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3 de enero de 2025

El cuaderno rojo

 


Después de Zergatik Panpox me he atrevido con un nuevo libro, esta pequeña novela, de Arantxa Urretabizkaia, titulada Koaderno Gorria. La protagonizan en realidad dos mujeres en situación de desplazamiento. Una de ellas, conocida como L, está en Caracas en una misión: encontrar a y contactar con los hijos secuestrados de la otra protagonista, conocida en la novela sólo con el nombre de Ama.

Ama, además de haber criado y educado a sus hijos de 10 y 13 años, a los que su marido secuestró hace siete años, ha escrito el cuaderno de tapa rojas del título, una pequeña memoria dirigida a sus hijos de cómo fue su nacimiento, sus primeros años, y sobre cómo se dio cuenta de su secuestro. Este se debe, aparentemente, a que Ama tuvo que huir a Francia y refugiarse en una casa oculta; el marido, que se había por lo visto separado de los intereses de su mujer, que anteriormente compartía, decide secuestrar a los hijos y emigrar a Caracas. Siete años más tarde, Ama por fin ha tenido noticia de ellos, y envía a L para que les entregue el cuaderno. El libro combina las acciones de L en Caracas junto con los textos del cuaderno que ella misma va leyendo. No es del todo fácil adivinar la ambigua relación de L con Ama, y también lleva páginas comprender la trama por su montaje paralelo, que indica también determinadas trayectorias paralelas entre Ama y L.

El cuaderno rojo de Ama contiene textos y situaciones que recuerdan vivamente a Zergatik Panpox, dejando claro que la relación materno filial es de gran interés para Urretabizkaia, especialmente con niños pequeños. De nuevo aparecen vívidas situaciones de cierto costumbrismo donde la ternura y la intimidad con el bebé o el niño o niña relucen con especial cercanía en su literatura. El calor del euskera como idioma hacia con los niños es probablemente parte de este encanto, ya que el testimonio es de nuevo dado por una madre (conocida como tal por su nombre en el texto, Madre) dirigiéndose específicamente en este idioma. En Koaderno Gorria, de hecho, la posibilidad de que los niños la hayan olvidado  angustia a Ama, pero también y con cierta intensidad, que hayan olvidado el idioma y que puedan necesitar una traducción del cuaderno. Esta obsesión además no se resuelve, con cierto simbolismo, hasta la página final.

Zergatik Panpox y Koaderno Gorria comparten también la situación de separación de una pareja por motivos que en las solapas se definen como políticos. En realidad, se trata de militantes de ETA. En Zergatik Panpox es el padre quien ha abandonado a la madre por la 'lucha', y en Koaderno Gorria sucede que la madre debe recluirse para no ser detenida; el lado menos militante de la pareja, en cada caso, se queda con la descendencia. Es obvio en ambos casos que el contexto no es el tema principal del libro, que en cierto modo actúa como deus ex machina que desata el acontecimiento que altera la vida de una madre reciente, pero por otro lado es revelador que en la ambigua sombra trasera figure en ambos casos el terrorismo. En Koaderno Gorria es más obvio: Ama se manifiesta embarazada a finales de los setenta, se considera una luchadora por la independencia, y sin explicar posibles acciones, se ve obligada a pasar la muga y refugiarse en Francia. Pertenece al personaje la romantización de su propia postura, dibujada con orgullo inevitable. Existe un arrepentimiento sentimental contenido al final, pero no cabe duda de la factualidad de aceptación del discurso descriptor de un determinado país que tiene esta construcción, que en cierto modo pretende alcanzar un mito que hoy en día les gustaría hacer fundacional a sus seguidores. No es que no lo intenten: de esto va la batalla del relato, que ahora se ve tan lúcida al leer un libro de hace 35 años.

Arantxa Urretabizkaia (foto de Wikipedia)


21 de septiembre de 2023

Panpox

 


De mis tiempos de lector en euskera hace dos y tres décadas no recuerdo por qué no caí en manos alguna vez de Arantxa Urretabizkaia, una de esas jóvenes clásicas de aquella eclosión de oro de la narrativa en euskera de los ochenta y noventa. Bueno, nunca es tarde.

