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28 de diciembre de 2012

El artista en su gloria



Es obvio que me he enganchado con Jean Echenoz, y, contradiciendo mis propias reglas como lector, he leído tres libros del mismo autor en apenas tres meses. Ravel es el primer libro de una trilogía de biografías que se completa con Correr  (sobre la vida de Emil Zatopek), y Relámpagos (sobre la de Nikola Tesla), y comparte sus mismos rasgos estilísticos, aunque no me ha entusiasmado como ellas.

¿Puede haber una técnica más depurada en Correr o en Relámpagos que en Ravel? Lo dudo, dado que Echenoz es escritor experimentado y que en verdad no existen diferencias significativas: el acercamiento a la intimidad mediante la sencillez es igual, el tratamiento del anecdotario que jalona la vida del personaje público en cuestión como contrapunto de la cotidianeidad rutinaria que vive es similar, el libro también es corto y avanza con rapidez en un lúcido resumen biográfico, y tal vez sólo se distingue por cubrir diez años de la vida de Maurice Ravel en lugar de las casi completas de Zatopek o Tesla.

Maurice Ravel (vía)

Creo que me falla el entusiasmo porque no he empatizado con el personaje autor del famosísimo Bolero, con cuya partida en barco a EE.UU. en 1927 para realizar una lucrativa gira diez años antes de su muerte comienza la narración. Ravel ya es mayor y tiene problemas de salud que empiezan a afectarle, pero en su caso el éxito es real y completo, no vigilado como en Zatopek, o fugaz como en Tesla, lo es además desde el inicio de la novela, y el comportamiento estrafalario del músico parece más bien una impostura que una respuesta o una condición debida al mundo exterior a veces hostil, o a un convencimiento interior moral. Aunque sin duda no vence a Tesla en extravagancia (tampoco en riqueza del anecdotario). También es cierto que si bien los tres libros son cortos, Ravel es el más breve de ellos, y que se centra en una figura cultural mítica del país del autor, y eso puede encorsetar más al escritor porque probablemente su lector natural (un francés) tiene una imagen más nítida en mente de Ravel.

No por ello es un libro mediocre, claro, pero posiblemente pedía un tono algo distinto, aunque sin el contraste de Correr y Relámpagos no lo vería tan claro. El acierto al escoger el personaje y adecuarlo al tono es, en este caso, crucial.

Jean Echenoz (vía)



28 de noviembre de 2012

Luz que brilla con el doble de intensidad (y un par de apuntes sobre innovación y liderazgo)



Es sabido que todo el mundo piensa, siempre, la misma cosa en el mismo instante. En cualquier caso, siempre hay al menos una persona que tiene la misma idea que uno. Pero siempre hay uno también que, con la misma idea que los demás, se muestra más paciente, más metódico, o es más afortunado, más sagaz, menos disperso que Gregor, para dedicarse exclusivamente a ella y anticiparse a todo el mundo realizándola. Y ése es el primero que da su nombre a su idea. El que la introduce en el mercado, el que comercia con ella y el que cobra. En ocasiones puede que ello tan sólo responda a un nombre. Pongamos el cine, por ejemplo. Lo inventó un montón de gente al mismo tiempo pero entre ese montón de gente estaban dos hermanos llamados Lumière. Todo depende de muy poca cosa, verdad, basta una menudencia: cabe imagina que con semejante nombre no es raro que fueran ellos los que se llevaron el gato al agua.

Tal sucederá con Gregor: los demás se apoderarán discretamente de sus ideas, mientras que él se pasará la vida en ebullición. Pero no se reduce todo a hacer hervir, después es preciso decantar, filtrar, secar, triturar, moler y analizar. Cuenta, pesa, separa. Gregor nunca tiene tiempo para dedicarse a todo eso.

No sé bien por qué Echenoz narra la increíble vida de Nikola Tesla ficcionando su nombre (un tal Gregor es su protagonista) pero manteniendo el realismo de su época, sus inventos, o los personajes conocidos con que se cruzó (Edison, Westinghose, J.P. Morgan). En Relámpagos, Gregor es un inventor visionario y excéntrico, un niño prodigio de las Matemáticas y la Ciencia, que viaja joven a EE.UU. donde empieza a trabajar  con Edison, quien no quiere adoptar la propuesta de Gregor de sustituir la peligrosa corriente continua de su invención por la corriente alterna, que finalmente se impondrá gracias a que Gregor comienza a trabajar con George Westinghouse. Sin embargo, Gregor nunca se preocupó de asegurar su talento, mediante patentes bien protegidas o el cumplimiento de los tratos y contratos con magnates diversos que sacaron mucho beneficio de sus logros a cambio de muy poco. Bueno, a cambio de pelearse con un hombre solitario hasta la misantropía, célibe, asocial, maniático, neurótico, y tan visionario como gastador.

