie de afecciones histórico-culturales en el lector dispuesto a disfrutarlo.

 
Orson Welles en la radio (vía)

Bartual es un exégeta del cómic que durante la escritura de esta novela también completaba su ensayo sobre Jack Kirby y sus conexiones con la psicodelia. La conexión entre estos dos libros es importante, no sólo porque la trama de Blitzkrieg se desplace tras la IIGM a los años 60 y 70, en los que, de acuerdo a Bartual, los trabajos de Timothy Leary consiguieron atemperar los efectos de la bobina Tesla en los ejércitos de no muertos, sino por la propia pasión histórica que supone recrear un grupo de superhéroes obtenidos de la historia del siglo XX (Tesla, Welles, Speer, Leary…), que en Blitzkrieg! desarrollan sus capacidades para poderes inesperados, que luchan contra sus propios supervillanos, que afrontan aventuras en distintas décadas aun manteniéndose físicamente, y que en su fantasía espaciotemporal y literaria el autor consigue reunir en una ficción compartible por todos ellos. Una panhistoria que comparte hechos históricos y ucronía, pero también estados alterados y conscientes, y que en su inversión aparentemente juguetona de la Historia académica encierra tanto documentación histórica como interpretación pop de los acontecimientos de una parte del siglo.

Creo que la enorme ambición de Blitzkrieg! y la sabiduría con que está construido adolecen no obstante de un destino final al que llegar. Puede ser una buscada ausencia de catarsis final, o tal vez una imposibilidad dramática de resolución del concepto desarrollado. Incluso puede que en su caudal inagotable de historia y subcultura sea así, inacabablemente, como se baila el siglo XX.

 
Roberto Bartual (vía)

15 de octubre de 2017

Bartual / Kirby


 
  
Roberto Bartual, guionista de un cómic bizarro como Los Ángeles de Santa María, y autor de un interesante corpus sobre teoría del cómic, nos regala antes de su previsible salto a la narración novelística convenientemente pop, este insólito ensayo sobre la obra del autor de cómics de superhéroes Jack Kirby desde el inédito punto de vista del análisis piscodélico. Jack Kirby. Una odisea psicodélica no es una biografía ni un ensayo completista sobre su obra. Contiene los datos biográficos, políticos y sociolaborales necesarios para comprender los posicionamientos del objeto de estudio, pero se somete enseguida al yugo de su tesis: comprobar la conexión que la obra de Kirby tuvo en relación al arte y la experiencia psicodélicos.

Bartual es consciente del atrevimiento, e indica cómo no hay registros de que Kirby consumiera nunca alucinógenos, y muestra la sorpresa de encontrar dibujos de Kirby anteriores a la eclosión y consiguiente popularidad general de la psicodelia que pudieron adelantarse a la misma sin utilizar su mecanismo primario de generación. Para aumentar la sorpresa, otros autores más adscritos a la contracultura y consumidores aparentes de LSD no dieron lugar a cómics que reflejaran especialmente bien los mejores resultados de la experiencia psicodélica.

 
Los cuatro fantásticos, de Jack Kirby y Stan Lee

Aunque este enigma ya había sido apuntado por algún colega, es Bartual en principio quien primero analiza en profundidad las razones para inscribir a Kirby dentro del arte psicodélico, y para ello repasa el desarrollo de su obra, centrada inicialmente en el cómic de superhéroes y posteriormente en sagas de fantasía, donde Kirby indagaba en aspectos de su interés (y son amplias, varias décadas en el negocio le sirvieron para hablar de aventuras bélicas, de superhéroes con problemas de matrimonio o laborales, de la relación entre la humanidad y la divinidad, de los héroes modernos y antiguos, la mitología y sus límites…). La hipótesis que permite a Bartual comprender la psicodelia en quien de manera alguna conocía qué era eso es la teoría del inconsciente colectivo y los arquetipos jungianos, que, según el autor, atraviesan la obra de Kirby encarnándose en los múltiples clichés que reproducen sus personajes, y que bien pueden incluir en la psicodelia una forma de manifestación incluida en el cableado duro de la mente. Al menos, de la de Jack Kirby.

