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13 de enero de 2012

Viudas preñadas y recuerdos extraños


Como buen intelectual sesentón, Martin Amis fue un joven progresista que disfrutó del movimiento de liberación sexual de finales de los 60 y principios de los 70 en casi todo el mundo occidental. Hace unos meses el titular de una entrevista a Roman Polanski subrayaba que el director francés afirmaba, en lo que parecía un extracto interesado, que el sexo en los 70 noera algo tan importante como ahora. Y no hace ni un año, en el festival literario Gutun Zuria de Bilbao, asistí a un diálogo entre Antonio Altarriba y Catherine Millet en el que esta, autora del best-seller La vida sexual de Catherine M., afirmaba que, en realidad, el sexo que tenían en los 60 las comunidades jóvenes liberadas se acercaba más a un ingenuo juego infantil de descubrimiento mutuo (o a varias bandas) que a conceptos de morbo o cualesquiera otros más maduros o perspicaces que se les quiera dar.

¿El sexo en los sesenta? (vía)

En fin, no sé. Aunque sí sé que la nostalgia y la justificación histórica tienen estas cosas mitificadoras del pasado, obviamente no fui uno de estos escasos avanzados sexuales de aquellos años, que a veces hablan de esos tiempos como si no conocieran que había una sociedad mucho más numerosa que no vivía así, y a la que en cierto modo arrastraron.
Amis retrata en The Pregnant Widow su propia visión, y no puedo evitar compararla con su primera novela, la divertida y fresca El libro de Rachel, de 1973, con lo acartonado de los resultados aquí. El protagonista, escritor y literato y tres veces casado, recuerda desde 2006 del verano de su juventud que le marcó sexual y emocionalmente, 1970, pasado en una casona italiana en compañía de otros amigos británicos, su novia, y algunos personajes locales. La conversación y la divagación ganan a la escasa acción, que cuando llega resulta más interesante. La estructura de recuerdo + flashback/representación no es novedosa e introduce una tensión que no encuentro correspondida en los acontecimientos de un verano no tan tórrido.

Sólo el personaje de Gloria, la joven gorda a la que todos desprecian pero que resulta ser una devoradora inesperada introduce algo de alegría a una ficción intelectualizada en la que a Amis parecen sobrarle personajes y retratos innecesarios (el amigo homosexual, por ejemplo, de improbable aceptación tácita como se sugiere) y faltarle, salvo episodios, cierta alegría y vivacidad. El recuerdo cerebral de juventud que supone la novela puede parecer en sí una autocrítica, pero creo que esta es una interpretación amable. Este joven protagonista de simbólico nombre, Keith Nearing, lleva a tal racionalización su vida sexual que uno llega a pensar que resulta incapaz de disfrutar. Perseguir por tanto un placer inútil podría ser el mensaje de la novela. Tal vez eso desmonta más el mito sexual de aquellos años, pero cuando pienso en quienes siendo contemporáneos no lo vivieron o no lo pudieron vivir así me dan ganas de reprender al viejo Martin, que cuando se pone serio suele rendir bostezos.

Martin Amis (vía)


30 de octubre de 2010

Atentado

Martin Amis es uno de esos llamados intelectuales que podríamos decir interesados/comprometidos con la actualidad de su tiempo. Parece que además, con la edad, no acaba de encontrar la ficción necesaria para una nueva novela. Amis comenta en este El segundo avión. 11 de septiembre: 2001-2007, que no hay escritor contemporáneo cuyo trabajo no haya podido ser afectado por el 11S. De su shock particular surge este volumen, compendio de artículos periodísticos, ensayos, relatos de ficción y hasta somera crítica de cine, todos ellos alrededor del 11S, sus razones, sus causas, y su impacto, y que sigue el gusto de Amis por describir la realidad que le impacta.

Martin Amis fotografiado por Bernardo Pérez (via)

Aunque es interesante ver la evolución del pensamiento de 2001 a 2007, con el desplazamiento progresivo del problema bajo estudio del 11S en sí a Irak y su invasión, me resultan más atractivas sus reflexiones sobre el Islam, un reflejo claro de la contradicción que encara Occidente cuando enfrenta su moral y su necesidad, y en especial su breve historia del islamismo nacido de la pluma del egipcio Sayyid Qutb, no sólo expuesto con claridad sino implicándose literariamente, por así decir.