En cuanto pudo, Tesla siempre trabajó para su propia compañía (vía)

Echenoz narra años y décadas con celeridad y precisión pero sin sensación de atropello. Consigue una visión íntima del personaje, comprensiva e interesante a pesar de que los últimos años de la vida de Gregor tienen para el autor poco que raspar (aunque no sea del todo cierto). Aprovecha además un buen anecdotario, desde la invención de la silla eléctrica a causa de una feroz competencia empresarial hasta el paso por pubs del narigudo banquero J.P. Morgan, sin olvidar las polémicas de la invención de la radio o el radar, o los momentos visionarios que ahora, desde nuestra tecnología superior, se nos muestran reconocidamente pop como la comunicación con los marcianos que Gregor tuvo entre sus proyectos. Apuntes breves e imbricados, narrados en frases cortas de lenguaje sencillo, que intiman con la experiencia personal de Gregor y la imagen exterior del personaje.

El Tannenbaum’s Oyster está lleno de gente, de humo, de ruidos, de voces, de música mecánica y de vasos en colisión a la hora punta, mas todo se paraliza cuando aparece el millonario de todos conocido ya que le precede su nariz legendaria, luminosa y voluminosa, así como un vehículo con faro giratorio que anuncia un convoy excepcional. En medio del respetuoso silencio que reina de inmediato, John Pierpont Morgan se acerca pesadamente a la barra pidiendo dos cervezas con voz de ogro, y el barman obedece a toda velocidad temblando ligeramente. Acto seguido, mirando en derredor a la clientela paralizada que hace corro en torno a él, cada cual sosteniendo respetuosamente el sombrero apoyado con las dos manos en el pecho, el financiero decide crear un poco de ambiente. Cuando Morgan bebe –vocifera- todo el mundo bebe.

Ovación: encantados con la perspectiva, todos los parroquianos se apresuran a pedir por lo menos una cerveza y se reanudan las conversaciones con las jarras entrechocadas, la música y todo el resto hasta que John Pierpont Morgan, apurando raudo su jarra, estampa en la barra una moneda de diez centavos cuyo impacto, de súbito, acalla el tumulto. Todo se vuelve de nuevo en silencio hacia él, que proyecta sobre la gente una mirada circular antes de vociferar otra vez. Cuando Morgan paga –se desgañita-, todo el mundo paga. Seguido de Gregor, se encamina hacia la puerta a paso rápido, los aterrados clientes se hurgan los bolsillos, la construcción de la torre puede comenzar.

(ps. Mi amigo Roberto Bartual leyó el libro y lo odió convenientemente. Escribió una crítica en Factor Crítico y mantuvimos una interesante discusión al respecto).

Jean Echenoz (vía)



28 de septiembre de 2012

Adelante el camarada



Parece que el escritor francés Jean Echenoz escribe mucho sobre personajes reales. Sus tres últimas novelas se centran en Maurice Ravel, Emil Zátopek y Nikola Tesla. El de Zátopek, titulado escuetamente Correr, es el primer libro que leo de este autor.

Emil Zátopek fue un corredor de medio fondo checoslovaco que a finales de los años 40 del siglo pasado sorprendió a todo el mundo batiendo los récords de todas las distancias largas del atletismo, ganando medallas olímpicas y carreras allí por donde pasaba, siempre con un estilo heterodoxo (la portada del libro es clara al respecto), pero con resultados inapelables. Lo hizo bajo la atenta mirada del régimen comunista, para el que su aparición fue sin duda milagrosa, un prodigio de la naturaleza cuya llegada a la alta competición, sin conocer estrategias de carrera ni métodos de entrenamiento, fue casual y resultado de un esfuerzo individual, autodidacta y prácticamente sin recursos, años antes de la inversión de los regímenes comunistas en el deporte de alta competición. El recuerdo mítico de Zátopek persiste en los aficionados al atletismo a pesar del tiempo transcurrido.

Zátopek besa a su mujer, también atleta y campeona olímica (vía)

Echenoz retrata a un hombre sencillo, competitivo y poco endiosado. El libro avanza en capítulos cortos, en frases rápidas, centelleantes, que cubren desde la invasión alemana de Checoslovaquia hasta la caída de Dubček en 1968. La tentación es decir que estas tres décadas suceden tan rápido como la propia ejecución atlética del mismo Zátopek, y así lo dicen algunas reseñas. Imagino que con Ravel todo será fluir musical y con Tesla relámpagos y centellas…

No hay complejidad psicológica en Correr, sino más bien una descripción naturalista de sentimientos comunes. Zátopek puede haber sido una persona sencilla con un talento descomunal, que más o menos aceptó las cosas de la vida como le sucedieron, y el relato de su vida encuentra un interés no trágico -para él- pero sí irónico en haber sido controlado por un estado comunista opresor. El tema de este libro es la inalterable voluntad de un hombre enfrentado a las condiciones absurdas que se le imponen para practicar su inocua pasión como si el mecanismo más noble para la libertad fuera la pureza de sentimientos. En la sencilla precisión del lenguaje –sin epítetos, sin metáforas, con diálogos y palabras escogidamente rutinarias- se consigue un reflejo impecable del protagonista. Desconozco si se ajusta completamente a la realidad, si el autor se desliza por el camino de la hagiografía, pero como trabajo literario es emocionante y certero, y no se para en describir una mítica deportiva absurda.

Jean Echenoz (vía)

(Con este post se cumplen 100 banquetes entregados a los lectores de este blog. Gracias a todos los que leen, a los que además comentan, y a los que han leído algún libro gracias a una recomendación aquí recogida)