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16 de febrero de 2025

Del logos al mito

 


La historia de Alan Ruxton y Tulie Hall que han escrito a cuatro manos Weldon Penderton y Albert Kadmon en niñosgratis* comienza con una referencia velada a Cien años de soledad, que resulta significativa como definición de lo que viene: un realismo crudo y atroz reflejo de la dura vida en el Oeste, y una apuesta por lo dionisiaco, la magia, la lisergia y una sexualidad primitiva.

Adolescentes, Alan y Tulie marchan con una expedición en busca de unos tramperos, y acaban unidos a un grupo de ellos que viven siguiendo una hermandad masculina con contratos de “matelotage”, al estilo del descrito por B. R. Burg para los piratas del siglo XVII. Este grupo está en relación con una tribu de indios de la zona con cuya primera visita los chicos pasan un primer rito de iniciación, para descubrir que uno de ellos es “bardaxe”. Ambos acaban integrados en un pueblo indio, donde les reconocen valor y poder. Tendrán también la posibilidad de viajar a San Francisco, antes de que los espíritus les reintegren a la vida india de manera aparentemente inevitable.

La balada de la mano de oro es una novela corta pero contundente, de ritmo rápido y elipsis narrativas inteligentes, con un lenguaje de profunda carnalidad y con frecuencia brutal. Bebe de fuentes de interés como las historias de Dorothy M. Johnson, a las que añade crudeza y magia y sustrae mujeres, o de la antropología cultural que reivindica un pasado cazador/recolector de libertad sexual y mental, y que se refleja en las comunidades indias y sus diferentes ritos de paso y drogas alucinógenas que superan Alan y Tulie. En la lectura yo tuve mis propios ecos de Brujería y contracultura gay, pero también de En busca del fuego. El 'redescubrimiento' del sexo cara a cara, o del beso, desde el ‘incivilizado’ Occidente racional de la frontera al terreno de la realidad alterada, combinan la huida de la dialéctica ilustrada con el alcance de la felicidad sensorial y espiritual en un primitivismo de cierta divinización. En ese choque nietzscheano queda un pozo pesimista de crueldad vital que se combate con un último capítulo maravillosamente catártico y luminoso, fuera del orden, pero animado de la justicia idealista del Oeste.

Bien por ellos, Alan y Tulie, y por los autores, también dos, que rinden un nuevo volumen de literatura queer a la colección asterisco que tanto sigo en este blog (Salvemos la Jarapa, El Power Ranger rosa, Vivan los hombres cabales). Y que continuará.


Albert Kadmon y Weldon Penderton

FOTO 

20 de enero de 2019

La Jarapa

 


Weldon Penderton es un escritor curtido en la crónica costumbrista (personal, laboral, familiar, social), que publica desde hace años demoledores posts en su cuenta de Facebook. En ellos ha ido desarrollando una peculiar visión tan aguda como en ocasiones contradictoria y casi siempre pesimista de la realidad rocambolesca que observa a su alrededor, a lo que suma un divertidísimo desvarío d e origen personal en el uso del castellano, aunque con inspiración en el habla popular o en autores como Ángel Vázquez. Todo ello consigue que la lectura de sus escritos nunca decepcione aunque pueda discreparse, a veces profundamente. Ahora Weldon Penderton (pseudónimo cinéfilo fácilmente rastreable) ha publicado su primer relato largo, una pequeña novela que es también la primera obra publicada por la nueva editorial niños gratis* que el propio Penderton y Paz Olivares Carrasco se han lanzado, temerariamente, a crear.
 
 
Puerta del local real en que se inspira la historia de La Jarapa (vía)

Salvemos La Jarapa cuenta el final de un pub de Granada con ese nombre, el intento de evitar su cierre por parte de sus dos dueñas, la Trini y la Paca, dos lesbianas lenguaraces cuyo infortunio laboral se completa con la desintegración de su propia relación, sus problemas económicos, y una desgraciada experiencia lotera navideña. Las últimas semanas de vida de La Jarapa, que está físicamente a punto de derrumbarse, permiten conocer a su clientela habitual, amigos y amigas de las dueñas del local tras años de acudir cristianamente sin traicionarlo frente a la competencia que a su alrededor fue poniéndose de moda, saber cómo fue historia, o quiénes fueron algunos de sus probablemente falsos parroquianos ilustres. Penderton se mueve con facilidad y cierto placer en la narración de esta decadencia: sus personajes protagonistas están superados por la vida y las circunstancias, y sólo les queda una inaceptable resignación vital reflejo de un final de etapa y de un modo de entender la vida por el que el autor no siente nostalgia en sí, sino una ternura posiblemente inesperada. La construcción en ficción de personajes anclados en la experiencia propia es siempre compleja en autor primerizo, pero en Salvemos La Jarapa la resolución es excelente, tanto en el perfil social y psicológico como en las relaciones de un grupo más o menos cerrado con un entorno que se les antoja hostil.

Salvemos La Jarapa tiene momentos hilarantes y encadena referencias visuales y dramáticas en páginas que se pasean por tópicos granadinos con desparpajo (como el mito lorquiano), y, de paso, utiliza el subgénero del cuento navideño cruel. A mí además me ha gustado su combinación de recuerdos pasados y elipsis actuales, que le da elegancia a la narración y supera el carácter desatado, o rabioso, de sus protagonistas. Es un gran estreno, que se encuentra en librerías selectas, o también aquí, en una edición estupenda que incluye portada desplegable y servilleta del local.

 
Weldon Penderton (vía)