Como buen intelectual sesentón, Martin Amis fue un joven progresista que disfrutó del movimiento de liberación sexual de finales de los 60 y principios de los 70 en casi todo el mundo occidental. Hace unos meses el titular de una entrevista a Roman Polanski subrayaba que el director francés afirmaba, en lo que parecía un extracto interesado, que el sexo en los 70 noera algo tan importante como ahora. Y no hace ni un año, en el festival literario Gutun Zuria de Bilbao, asistí a un diálogo entre Antonio Altarriba y Catherine Millet en el que esta, autora del best-seller La vida sexual de Catherine M., afirmaba que, en realidad, el sexo que tenían en los 60 las comunidades jóvenes liberadas se acercaba más a un ingenuo juego infantil de descubrimiento mutuo (o a varias bandas) que a conceptos de morbo o cualesquiera otros más maduros o perspicaces que se les quiera dar.
¿El sexo en los sesenta? (vía)
En fin, no sé. Aunque sí sé que la nostalgia y la justificación histórica tienen estas cosas mitificadoras del pasado, obviamente no fui uno de estos escasos avanzados sexuales de aquellos años, que a veces hablan de esos tiempos como si no conocieran que había una sociedad mucho más numerosa que no vivía así, y a la que en cierto modo arrastraron.
Amis retrata en The Pregnant Widow su propia visión, y no puedo evitar compararla con su primera novela, la divertida y fresca El libro de Rachel, de 1973, con lo acartonado de los resultados aquí. El protagonista, escritor y literato y tres veces casado, recuerda desde 2006 del verano de su juventud que le marcó sexual y emocionalmente, 1970, pasado en una casona italiana en compañía de otros amigos británicos, su novia, y algunos personajes locales. La conversación y la divagación ganan a la escasa acción, que cuando llega resulta más interesante. La estructura de recuerdo + flashback/representación no es novedosa e introduce una tensión que no encuentro correspondida en los acontecimientos de un verano no tan tórrido.
Sólo el personaje de Gloria, la joven gorda a la que todos desprecian pero que resulta ser una devoradora inesperada introduce algo de alegría a una ficción intelectualizada en la que a Amis parecen sobrarle personajes y retratos innecesarios (el amigo homosexual, por ejemplo, de improbable aceptación tácita como se sugiere) y faltarle, salvo episodios, cierta alegría y vivacidad. El recuerdo cerebral de juventud que supone la novela puede parecer en sí una autocrítica, pero creo que esta es una interpretación amable. Este joven protagonista de simbólico nombre, Keith Nearing, lleva a tal racionalización su vida sexual que uno llega a pensar que resulta incapaz de disfrutar. Perseguir por tanto un placer inútil podría ser el mensaje de la novela. Tal vez eso desmonta más el mito sexual de aquellos años, pero cuando pienso en quienes siendo contemporáneos no lo vivieron o no lo pudieron vivir así me dan ganas de reprender al viejo Martin, que cuando se pone serio suele rendir bostezos.
Martin Amis (vía)