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12 de octubre de 2016

1860. Capítulo 5


La tentación en esta reseña de Viva, el quinto libro de la serie histórica de Patrick Deville consagrada a la historia de la humanidad desde 1860, aproximadamente, es decir que por primera vez el protagonista es un país, México, como epicentro de las políticas de izquierda durante los años 30 y 40 del pasado siglo, y no un personaje. Viva (título también del original francés) no es una novela completamente centrada en un personaje, como lo era Peste & Cólera en Alexandre Yersin. Se parece más a Pura Vida o Equatoria, que son más corales aunque William Walker y Pierre Savorgnan de Brazza sean los personajes eje. En Viva sin embargo, sí hay un personaje eje que sin embargo no es alguien olvidado por la historia, sino uno de los personajes más famosos del siglo XX: León Trotsky, quien sí hiciera la revolución (en ocasiones, en el libro aparecen Sandino, Bolívar o El Che y parecen saludar al jefe del Ejército Rojo) y triunfara en ella, para luego caer en desgracia y convertirse en proscrito de la Historia.

León Trotsky

Trotsky, de vocación fundamentalmente literaria, comparte bastante protagonismo en paralelo con Malcolm Lowry y su propia odisea maldita en busca de la escritura de Bajo el volcán, sucedida sobre todo en México. Un México donde también acaban comunistas españoles, fascinantes anarquistas europeos (B. Traven/Torsven/Ret Marut), y donde el mundo artístico en que participaban Frida Kahlo o Diego Rivera se entrelazaba con los comunismos oficial y el de la IV Internacional, y donde la conspiración estaliniana alcanzó una de sus principales cimas. El libro, como en los anteriores, viaja mucho, pero la sensación de México como epicentro es grande. Veremos la Rusia de los viajes de Trotsky y la Francia de su primer exilio, y ciertos apuntes a su exilio posterior. Otros personajes que también surgen o terminan en México nos proporcionan apuntes algo menores de otros lugares.

Malcolm Lowry (vía)

No quisiera que estas reseñas de la serie acabaran convirtiéndose en una comparación entre libros, pero resulta inevitable cuando la familiaridad literaria empieza a imponerse. Viva recoge a un personaje más obligado a viajar que necesitado de ello por un prurito interior, desde su papel en la Revolución Soviética a su persecución hasta la muerte en manos de Ramón Mercader en 1940. Aspira a ser un escritor, y muchos le reconocen como excelente en esa labor, y como tal posiblemente un ser estático aunque necesitado de conocimiento e inquieto por naturaleza, al que el libro comienza a describir en su conocido destino final. Tal vez Deville, como Trotsky, se fascina de ese México postrevolucionario y necesita por ello incluir más personajes con esa misma fascinación, como ese destrozado Malcolm Lowry, escritor como Trotsky, pero hijo de un acaudalado británico que pagó su vida de excesos en busca de una obra maestra. Deville no afronta su retrato de manera diferente a los anteriores: la documentación le sirve para establecer nexos históricos entre viajeros y revoluciones, y conexiones sorprendentes entre los diferentes protagonistas, haciendo de la Historia un juego fluido, una rueda de repeticiones, que alivia con humor y cierto desencanto que, en esta ocasión al igual que en Pura Vida, tiene que ver con la aparente relación necesaria entre revolución y traición, y el sempiterno desencuentro de las izquierdas. Lo cual no impide su retrato certero y preciso de personajes, de sus intenciones, y una empatía con casi todos ellos en una cercanía psicológica que los historiadores no suelen ejercer. Trotsky no es tan malvado como Walker, ni un beato como Yersin, sus matices son más complicados: pocos han escrito la teoría y ejercido la práctica de la Revolución con, al menos, algo de éxito.

Ramón Mercader (vía)

Deville también viaja y conoce a los herederos supervivientes de algún protagonista, recuperando su presencia en el libro, aunque en los anteriores su inmersión era mayor. Tal vez más que tentador será tópico ver en este libro dedicado tan profundamente a México un carácter más evasivo ante hechos incomprensibles acontecidos en un país incomprensible.