 
Estela plateada, de Jack Kirby y Stan Lee

El texto de Jack Kirby. Una odisea psicodélica es singularmente modesto en el subrayado de su tesis. No es que no alcance momentos de brillantez y diversión, que lo hace, pero Bartual rebaja de continuo la afirmación o la necesidad de sus ideas permitiendo la aparición de la duda sobre sus aseveraciones, aunque demostrando con profusión de análisis pormenorizado de estética y temáticas lo ajustado de la asombrosa coherencia de Kirby con los rasgos de la cultura psicodélica. Todo ello sin obviar ni despreciar, más bien lo contrario, la obra más crematítisca del trabajador estajanovista que fue Kirby.

Henry Kissinger, el Capitán América y el Halcón, Jack Kirby

Nunca he sido un lector excesivo de cómic de superhéroes ni de las sagas fantásticas del tipo que Kirby cultivó, en aplicación de unos intereses propios tamizados por los de una industria que le ignoró y subestimó (aunque puede insluso discutirse que esto sucedía al revés). El libro de Bartual tampoco me ha convencido de leer a Kirby, pues sé que se favorece de la selección de viñetas únicas, y porque a pesar de que lo describe, en realidad no puede recoger el espíritu alargado y repetitivo de estos tebeos, que me resultaron francamente aburridos ya en mi juventud. En las viñetas seleccionadas puede bien observarse los subrayados enfáticos de los bocadillos explicativos, con sus letras en negrita o mayúsculas remarcando lo que ya el dibujo era capaz de expresar. El diseño de superhéroes y aventureros tiene lógicamente un mayor interés, un apego cultural con aire de catarsis que atraviesa Occidente desde Grecia y sus mitos, pero también se afecta de psicologías planas que se superan rápidamente cuando el éxito convierte a las obras en un bucle engorrosamente infinito de publicaciones. ¿Quizás en otra estructura de mercado el genio visual de Kirby y su capacidad de materializar arquetipos habría desarrollado obras más concretas y mejor narradas? No lo sé.

Pero de lo que sí me ha convencido Jack Kirby. Una odisea piscodélica es de seguir leyendo a Roberto Bartual, ya que estamos ante uno de esos casos poco frecuentes en que la calidad y esfuerzo de análisis e interpretación superan, para mi gusto –y escaso toque comercial, me temo- a la calidad del objeto.

 

 
 Jack Kirby (vía) y Roberto Bartual

18 de junio de 2016

Quiero ser santa


Una idea tan gozosa como excepcional da aliento al cómic de Roberto Bartual y Julián Almazán: convertir en superhéroes del catolicismo a tres niños con superpoderes a los que se les aparece la virgen en Morata de Tajuña, el pueblo del sur de la provincia de Madrid. Certificados poderes y aparición por el padre Pilón, jesuita parapsicólogo y exorcista, y látigo de impostores de milagros y apariciones, los tres infantes reciben el esencial encargo de recuperar el brazo incorrupto de Santa Teresa robado por los nazis a Franco.


Este aparente delirio, donde una niña de origen musulmán sufre de bilocación o un niño es capaz de materializar la hostia en su lengua, es un reflejo satírico de mitos religiosos no mucho más extravagantes. Los autores mezclan historietas cortas (capítulos de una supuesta serie de superhéroes con una historia general en progreso) con noticias, textos y cartas metahistóricas que otorgan una visión pop ecléctica, libérrima y divertidísima a la historia, que puede pescar en Enid Blyton, Adolf Hitler o Eva Perón sin resentirse, retorciendo hechos al explicarlos como parte de una leyenda de conspiraciones paralelas a la historia oficial. La atenta mirada del personaje sagaz e intenso (y caracterizado con mayor profundidad), que es el padre Pilón, unifica la función, y su papel de director proporciona un improbable asidero de identificación al alucinado lector.