Sin embargo, para mí lo mejor del volumen son precisamente las dos historias de ficción, en las que creo que Amis escribe a gran altura. Una de ellas, En el palacio del fin, recuerda a los excelentes relatos que Amis recogió en Mar gruesa, donde se subvertía la realidad, y las minorías y mayorías intercambiaban papeles y se veían obligadas a mirarse en espejos nuevos. Aquí, los dobles del hijo de un dictador presuntamente moribundo (un presumible Saddam Hussein) se ven obligados a no sólo representar a su sátrapa sino a sufrir sobre sí mismos los deterioros de su cuerpo (atentados, entiéndase) e incluso llevar la gloriosa vida (sexual, entiéndase) que debería llevar el líder supremo aunque no pueda. Aquí la realidad se materializa necesariamente en personaje secundario que ha de imitar a un ignoto y desaparecido actor principal, pero, además, se compara de continuo consigo misma.
7 u 8 dobles de Saddam (via)
El segundo relato, Los últimos días de Mohamed Atta, imagina los días 10 y 11 de septiembre de 2001 desde el punto de vista del líder del grupo terrorista y piloto que estrellara el primer avión contra la torre norte. Ni es (obviamente) amable ni comprensivo con Atta; Amis cree que la razón occidental no sirve para explicar coherentemente el islamismo. Su análisis de Atta recorre un radicalismo religioso enfermo de nihilismo fatalista (al estilo del análisis de André Gluksmann, que cree que esto no es religión sino desesperación), en el que el asco inducido por las ideas islamistas sobre la sociedad occidental y su trato del Islam, y por el ayuno enfermizo a que Atta se sometía, construye una voluntad de venganza que se alimenta en un cerebro que se imagina guiado por Alá. Atta es un desesperado desgarrado de la vida al que Amis lleva del destierro interior a la iluminación del horror en un relato de angustia exasperante.

Da para más el libro: hay crítica sobre United 93, la película de Paul Greengrass, hay exégesis de textos y expresiones (como el ‘9/11’ y el gusto norteamericano por la brevedad a veces inoportuna), y no falta Osama Bin Laden como figura icónica sin más discurso que su letanía sobre la luz de Dios que alienta al Islam. Interesará obviamente a los que guste el tema, o quieran ver a Amis con buen pulso, algo que no siempre sucede, antes de su siguiente publicación, esta vez sí una novela. Por supuesto, el libro ha sido controvertido especialmente en su país, porque historiadores y críticos hablan de que Amis se ha metido sin conocimiento íntimo en un terreno que no controla, y que por ello el libro es superficial. Bueno, yo no estoy de acuerdo, al menos desde mi lectura, tal vez también superficial. Detalles como que el título del libro fue escogido por ser ese avión, el segundo, el que nos dio conciencia evidente de que ya vivíamos en un mundo distinto al de apenas una hora antes, me parecen bien relevantes de lo que el 11S supone para Occidente.

Les dejo con una imagen de la firma que Amis dejó en mi ejemplar del libro en La risa de Bilbao.





25 de febrero de 2009

Experiencia inicial

Aunque aquel no era aún tiempo de blogs, puedo decir y digo que este cuaderno que hoy se inicia vio su primera luz cuando leí estas líneas:

Y ¿qué leía? Quiero comunicar un estado de ánimo, y lo que uno lee es algo indisociable a cómo se siente. En las biografías se debería especificar siempre, rutinariamente, al margen, lo que los biografiados leían en cada momento’

En aquel momento, yo hice mis deberes y apunté que estaba leyendo la página 262 de mi volumen de Experiencia, de Martin Amis, en Chicago en febrero de 2002. Recuerdo bien aquel viaje, realizado apenas medio año después de los atentados del once de septiembre, por un país histérico aunque todavía no ideologizado en extremo. Desde aquel entonces esta idea me obsesiona: ¿acaso puedo conocerte si no sé qué estás leyendo, qué música estás escuchando, qué película has visto recientemente?