Mi agradecimiento a Sergio Sánchez por el volumen. La intención es hacer que Viva rule. Si alguien lo quiere, que silbe por favor…

Patrick Deville (vía)




18 de mayo de 2016

1860. Capítulo 4


Desafortunadamente, el capítulo 3 de la serie de novelas de Patrick Deville, titulado Kampuchea, aún no se ha editado en castellano. Por eso he tenido que leer antes Peste & Cólera, el cuarto de la serie, y, hasta la fecha, uno de los más premiados. Hay algunas diferencias importantes con las dos primeras novelas de la serie (recuerden Pura Vida y Ecuatoria), y aquí las vamos a contar…

Recordemos que Deville está construyendo la historia de la humanidad globalizada, partiendo del año 1860 en el que según él se inicia una clara conexión global entre personas de diferentes países. La persona de referencia, tras el malvado William Walker, y el buenazo pero cuyas acciones dieron lugar a consecuencias terribles Pierre Savorgnan de Brazza, es ahora un casi santo en vida, Alexandre Yersin. De nuevo un personaje prácticamente olvidado, que sin embargo trabajó con Pasteur, identificó los bacilos de la difteria y nada menos que de la peste bubónica, pero además exploró por primera vez determinadas partes de Vietnam, cultivó con éxito la quinina y el caucho, y estudió botánica, geografía, astronomía, y prácticamente todo lo que se le puso por delante, con gran pasión, dedicación y rigor. Vivió de 1863 a 1943, desde su Suiza natal a París y de ahí a Vietnam, donde dejó una rica herencia técnica, cultural y científica. Deville le conecta con Pasteur y toda su banda de heroicos microbiólogos, también con Rimbaud como figura que huyó de la metrópoli a la vez que Yersin, con Stanley y, sobre todo, con el carácter de huérfano de la mayoría de todos estos personajes.

Alexandre Yersin (vía)

Yersin resulta especialmente inclasificable, es un personaje de trazo distinto a los anteriores en la serie, con los que ni siquiera comparte el mismo tipo de ambición (que en Yersin es sed de conocimiento, y pocas ambiciones me parecen tan puramente loables), y mucho menos su carácter célibe y solitario (que suena mucho a homosexual reprimido), brillante hasta el punto de apenas dedicar sólo dos años seguidos a cada parte de su peculiar carrera y aun así haber destacado en casi todo lo que intentó, huyendo siempre de homenajes, politiqueos y premios. La principal diferencia de Peste & Cólera con los anteriores libros es que en esta ocasión no existe capítulo que no se centre en el propio protagonista, quien lo ocupa casi todo. No es que, como las anteriores, esta novela no se centre sobre todo en un personaje, pero la búsqueda de otros que también se movieron en parámetros espaciales y temporales similares está muy reducida, apenas esbozada. Así, la novela es mucho menos ramificada y claramente más lineal aunque existan saltos en el tiempo centrados en la misma vida de Yersin; el exterior nunca deja de relacionarse casi exclusivamente con él.

El bacilo de la peste, Yersinia Pestis, descubierto por Alexandre Yersin (vía)

La otra diferencia es el trato hacia sí mismo que se otorga el autor. Frente a la presencia documentalista de los dos libros anteriores, el personaje de Deville de este libro opta por mencionarse como fantasma del futuro que visita a Yersin y sus lugares.  Como lector, entiendo que cambie el recurso puesto que las dos primeras novelas lo revelaban en exceso y, en esta ocasión, aporta menos dado que no existe un personaje actual visitable o entrevistable, o un acto contemporáneo (como el traslado de los restos de Brazza, por ejemplo) que permitan al autor personarse y realzar el peso de su investigación, aquí reducida a la lectura de archivos y al paso por los sitios en que vivió Yersin, sin referentes actuales por no ser relevantes. Pero, por otro lado, el fantasma no es un recurso demasiado aportador a la rica reflexión documentalista que tenían los anteriores libros.

Pero, por otro lado, Deville entra con tanta elegancia y maestría en la cabeza y cuerpo de Yersin, desde su infancia hasta su vejez, que sin duda nos encontramos ante el mejor retrato de todos los protagonistas hasta ahora, por su densa carga emocional, y la, hasta ahora, mayor conexión propia de autor, lector y personaje. Dibuja una persona tozuda, inteligente, inquisitiva, leal y admirable, cuya pasión es perfectamente entendible, cuyas acciones siempre fueron buenas, incluso morales, alentadas por la búsqueda del bien de sus semejantes. Deville trabaja un trazo aparentemente simple en las frases, fluido en los avatares del tiempo, que comunica sin grandilocuencias, y breve pero revelador en la descripción de los logros de su vida.

Creo no obstante que no debemos confundir este alejamiento de parte del canon devilliano de la serie con un acercamiento a los libros biográficos de Jean Echenoz, en los que he pensado por primera vez, seguramente por la presencia continuada de Yersin en la historia, tal y como Echenoz hizo con Zatopek, Tesla o Ravel. Deville supera a su compatriota en profundidad psicológica, en el apasionante entramado de relaciones, y en la relevancia histórica conseguida. Bueno, en realidad, juegan deportes distintos, Echenoz se acerca más a un cierto divertimento desmitificador, mientras que Deville también consigue ternura pero alcanza un resultado globalmente (pun) más enriquecedor.

