
A pesar de que las novelas que he leído de Henning Mankell nunca han llegado a convencerme, tenía dos volúmenes de él pendientes. En uno de ellos, El chino, me libraba de la presencia de Kurt Wallander, y me adentraba en terrenos que me son de interés por los viajes a China que me veo obligado a hacer (véase aquí y entradas cercanas).
Sin embargo, el libro comienza con dos prólogos (uno de ellos dramáticamente innecesario), y diecinueve asesinatos en una región al norte de Suecia. No es Scandia, tampoco es Wallander porque las protagonistas de la investigación son mujeres (la desaprovechada policía Vivi Sundberg y la estupenda protagonista que es la juez de Helsingborg Birgitta Roslin), pero se le parece. Las conexiones del múltiple, ritual y por supuesto horrible asesinato apuntan a una venganza secular que nos lleva hasta la China actual y su encrucijada económicosocial.
De Helsingborg (vía Wikipedia) a Beijing
En mi opinión Mankell no resuelve bien, o de manera literariamente interesante, ninguna de las tramas. Parece que se pierde en una maraña de lugares del mundo en que necesita radiografiar la situación social y económica. Guanzhou, Nevada, Zimbabwe, Suecia, Copenhague, Beijing, Mozambique y Londres llenan un relato que engarza best-seller y novela negra y que si no fuera por su atípica protagonista sería poco interesante.
No obstante, Mankell genera bien la tensión y hace interesante la investigación. Se arriesga al resolvérsela al lector mediante historias paralelas en lugar de un clímax con revelación, pero por otro lado deja sin explicación detalles relevantes. La trama china incluye detalles geopolíticos de calado inesperado en una novela de entretenimiento al uso. Mankell lo presenta de manera objetiva y aunque haga política-ficción, su visión parece aterradoramente posible. Sin embargo, la resolución también se olvida de buscar una salida a este contexto elevado a trama, demasiado grande (y presentado grandilocuentemente) para ser olvidada como un mecano para hacer avanzar la acción.
Sólo el personaje de Birgitta Roslin, la juez de Helsingborg, de fuerte compromiso y con problemas de madurez, está excelentemente cerrado. Parece que Mankell se especializa con la edad en estos personajes maduros, conscientes del paso del tiempo por sus cuerpos y sus mentes. Veremos si El hombre inquieto me lo confirma, y, si, sobre todo, la faceta globalizadora de este yerno de Ingmar Bergman escritor de novela negra y director del teatro nacional de Mozambique no arrastra, de nuevo, trama y estructura.
No obstante, Mankell genera bien la tensión y hace interesante la investigación. Se arriesga al resolvérsela al lector mediante historias paralelas en lugar de un clímax con revelación, pero por otro lado deja sin explicación detalles relevantes. La trama china incluye detalles geopolíticos de calado inesperado en una novela de entretenimiento al uso. Mankell lo presenta de manera objetiva y aunque haga política-ficción, su visión parece aterradoramente posible. Sin embargo, la resolución también se olvida de buscar una salida a este contexto elevado a trama, demasiado grande (y presentado grandilocuentemente) para ser olvidada como un mecano para hacer avanzar la acción.
Sólo el personaje de Birgitta Roslin, la juez de Helsingborg, de fuerte compromiso y con problemas de madurez, está excelentemente cerrado. Parece que Mankell se especializa con la edad en estos personajes maduros, conscientes del paso del tiempo por sus cuerpos y sus mentes. Veremos si El hombre inquieto me lo confirma, y, si, sobre todo, la faceta globalizadora de este yerno de Ingmar Bergman escritor de novela negra y director del teatro nacional de Mozambique no arrastra, de nuevo, trama y estructura.