El campo del alfarero
es el título de la primera novela de la serie del comisario Montalbano que leo.
Como es sabido, el veterano escritor siciliano Andrea Camilleri fue un
novelista tardío y casi con 70 años publicó la primera novela del personaje
Salvo Montalbano (nombre que homenajeaba a Manuel Vázquez Montalbán), un inspector
de policía de Vigata, localidad siciliana de nombre ficticio donde desarrolla su
trabajo entre costumbrismo italiano, el gusto por la gastronomía y la
literatura y el cine, la mafia, y una organización policial funcionarial.
Camilleri es sobre todo, y creo que por eso se le lee, un autor muy divertido. Aunque su
Montalbano tiene paralelismos con el Carvalho de Vázquez Montabán, no he podido
evitar recordar de continuo el tono humorístico descreído de Eduardo Mendoza,
aunque el loco detective a la fuerza de éste es un personaje muy distinto. Como
autor noir, Camilleri es más
costumbrista que social, lo que permite que el humor encaje más fácilmente en
los contrastes dialectales de una sociedad inculta o las, tampoco muy
elegantes, diferencias sexuales.
El campo del alfarero
es el lugar de Vigata donde aparece un cadáver mutilado en treinta pedazos en
lo que aparentemente es un asesinato ritual de la Mafia, siempre que alguien no
haya querido que precisamente parezca eso. El título del libro incluye una
referencia bíblica con la que Camilleri inunda el libro y su tema: la traición,
que es continua en varias de las relaciones de los personajes del texto.
Barcas en Sicilia, fotografía de soyignatius
Sigo sin disfrutar del todo el género negro, a cuyos cánones
de resolución se encamina El campo del
alfarero con esperada profesionalidad algo churrera. Se produce también un
compadreo habitual en el género entre autor y protagonista, que se permite
dibujar al lector el cuadro creativo de personajes a los que sabe manejar, que
realza una sombra demiúrgica un tanto subrayada. El libro arranca carcajadas
sobre todo al principio, pero una vez leídos los primeros chistes, rara vez hay
renovación o profundidad. De Camilleri, para resarcirse, me permito recomendar
otra novela de 1998, La concesión del
teléfono, que me pareció muy brillante y me dejó mucho mejor sabor de boca.
Andrea Camilleri (vía)