El siguiente paso se prevé mexicano: Viva. Será el quinto capítulo de esta serie, a falta de que Kampuchea aparezca milagrosamente en las librerías…

Patrick Deville (vía)



18 de febrero de 2016

1860. Capítulo 2


Pierre Savorgnan de Brazza, uno de los exploradores europeos del siglo XIX, es el protagonista del segundo volumen de la aventura literaria de Patrick Deville, que empezamos (Pura vida) en Centroamérica con un eje hacia los EE.UU. y continuamos ahora en África con un eje hacia Europa, sin desdeñar los laterales hacia Cuba. Brazza es coetáneo de Stanley, y ambos en cierto modo compitieron en parte y sin saberlo por la colonización de los terrenos alrededor del río Congo. Uno era italiano y lo hizo para el gobierno francés. El otro era galés y lo hizo para el gobierno belga,

Los valores de Pura Vida mejoran en Ecuatoria (que es una provincial del actual Sudán del Sur) especialmente porque el personaje es más simpático, y sin duda le cae mejor a Deville. Brazza, como Walker, es un personaje algo olvidado, pero no tiene ambición de poder ni actuó de manera militar. El hilo que recorre la novela (ramificada en mil historias, todas ellas verdaderas, al estilo de Deville) es el traslado de los restos de Brazza, que murió en 1905 en Dakar, fue enterrado en Argel (donde vivía su familia), y trasladado en 2006 a un polémico mausoleo en Brazzaville, capital del Congo que él mismo fundó en 1880. Deville viaja durante este proceso a Argel y a varios países del África Central (Gabón, Santo Tomé, la República Democrática del Congo, el Congo, Tanganika + Zanzíbar, Angola…). No sólo persigue a Brazza y Stanley (que le permiten una primera mención en la serie a Plutarco), sino a los alemanes Emin Pachá y Albert Schweitzer, a los revolucionarios angoleños enfrentados Jonas Savimbi y Agostinho Neto, al también revolucionario y necesariamente paciente Laurent Desirée Kabila, al comerciante árabe de esclavos Tippu Tip, sin olvidar a Joseph Conrad o al Che Guevara… Todos ellos viajaron por la región, algunos de manera incansable, en rutas que definieron el continente desde mediados del siglo XIX hasta mediados de los setenta, cuando los últimos países centroafricanos se independizan por fin, y mientras se desarrolla la Guerra Fría que tuvo uno de sus principales escenarios –quién lo diría- en la región, con los soviéticos financiando y armando a los grupos que desalojaban a los colonizadores o a sus herederos.

Pierre Savorgnan de Brazza era un hombre guapo (vía)

Brazza obviamente genera polémica. Aún mantiene su nombre en la capital del principal país que exploró, y que luego quedó colonizado y aplastado de manera brutal. Pero mientras él estuvo allí incluso en su gobierno no cometió desmanes y fue reconocido por los lugareños. Murió precisamente por investigar sobre el terreno las denuncias de brutalidad que llegaban a la colonia, al enfermar de disentería. Estos héroes olvidados, que no alcanzan la gloria, cuyos objetivos tienen consecuencias cuando menos dudosas, son los que interesan a Deville en su fresco histórico de los últimos 200 años. Su estrategia es la misma que en el libro anterior: el azaroso pero tan bien estructurado entrecruzamiento de los personajes de la Historia, tanto en el espacio como en el tiempo, salpicado de la propia experiencia de Deville en el terreno, donde el autor prefiere sin duda subrayar la sabiduría popular de sus contactos y descubrir en ellos que el rastro del tiempo histórico que domina y refleja es a la vez pesado pero banal.