Panpox es el apelativo cariñoso con el que una madre llama a su hijo Antxon en el transcurso de un día, espacio temporal que Zergatik Panpox, esta brevísima novela en la que desde el despertar (con un sueño) hasta el acostarse, esta mujer narra en primera persona y aparentemente a sí misma todos los azares de un día cualquiera, en el que los horarios y necesidades, y las conversaciones con su hijo Antxon, acaparan casi todo. Siguiendo un escogido y muy efectivo flujo de conciencia, esta madre asfixiada por las exigencias de la familia monomarental habla con su hijo, piensa en las tareas de la casa, hace planes para completarlas a la noche, se obsesiona con el tráfico para poder dejar y recoger a Antxon en la escuela, intenta alguna compra, se permite un descanso en una peluquería... Y también piensa, de continuo, en Txema.

¿Y quién es Txema? Sobre todo, una ausencia, alguien que se ha ido: 'Txemak alde eginez gero…’ ('una vez que Txema se ha ido...’) es una frase repetida varias veces en el texto, y tras ella suele aparecer un cambio vital: no duerme igual, anda escasa de dinero, etc. Txema aparenta ser la pareja de la mujer, el padre de Antxon, pero nada es seguro. Y tampoco es seguro si la pareja se ha roto, o si está fuera temporalmente por trabajo, o si como parece más probable, está huido por ser miembro de ETA.

Algunas de las alusiones a la situación vasca de los setenta son colaterales pero su imbricación en lo rutinario es evidente. En los problemas de tráfico del día se inscriben los controles a pasar con el coche y que retrasan las idas y venidas a la escuela, por ejemplo. Más escalofriante es la pregunta de formulación infantil por parte de Antxon sobre si había alguna razón para que murieran más grises que verdes / civiles. Tuve que releer el fragmento para asegurarme, ya que mi euskera está desafortunadamente enmohecido. Y sí, la criatura pregunta eso, probablemente con una normalización del horror cotidiano que costó mucho interpretar de otro modo, y que puesto en boca de un niño leído 45 años después resulta de una fuerza inusitada. Zergatik Panpox está publicada en 1979. Aunque Txema podría perfectamente ser una figura idealizada, tampoco es así: el reproche por la soledad y la responsabilidad que pareciera haber dejado atrás aparece, pero su ausencia se admite también con cierta inevitabilidad inexplicable (y eso suele significar 'lo innombrable').

El diálogo consigo misma de esta mujer tiene más aristas, desde luego. Es fácil interpretar la historia desde el feminismo con una lectura rica entre el empoderamiento de sus opiniones, la servidumbre cariñosa hacia un niño con sus tiranías reflejo de un futuro masculino al uso, y el recuerdo dependiente de la figura masculina ausente. Lo excelente del estilo es que todos estos matices de la personalidad de su protagonista tienen cabida en su monólogo de frases cortas, con continuos recordatorios de sucesos del día incluidos los pensamientos previos o los comentarios de Antxon, dibujando así de manera muy elegante la situación concreta de una mujer atrapada en las exigencias cotidianas en las dificultades que esa vida le supone y en la que no tiene tiempo para pensar en su propia liberación.

El euskera se antoja un idioma muy adecuado para esta historia, dada su especial relación con la oralidad en el entorno familiar y con los niños. La sencillez del vocabulario no significa simplicidad en intenciones y logros, pero sí permite la lectura gozosa a euskaldunberris diletantes. Pongo el ejemplo de esta frase poética que tan bien recoge la capacidad de fabulación de un niño:

Ama, non bizi dira malkoak begietara azaltzen ez diren bitartean?

Es decir, ‘Mamá, ¿dónde viven las lágrimas mientras no aparecen en los ojos?’

Arantza Urretabizkaia (foto de Wikipedia)