Mostrando entradas con la etiqueta Jon Bilbao. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jon Bilbao. Mostrar todas las entradas

4 de febrero de 2018

Sobre el volcán




El título del último relato de Estrómboli da título al volumen de cuentos que Jon Bilbao publicó en 2016, su (creo) última publicación hasta la fecha. Son relatos en los que su voz es reconocible, pero que cada vez parecen mejor terminados. Y, como suele suceder con los autores que se leen con frecuencia, resulta interesante adivinar si existe evolución, cambios significativos o continuidad.

 
Stromboli (vía). Isla, volcán y película de Rossellini.

En Estrómboli hay una menor presencia de lo telúrico que cuestiona la civilización. No por supuesto que esté borrado del todo, hay presencias animales, o imágenes del pasado, capaces de llevar a los personajes al conflicto o la desazón. En cierto modo, parece imponerse una de las obsesiones importantes de Bilbao: los momentos vitales de transición, esos en los que cualquier persona se cuestiona la vida y los parámetros por los que la ha llevado o la va a llevar. Así, los protagonistas son personas que dejan su trabajo, que pierden su pareja, que inician su primer trabajo, o que se casan… En esa transición, que les sitúa en un estado de confusión, aparece el nudo del relato, que parte de lo aparentemente rutinario pero que no lo es y viaja enseguida a la extrañeza de un elemento perturbador: un fresco inesperado en un sótano, un portero que encubre una organización mafiosa, un despechado que acaba refugiándose en una isla con un volcán, o la desgraciada pérdida de un hijo en un accidente absurdo. Esta habilidad es inicialmente estructural, pasa de la presentación de la cotidianeidad a la del conflicto y su ritmo va en aumento camino de la paradoja. Sucede desde lo general a lo particular. Ejemplo:

Eché a correr, confesó. Fue algo involuntario. No di orden a mis piernas para que empezaran a moverse. Lo decidieron por sí mismas, como si supieran mejor que yo lo que había que hacer. Cuando me di cuenta había soltado mi arma reglamentaria y estaba corriendo, alejándome todo lo rápido que podía de mis compañeros, los cuales se mantuvieron en sus posiciones. Y yo corriendo como un cobarde. Pero recuerda: las cosas siempre pueden empeorar. Eso es algo que no debemos olvidar nunca. Oí un estampido a mi espalda. El coche de los sospechosos se había estrellado contra los nuestros. Seguí corriendo. Y fue entonces cuando hizo aparición la cabeza. Los sospechosos conducían un descapotable. En el choque, el que ocupaba el asiento trasero salió proyectado hacia delante y el borde superior del parabrisas le cortó de cuajo la cabeza, que continuó su trayectoria volando por encima del capó y por encima de los coches patrulla y todavía unos cuantos metros más allá, hacia mí. Pasó casi rozándome. Llegamos a intercambiar una mirada. Y te juro… te juro por mi hija que aquella cabeza estaba gritando. Volaba por el aire con los ojos desorbitados y gritaba. Solo se calló cuando por fin chocó contra el asfalto. Entonces enmudeció al instante, como si con el golpe se hubiera mordido la lengua. Rebotó como una pelota y volvió a caer y rodó unos metros más, hasta detenerse en mitad de uno de los carriles, con los ojos abiertos de par en par, mirando al cielo.
Pero no por ello Bilbao es un escritor sometido férreamente a una estructura o que sea un determinista. No le falta tampoco gran capacidad de observación y visión de los absurdos de la vida. Un ejemplo es esta descripción por un personaje femenino del stripper contratado en una despedida de soltero:

No me podía imaginar que caminara por la calle, ni que entrara en supermercados, ni que viviera en una casa normal. Cuando no estaba bailando permanecía encerrado en un almacén y ocupaba el tiempo en masturbarse, una y otra vez, sin descanso, tumbado en un catre pegajoso de semen. No comía ni bebía ni dormía. Al masturbarse se daba cuerda a sí mismo, violando alguna ley de la termodinámica, o todas. No tenía nombre, sólo un número de serie tatuado en el escroto.
Me gusta Jon Bilbao porque exhibe una rabia contenida pero inevitable con esa civilización que cuestiona, donde civilización es la organización laboral, social y familiar occidental actual. Sufro porque no se dedica más a la novela, pues soy mal lector de relatos y rara vez soy capaz de recordarlos frente al mayor tiempo que acabo dedicando a una novela. Pero mientras tanto tengo Estrómboli y una bonita dedicatoria. Recomendable es poco.