Para el lector, pienso en este segundo libro, le queda además la lección académica contada con frescura y un método que seguramente los historiadores no verán adecuado, pero que es emotivo y objetivo, sin que esto resulte contradictorio, gracias a la mirada directa –novelesca-a la psicología de los protagonistas. Recordar ahora las luchas entre la UNITA y el MPLA puede resultarme más sencillo. Pensar en los refugiados zaireños que llegaron a Bilbao cuando Kabila, tras treinta años oculto en la selva, destituyó a Mobutu. Los inesperados esclavistas que la historia y los viajes ponen encima de la mesa. Etc…
En fin, el tercer volumen, Kampuchea, aún no está editado en castellano. ¿Esperaremos o pasaremos al cuarto, Peste y cólera, que sí lo está? Creo que Deville  nos dará permiso…

Patrick Deville (vía)


19 de noviembre de 2015

1860. Capítulo 1


Hace poco leí un artículo sobre el fascinante proyecto literario de Patrick Deville, contar en doce novelas la historia del mundo desde su conexión globalizada en 1860, y no pude evitar sentir el cosquilleo de los grandes proyectos literarios a seguir. Bueno, el cosquilleo que normalmente sienten otros lectores, que yo no suelo caer en trilogías nórdicas noir, largos cuentos de sado soft, o frescos medievales de brutalidad postmo. En realidad, creo que el picor arreció porque el proyecto está en marcha, porque hay un evidente aliento proustiano en el mismo –aunque muchas diferencias con el muchacho que apenas salía de Balbec-, y porque las conexiones y paralelismos históricos siempre me han interesado. La decisión está tomada: leer las novelas en el orden en que el escritor las ha ido publicando, leerlas en castellano, hacerlo necesariamente con ejemplares de biblioteca, empezar ya y esperar varios meses entre volúmenes. El orden de las ediciones, la existencia de traducciones, y que las bibliotecas se comporten son las barreras a superar.

Me pongo normas porque el lector tiene derechos, y porque me parece adecuado hacerlo ya que Deville tiene las suyas propias: las doce novelas parten de 1860 y acaban en la actualidad (bueno, no es del todo exacto en Pura vida), todas narran una exploración, un avance científico, una conquista o un suceso de los que cambian la historia (esto sí), todo lo escrito en ellas es verdad (vale), y las seis primeras novelas viajan de Oeste a Este, mientras que las seis últimas lo harán al revés (a mí me parece que la primera viaja más del norte al sur, aunque puede ser discutible). En fin, que con estas condiciones yo también podré saltarme mis propias reglas, ahí, innovando tope.

William Walker (vía)

1860 es el año de la muerte de William Walker, a quien la mayoría recordamos con los rasgos de Ed Harris, que fue un señor norteamericano que llegó a presidente de Nicaragua, y cuyas campañas en Centroamérica son uno de los muchos motivos del histórico odio a los Estados Unidos existente en la región. Su revolución particular ocurre en lugares no alejados de la que luego intentara protagonizar Sandino y que Somoza padre cercenara en cuanto tuvo ocasión. Aunque décadas más tarde las tornas cambiaran y el sandinismo de Ortega y Borge tuviera su oportunidad frente a Somoza hijo. Pura vida tiene un desarrollo importante en 1997, cuando Deville visita a varios protagonistas del momento nicaragüense, justo cuando el corrupto Arnoldo Alemán ganó las elecciones a los sandinistas, que ya llevaban años fuera del poder tras aceptar que hubiera elecciones democráticas. Claro que la revolución sandinista no hubiera existido sin el apoyo de Cuba, que también tuvo su revolución, con uno de sus líderes pretendiendo una unión de latinoamericanos que también buscó el libertador Simón Bolívar (de quien Deville recuerda su derrotista y agotado  quien sirve a la revolución ara en el mar), quien fue presidente de varios países, algo a lo que William Walker no hacía ascos.

La apasionante circularidad de la Historia, la historia interminable de las revoluciones en Latinoamérica, que recuerdan a las veintiocho de ellas que lideró el coronel Aureliano Buendía –sin ganar ninguna-, los personajes inconmensurables, héroes y antihéroes,  como Francisco Morazán (que fue presidente de cuatro países, incluyendo una unión efímera de todos los estados de Centroamérica), Narciso López (que intentó descolonizar Cuba cinco veces), o el Che .50, que… bueno esto sería un sin parar, no tiene sentido nombrar todas las puertas que abre este texto rico en conexiones, vidas y desvelos. A estas historias de la Historia se le une el episodio del propio Deville en los dos  principales escenarios de los hechos directos en la vida y muerte de William Walker, Nicaragua y Honduras, donde muestra los resortes de un trabajo que es investigación pero también experiencia, acercándose al nuevo periodismo y a la no ficción, pero narrando una mixtura temporal de carácter exclusivamente novelesco, de cierta mirada evasiva, al que los hechos superan por su propia aparatosidad y grandilocuencia, dejando al hombre concreto relegado al papel, hoy, de espectador, en el fondo, de la propia especie a que pertenece.

El siguiente episodio sigue a Brazza por África.

No, no voy a abrir un blog nuevo, seguiremos informando en éste.

Patrick Deville (vía)