El padre Pilón

El dibujo opta por una expresividad colorista e infantil, que contrasta con la supuesta gravedad de la misión encomendada a los niños. El trazo es buscadamente plano y el tono pastel es alegre, con una presentación frontal de personajes infantiles en la que a veces no he podido evitar pensar en un South Park lisérgico. El libro está aparentemente inacabado: anuncia nuevas aventuras, que sin duda llevarán al padre Pilón y sus Ángeles a quién sabe qué azares…


Julián Almazán y Roberto Bartual

18 de agosto de 2014

El micromecenazgo y sus joyas


Hace más de dos años, cuando reseñé en este mismo blog la Tesis Doctoral de Roberto Bartual, me lamentaba por la falta de editorial que quisiera publicar el trabajo en forma física de libro. Finalmente, esa publicación ha tenido lugar, aunque sólo el primer capítulo de la misma, ha sido mediante financiación por crowdfunding en Verkami, en un volumen de tamaño álbum europeo bajo el título de Narraciones gráficas. Del códice medieval al cómic, editado por Ediciones Factor Crítico, y con una buena cantidad de imágenes que ilustran las teorías que sobre la historia y la definición de la narración gráfica propone el autor. El texto cuenta además con un excelente prólogo del autor Antonio Altarriba.

Little Nemo – The Walking Bed

No puedo añadir mucho a lo que ya escribí en su día, salvo dos cosas: el placer de la lectura mejora la experiencia de conocimiento adquirido que supone el texto con las ilustraciones estupendas que lo acompañan (frente a leerlo en un lector electrónico pobremente preparado para ello, como fue hace dos años), y la alegría que supone que existan estas nuevas formas de financiación de la edición, en la que básicamente los que queremos disponer del libro hemos pagado su edición, sin generar ejemplares que se desperdicien, pero posibilitando que un texto científico y pedagógico alcance de manera natural a un público general. La esperanza va por pasos (o viñetas): esperemos que el éxito de esta opción de micromecenazgo ayude a que en breve veamos publicados los siguientes capítulos.

Si alguien está interesado en el volumen, aún se pueden adquirir ejemplares dirigiéndose al email narracionesgraficas_datil@hotmail.com

Roberto Bartual







5 de abril de 2012

Narraciones pictográficas



El fascinante lenguaje literario y visual del cómic está falto de referentes teóricos. Obviamente hay material publicado, pero entre lo reciente del arte en sí (apenas 100 años del cómic tal y como lo conocemos) y, sobre todo, lo reciente de su reconocimiento cultural gracias especialmente al boom de la novela gráfica, lo cierto es que el cómic conoce muchos menos estudios académicos y teorías sobre su lenguaje que otras artes. Este libro, Poética de la narración pictográfica, es una tesis doctoral que desde España (un país sin demasiada tradición si se compara con EE.UU., Francia o Japón) cubre un importante hueco teórico en el estudio de la gramática del lenguaje del cómic.

Jimmy Corrigan. The Smartest Kid on Earth (vía), de Chris Ware. Ware es probablemente uno de los autores que más experimenta actualmente con el lenguaje en la narración pictográfica.

Tomando como referentes obras teóricas anteriores, muchas de ellas pioneras (Will Eisner, Scott McCloud, etc…), y como ejemplos la obra de todos los grandes maestros de la narrativa pictográfica (término con que el autor propone resumir toda ilustración narrativa desde que el hombre ha tenido intención de narrar usando imágenes hasta la época del cómic), Bartual desarrolla una teoría integradora de los diferentes niveles que articulan la comunicación de este arte. Desde el análisis sintáctico que busca la unidad del lenguaje narrativo-pictográfico (que no puede escoger entre viñeta/secuencia/página), a los diferentes tipos de secuencia y clausura entre viñetas, pasando por la integración del texto y su relación con la imagen, el libro es un fenomenal punto de partida para aprender a leer, interpretar, y disfrutar del cómic.

Mafalda, de Quino (vía). La tira gráfica también tiene parte importante del estudio, que también profundiza en la historieta popular.

En vez de punto de partida estaría tentado de escribir libro de cabecera si no fuera porque el libro no conoce aún editorial que quiera publicarlo. Una pena, porque es un estudio brillante, ameno, bien ilustrado, que merecería llegar tanto a estudiosos como a aficionados, y que resultaría un excelente complemento de La novela gráfica, que ya comenté por aquí.

Roberto Bartual, por Ian Williams (vía)