 
Jon Bilbao, por Xavier González (vía)

29 de octubre de 2016

En familia


Según la nota que el autor incluye al final de este libro, los diez relatos que componen Física familiar, de Jon Bilbao, se dividen en tres apartados por su origen diverso, desde relatos inéditos a una versión revisada de su primer libro, pasando por relatos aparecidos en otras antologías. La gran mayoría de ellos versan ciertamente sobre relaciones familiares, aunque no todos. El primer relato da sentido directo al título del libro, pues juega con el principio de incertidumbre (aunque confundiendo el nombre propio de su formulador) en una acertada comparación sobre la imposibilidad de conocerlo todo de otra persona, especialmente de tu pareja.

Dado que el libro cubre en principio varios años del proceso de escritura de Jon Bilbao, puedo aventurarme a ver intereses constantes que también encuentro en los otros libros que he leído de él, Shakespeare y la ballena blanca, y Padres, hijos y primates: las grietas en la joven familia burguesa aparantemente triunfadora, o el poder de la naturaleza como fuerza que amenaza la supuesta civilización, encarnada en más de una ocasión en animales que no se comportan como los humanos esperan. Bilbao es un especialista en relatos y Física familiar es el primer libro de relatos que leo de él, pero tengo pendientes el más antiguo Bajo el influjo del cometa y el más reciente Estrómboli. En ocasiones trabaja la parábola de una manera clara, pero lo que más me ha gustado en varias de las historias de Física familiar es cierta relajación del conflicto que un relato corto siempre necesita, en principio en abundancia, para acabar en pequeños anticlímax de gran inquietud.

Jon Bilbao escribe con un estilo sencillo y en general narrativo sin complicaciones. Su fuerza está en el manejo del ritmo del relato y en el subtexto de la historia, surgidas de una evidente lucidez en la observación social y familiar, que no necesita de ironía para subrayar su valor. Hoy tiene mucho campo desde el que alimentar este interés, desde luego. Lo mejor es que se está convirtiendo en un autor familiar. ¡O tal vez eso no es lo mejor, precisamente!

Jon Bilbao, fotografiado por Markus Rico (vía)



28 de febrero de 2014

El genio y la bestia


Shakespeare y la ballena blanca especula con la idea, culturalmente tan atractiva, de que Shakespeare hubiera ideado Moby Dick 250 años antes de que Melville escribiera su novela. Un dramaturgo isabelino de éxito se embarca por orden de la reina en el Nimrod, camino de Dinamarca, en compañía de nobles, soldados, regalos para el rey danés, todo ello en representación de Inglaterra ante la corte de Copenhague. En el viaje cae sobre el barco una siniestra niebla tras la cual llega una pertinaz calma chicha en que una enorme ballena blanca nada amenazadoramente alrededor del barco…

La ballena, según la película de John Huston

Mientras los hombres prácticos a bordo del Nimrod buscan cómo librarse del leviatán, el dramaturgo se dedica a pensar en cómo representar en el Globe una obra basada en un capitán obsesionado por cazar la ballena blanca que un día hundió su barco y mató a su tripulación. Shakespeare reflexiona sobre las dificultades técnicas de llevar un barco y una ballena gigante al escenario, sobre su obra anterior, sus limitaciones y aptitudes, y la capacidad de la poesía y el teatro frente a la prosa para crear emoción. También sobre su propia vida, el abandono en que tiene a su mujer, su amada vida en Londres… Toma como modelo de su futuro capitán a Lord Henry Wriothesley, que también viaja en el barco, y que es históricamente uno de los candidatos a ser el Mr W.H. a quien Shakespeare dedicó los sonetos de amor que escribió.

El bello de impronunciable nombre Lord Henry Wriothesley (vía)

