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14 de junio de 2012

HHhH



Laurent Binet es un profesor francés obsesionado con Checoslovaquia, donde hizo el servicio militar y donde ha trabajado durante años. Y en su obsesión figura en un punto principal el asesinato de Reinhard Heydrich, el hombre del Reich en Checoslovaquia de 1941 a 1942, especialmente sanguinario, número dos de la SS, figura relevante en la adopción de la Solución Final: baste con decir que trabajaba para Himmler y era el jefe de Adolf Eichmann. HHhH es el resultado de esa obsesión: Binet asegura haberse documentado y leído tanto sobre el tema que necesitaba honrar mediante el realismo y la veracidad a los héroes que cometieron uno de los atentados con éxito de mayor escala del nazismo. Josef Gabcik y Jan Kubis son héroes principales.

El héroe Josef Gabcik (vía)

El héroe Jan Kubis (vía)

Y así, la búsqueda de realismo, veracidad y homenaje se convierten en un auténtico leit-motiv del libro, donde Binet se hace presente desde el principio, explicando sus intereses y los mecanismos por los que no quiere que su obra se convierta en novelesca gracias a los tentadores mecanismos que tiene la ficción para encontrar la verdad. Se convierte en crítico acerado al hablar de otras obras que reconstruyeron los hechos (novela, películas, de las que destaca su invención, su falta de documentación, o su infidelidad a los hechos; esto incluye a Jonathan Littell, cuyo libro Las benévolas le trastorna al ser publicado durante la redacción de HHhH); es un compulsivo coleccionista de anécdotas alrededor de Heydrich, y, en definitiva, se presenta más como creador vulnerable: no consigue cumplir su objetivo y noveliza de continuo, se sitúa él mismo en el lugar de los hechos, se discute a sí mismo su escritura… y hace así partícipe al lector del proceso de creación de su novela.

Esta presencia del autor y su interés por revisar la novela histórica se me antojan algo excesivos y un tanto subrayados. Creo que la idea es brillante, especialmente cuando hablamos del Holocausto, siempre el mejor ejemplo sobre la representación de la realidad (y su explotación), pero Binet tal vez ha sucumbido a algo de ombliguismo de la literatura de hoy en día, la que recurre a la no ficción personal (intransferible, la única que no está narrada con anterioridad). Se acerca así a Coetzee, a Amis, a Auster, claro está. Pero también a los bloggers, que sin duda adoptan mayoritariamente la primera persona por defecto en su narrativa.

El lugar del atentado en 1942 (vía). A veces miro la foto y me recuerda a Dallas 1963.

Sería de todos modos injusto decir que esto se impone a los hechos, además de que creo que a Binet le daría un ataque si alguien lo pensara. No lo hace, en arte porque los hechos cuando menos son apabullantes y en parte porque Binet adopta una estructura que busca el clímax de manera magnífica, con una prosa sobria pero emotiva en el reconocimiento del heroísmo de los protagonistas, incluso aún cuando el lector conoce el final. La acción avanza en capítulos cortos, salta entre los distintos escenarios básicos de la acción (Londres y el gobierno checoslovaco que toma la decisión del atentado en el exilio, Praga y la situación del Protectorado del Reich, Berlín, Viena, París, Kiev, y otros escenarios de la II Guerra Mundial), dosifica el avance cronológico, deja apuntes históricos, y crea una red que envuelve personajes y situaciones hasta una única resolución en las dos escenas cumbre continuas:  el atentado y el refugio en la cripta de sus autores. Digamos que cumple con creces su objetivo, manteniendo al lector atrapado en una veracidad hasta el punto que la puede permitir la literatura de emoción, pero en la que parte de la lección de literatura podría haberse reducido para ser estratosférica.

El villano Reinhard Heydrich (vía). Como subraya el libro, su muerte afectó mucho al partido nazi por ser un dirigente que destacaba también físicamente frente a los demás miembros de la cúpula.

El título enigmático pero inteligente (no conocerá traducción) significa en alemán El cerebro de Himmler se llama Heydrich, es decir, Himmlers Hirns heibt Heydrich, y es una frase que al parecer se murmuraba al referirse en Alemania a Reinhardt Heydrich y su papel en el régimen nazi. Supongo que no se diría muy alto, no sería cosa de avergonzar al dirigente mayor de la seguridad nacionalsocialista. Me gustan tantas haches juntas. En nuestro idioma invocan silencio, la repetición de letras recuerdan el gusto de la política de aquellos años por los organismos nombrados con siglas y acrónimos. Cosas del inicio de la propaganda, supongo.

En resumen, otro libro excelente de la nueva hornada de escritores franceses que últimamente estoy leyendo. También fue Premio Goncourt, en este caso a la mejor primera novela, y queda recomendada con el debido fervor.

Laurent Binet (vía)