

El conjunto de reseñas o columnas periodísticas no es género que precisamente me haya apasionado cuando lo he podido hojear. Incluso me parece aconsejable huir de los libros que usando este modelo publican Javier Marías o Arturo Pérez-Reverte, recopilando sus tantas veces falsarias e histriónicas columnas de suplemento dominical. Pero en este libro de Eugenio Xammar se conjuran varios hechos que hacen de su lectura una experiencia apabullante:
- Xammar está en y escribe desde la verdadera boca del lobo de la Historia del siglo XX. Y lo hace sin saber lo que viene después, sin tener la representación del nazismo y sus consecuencias en la cabeza. Mediante crónicas objetivas, Xammar asiste a la desintegración progresiva de un régimen democrático por una dictadura ascendida electoralmente al poder, y cuya ideología nacionalista racial y expansiva va infiltrando sin pausa el fantasma de la guerra en Europa
- las crónicas son un modelo de prosa objetiva sin artificio ni aparatosidad, a pesar del control sobre la prensa extranjera que ejerce el régimen, y de que Xammar entiende bien los mecanismos de censura del sistema. No por ello se deja la ironía en el camino, sutil y acertada, ni un estilo que en verdad traiciona los objetivos que él mismo da a su profesión: la ‘descripción de los hechos’ que aparentemente explicita. Más que un estilo descriptivo o neutral, se trata de dar el mensaje verdadero entre las líneas que reflejan calma y reflexión, frente a la grandilocuencia exaltada nazi (o la marxista, que también comparece)
- Xammar escribe para España, para la España de la República que tenía fresca la experiencia de la absurda dictadura de Miguel Primo de Rivera. Sus crónicas terminan obviamente en julio de 1936, unos días antes del golpe franquista. Pero la ironía de analizar Alemania como dictadura desde la perspectiva ‘demócrata liberal’ de España es una impresión fuerte de la Historia para el lector.
- las abstrusas maniobras políticas para acaparar el poder internamente en Alemania (noche de los cuchillos largos, legislación contra judíos, eugenesia, incendio del Reichstag, control de prensa, anulación ‘legalista’ de la Constitución de Weimar, y la constante labor del Ministerio de Propaganda reforzando los anunciados y esperados discursos del Führer) se alternan con la entrada brutal de la Alemania de entreguerras en la política internacional (abandono de la Sociedad de Naciones, denuncia del Pacto de Locarno y petición de igualdad de los derechos militares decididos en Versalles, para acabara en la primavera del 36 con la militarización de Renania, dando lugar a un relato histórico arrollador, del que sólo se pueden esperar más páginas, lamentando que éstas tuvieran que acabar en 1936, cuando desde el futuro sabemos que empezaba lo más crudo del invierno. Xammar era el hombre adecuado en el momento justo, pero la Historia (en general, y el franquismo en particular) nos escamoteó que pudiera seguir siéndolo, y que nos contara la mayor de las guerras desde su epicentro.