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2 de noviembre de 2011

Tiempo y pantalla



Andrei Tarkovski es un director de cine soviético de cuya muerte se cumplen 25 años. Dirigió pocas películas, todas ellas con fama de densas, poéticas y artísticas, de las que la más famosa es posiblemente Solaris, que en su día (1972) se presentó como la respuesta soviética a 2001. Una odisea del espacio. Tarkovski está muy considerado como director de culto gracias también a otras obras como El espejo, Stalker, Nostalgia o Sacrificio, y este libro, titulado Esculpir en el tiempo, recoge sus apuntes sobre el oficio del director de cine a lo largo de su vida.

Un póster de la versión de Tarkovski de la mítica novela de Stanislaw Lem, que incluye además referencia a su paso por el festival de Cannes (vía inventodeldemonio

En el libro, Tarkovski reivindica el cine como arte autónomo, lujo del tiempo tecnológico que le ha tocado vivir, pero que debe desligarse de las otras artes que lo conforman. Para ello, una película debe definirse alrededor de una figura única, el director, que le da el sentido artístico completo. En coherencia con esta política de autor y la búsqueda de la poética de lo vital que según él debe ser el objetivo del cine, Tarkovski aborrece de los géneros y los efectos especiales, por asfixiar al espectador sin darle tiempo ni espacio para apreciar la poética del cine, y da a éste un sentido moral, con un ansia de expandir el alma de una audiencia limpia, no contaminada de interpretaciones previas y lejos de intereses comerciales y políticos. Tarkovski niega introducir en sus películas elementos simbólicos o interpretables. Dice buscar una emoción poética directa y una representación real del tiempo de la vida en la pantalla, con planos en general muy largos, en los que la cámara fluye de manera muy natural en planos secuencia, en los que se relacionan personas, actos y objetos con un punto de vista emocional. Los críticos que han hecho de él esa figura de culto llenan esto de lecturas que el director niega…

Son míticos los diez primeros minutos del plano secuencia de la última película de Tarkovski, Sacrificio, rodados alrededor de un árbol. Si bien un buen conocedor distinguirá que este fotograma corresponde a la escena final (vía miradasde cine)

Siempre he pensado que no hay que creerse mucho a los artistas cuando hablan de su oficio, y el caso de los directores de cine me parece uno de los más significativos. Varios clásicos como Wilder, Hawks, Welles o Ford parecían tan imbuidos del sentido del espectáculo que se preocupaban más por la brillantez de las entrevistas o los libros en sí que por dar las verdaderas claves del oficio. Tal vez el libro de Truffaut sobre Hitchcock rompe inicialmente esta consideración. Y Esculpir en el tiempo, en realidad, no se parece a ninguno, ya que incluye la experiencia dolorosa de Tarkovski como autor no comprendido, muchas veces por el público, y siempre por la autoridad. Resulta curioso que hable continuamente de que su visión se aleja de la del realismo soviético, al que Tarkovski no considera verdaderamente interesado en dar arte auténtico al pueblo, aunque se cuidara de manifestarlo así (pero en el texto le da buena estopa a Eisenstein, por ejemplo). Si cuando aparecen estas explicaciones sustituimos en el texto pueblo por audiencia y realismo soviético por cine comercial de Hollywood, creo que tampoco cambiaría mucho.

Para leer este libro, les advierto, hay que tener interés por el arte y su relación con la vida, además de por el cine como pasión artística. No es necesario conocer el cine de Tarkovski (yo de hecho sólo he visto tres de sus películas) ni entra en grandes detalles técnicos. Pero, para quien tenga esos intereses, el libro es radicalmente clarividente. Sufre, eso sí, de algo de falta de conexión por ser textos escritos en periodos distintos de la vida del director. 

Andrei Tarkovski, vía disparodenieve