Tiene la edición de este libro una pequeña etiqueta con un
precio en libras, y una fecha, 09/08/11, que podría corresponder a agosto o
septiembre del 2011, y que me explica que aunque no lo recuerde, lo traje de un
viaje por Inglaterra. La película de Spike
Jonze, que vi en su estreno, es de 2009 y fue el acicate para comprar el libro, que,
vergüenza de quien no lee casi nada de literatura destinada a niños, no
conocía. Años ha estado en la estantería, aunque cinco minutos cueste leerlo.
Su impacto dura mucho más, desde luego.
Where the Wild Things
Are consta de 18 láminas y apenas 25 frases. Cuenta cómo Max, vestido con
su pijama de lobo, después de una noche de travesuras en la que su madre le
castiga sin cenar, imagina su huida a una isla poblada de monstruos, donde
consigue ser el rey de todos ellos, para finalmente volver a su casa, donde la
cena, todavía caliente, le espera en su habitación.
El cálido resumen de la furia infantil que hace Sendak es no
sólo concreto y directo, sino emotivo. El niño Max, irónico ante la amenaza de
no cenar, construye una jungla y un océano, y alcanza la libertad que las
reglas del mundo real no le permiten. En esa libertad consigue dominar a las
criaturas que pueblan la isla, unos monstruos que estaban basados en los
propios familiares de Sendak. Aunque amenacen con comerse a Max, son monstruos
inofensivos, que gruñen pero que prefieren retozar y bailar, y su enorme
tamaño, garras y rugidos se desmienten ante sus caras bondadosas y un aspecto
sedoso y adorable y achuchable y… ay, todo parece tan bonito...
La ira liberadora de Max también resulta formal. Los
pequeños dibujos de las primeras páginas crecen en tamaño a la par que la
jungla transforma las paredes. Sendak rompe las viñetas para ir llenando
primero la página impar, y luego incluso hasta empujar al texto y hacerlo
desaparecer, llenando las dos páginas cuando la fiesta alcanza su cénit, y no
creo que ese desplazamiento de la literatura formal sea casual. Después, Max vuelve al redil. Morriña y hambre
parecen ser los motivos. Sendak ofrece en mi opinión una lectura redentora de
la imaginación desatada como paliativo de una vida normalizada, a cuyos valores
no obstante siempre gustamos de retornar. Su novedad, si se puede en campo tan
trabajado, tal vez sea lo feroz del deseo de la ruptura y de la vida imaginada.
Pero el paseo por el lado salvaje, ay, no es sólo cosa de niños. Seguramente
ese atractivo hace de él un libro en el que es tan fácil reconocerse no importa
qué edad se tenga.
Maurice Sendak (vía)
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