Dejo que la cita de Amis quede ahí, al margen, de las líneas del cuaderno; no es mi escritor contemporáneo favorito, pero Experiencia es un magnífico viaje por su vida, y

¿Se conoce a Amis Jr. sin ‘Campos de Londres’?

posiblemente la autobiografía más original que recuerdo. Amis es un tipo listo, el que mejor ha usado su propia experiencia personal y literaria en su literatura. Además de este libro, también usa recuerdos de su propia vida en Koba el Temible (La risa y los veinte millones). Amis no tiene reparos en indagar en su intimidad literaria tanto como en su intimidad personal y, así, utiliza sus cartas –enviadas y recibidas- para desarrollar y perfilar –y describir- el carácter de su protagonista principal (él mismo). Esto sería en la vida de cualquier escritor mortal un horror sin fin, pero su familia y amigos pertenecían a círculos literarios y artísticos, y quien no escribía buenas novelas (su padre Kingsley) era historiador (el amigo de la familia Robert Conquest) o poeta (Philip Larkin). Así todo resulta más aceptable intelectualmente, aunque no por eso Amis se priva de dar carnaza. Ligera, de alto nivel, casi inalcanzable: por ejemplo, el acné adolescente de Daniel Day Lewis por la afición del futuro ejemplo del capital Mr Plainview por los bollos de mantequilla.

Amis hace literatura de prestigio pero en realidad expone su vida y la de su gente como si fuera un reality filmado tan estupendamente que en vez de ser la vida rodada pareciera seguir incluso un buen guión. Y las bitácoras, blogs, y todas las redes sociales de la Web 2.0 certifican que nunca antes hemos entendido tan bien estas escritura y lectura. Que nos sirve para disfrutar, sea leyendo, sea conociendo, sea follando. Bueno, no todos lo entienden así, ahí está Javier Marías, eterno resignado de los males del progreso que bien merece haber nacido unamuniano en época equivocada.

Koba el Temible lleva más allá el estilo de Experiencia. En este caso, el punto de partida es una sensación personal explícita y específica: la izquierda intelectual europea y los muchos años que defendió las políticas de Stalin a pesar de tener los suficientes datos para conocer lo que se coció en la Unión Soviética durante los treinta años de estalinismo. Este ser comprensivo con tito Iosif que fue el mismo Martin y su grupo de jóvenes amigos progresistas abre los libros de Vassily Grossman, Alexander Solzhenitsin y tantos otros, y reescribe su experiencia desde el punto de vista del novelista horrorizado por su falta de actitud en el pasado. Frente a los cronistas del terror que lo vivieron en primera persona, o aquellos que le dieron estructura de ficción (como Levi o Kertesz en los campos de concentración nazis), Amis no puede apelar a un recuerdo personal previo más allá de la presión ejercida efectuada sobre su conciencia juvenil. Obviamente, las experiencias no son comparables, pero queda subrayado que la vergüenza del no reconocimiento de las víctimas durante décadas influyó las vidas de Amis y su círculo (su padre pasó por ejemplo de comunista juvenil a furibundo antisoviético en los setenta) y le ha supuesto quebraderos morales de cabeza. Curiosamente, esto sí nos resulta apasionante a los lectores/espectadores de hoy en día. Holocausto, Revolución Cultural, Gran Terror, Gulag… Ya sabemos que son indecentes y hemos tenido toda la oportunidad de informarnos y rechazarlos por el desprecio de vidas humanas y el resumen de terror que supusieron; además, estamos bombardeados de ficción y realidad sobre ellos. Pero que un glamouroso escritor inglés sienta vergüenza por no haber reconocido a tiempo que una de esas masacres era auténtica es más humano, más chic, más similar a nuestra propia vida narrable, esa que no juzga en profundidad, esa que desestima por cinismo o supervivencia lo que pasa tan lejos aunque todo nos indique que también es algo nuestro. Ya que, coño, también tenemos vidas planteables en dramas tan soportables, que podamos explicar en una conversación emotiva aunque banal. O, ya que los tiempos son impúdicos, en blogs…