Shakespeare es la figura mítica de la literatura con la obra más maleable y maleada de la historia. Su persona, tan sometida a especulaciones infinitas, raras veces ha sido representada, e incluso recuerdo cómo cuando John Madden se atrevió a rodar Shakespearein Love se recibió con cierto asombro la osadía de representar el mito. Esta novela de Jon Bilbao propone un crossover peculiar del que surge una reflexión sobre las formas del arte para conseguir llegar al corazón del espectador, sin dejar de lado una mirada a las diferentes naturalezas del poder en un barco que no es sino un estado (en miniatura) amenazado, ni la encarnación de Shakespeare en una persona real (no es el tópico salido de sus obras que interpreta Joseph Fiennes en Shakespeare in Love, ni el secundario prescindible que niega su genio de Anonymous). Bilbao combina en tensión creciente los capítulos del pasado de Shakespeare con los angustiosos días en el barco asediados por la gran ballena blanca, en un ejercicio literario de estupenda resolución, en el que encajan bien incluso las asonancias de un autor que escribe desde un tiempo en que conoce el poder de la novela, el futuro del teatro, y el peso intemporal de su protagonista. Existen también puntos curiosos de conexión con el otro libro del autor que he leído, Padres, hijos y primates: la sociedad amenazada por un elemento exterior no controlable, o la pulsión del mundo animal sobre los humanos.

Jon Bilbao no escribe sólo desde un tiempo distinto, sino desde un país y un idioma diferentes. Se atreve a asimilar dos autores míticos de otra literatura, con la osadía de hacer idear a Shakespeare una obra basándose no en un texto pasado –como solía hacer- sino en un texto futuro. Hace breves apuntes históricos aparentemente correctos y sólo modificados en función de la historia, y propone sin ambigüedades la bisexualidad de Shakespeare, superando el carácter pop de este cruce de alta cultura con una historia verosímil. Lo hace además en una obra breve y ligera, como si fuera sólo una obra concebida como aparente entretenimiento (que funciona como tal), pero con la tragedia del creador como fondo amargo de sus páginas.

Jon Bilbao (vía)



2 de enero de 2012

Monos salvajes



Personas brillantes como Roberto Bartual o Miguel Carreira llevan tiempo recomendando la lectura de Jon Bilbao, que a pesar de su nombre resulta ser un señor de Asturias. Y las reseñas de su último libro eran tan positivas que me llevé de viaje su último libro, Padres, hijos y primates, dejando para otra ocasión el penúltimo, Bajo el influjo del cometa.

¡Qué excelente título tiene esta novela! Metafórico, con resonancias bíblicas, su formación familiar alude a las relaciones etnológicas del hombre con el reino animal, y avanza la estructura trina, carretera-hotel-barracón, de la novela. Joanes, el protagonista, está de vacaciones en México con su mujer e hija, aunque necesita estar en contacto continuo con España debido a la negociación de un contrato esencial para el futuro de su empresa de instalaciones de aire acondicionado. Pero esta actividad, que pretende regular la naturaleza, contrasta con el huracán que se desata en la Riviera Maya, que obliga a evacuar la zona. Por circunstancias de la evacuación y de su trabajo, Joanes no es evacuado con su familia sino que se retrasa. En la carretera atropella a un mono que cruza delante del coche, y más tarde recoge a una pareja de ancianos, y el hombre resulta ser un antiguo profesor de Joanes, quien sospecha que en su último acto universitario tuvo influencia en que no consiguiera trabajo en una empresa importante.

No tan monos
(Andy Serkis es César en El origen del planeta de los monos, vía)

Reconozco que este momento Fresas salvajes me gustó mucho. Y me gusta mucho como Bilbao va construyendo la tragedia con la acumulación progresiva de elementos hasta un clímax cercano a lo terrorífico que resuelve la acción y devuelve al hombre a la naturaleza animal de la que pretende haber salido. Y aunque el tema no sea novedoso (la civilización es una farsa que basta con tensar para que se derrumbe), los recursos literarios y dramáticos son excelentes y se resuelven muy bien: los espacios se describen bien, pero además no existe lugar que no tenga sentido en la historia global; el uso de un personaje estático (una mujer impedida) frente a un entorno que exige movimiento y un par de hombres que la mueven de continuo en un ejercicio de civismo hipócrita; el paralelismo entre el crecimiento del resentimiento y el odio entre humanos y el estallido de violencia de un mono herido; o la angustiosa incapacidad de la tecnología (un coche, un portátil, sobre todo un móvil) para ayudarnos en las situaciones límite.

Supongo que ya confirmaré si Bilbao gusta de mostrar los cimientos de barro de la convivencia, o si simplemente es el tema de un interés del autor por la acción con buenos personajes y buena historia. Supongo que no son excluyentes, pero me inclino más por el primer caso, dada la infelicidad patente de sus personajes y la comodidad con que el autor llega al caos y se desenvuelve (uno diría que placenteramente) en su construcción y éxtasis.

Jon Bilbao (vía)