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3 de enero de 2021

Saramago en el principio


Manual de pintura y caligrafía fue el primer libro de Saramago publicado, en 1977, tras sus varias décadas de silencio literario en que trabajaba como periodista. Con los estertores de la dictadura salazarista, Saramago encontró motivación y escribió esta novela, algo obvia, de reflexión sobre la obra artística y el sentido de dedicar la vida al arte.

Cuenta este manual la historia de un pintor sin nombre que realiza cuadros para las clases lisboetas media y alta, que decide empezar a escribir sus impresiones al sentir nuevamente la mediocridad de su talento cuando acepta el encargo de pintar a un empresario. El pintor, además del cuadro oficial encargado por el empresario, comienza secretamente un segundo lienzo, el que realmente le gustaría pintar, pero que sabe que no podría entregar como resultado de un encargo. Sus reflexiones pesimistas sobre su capacidad de enfrentarse a su trabajo, considerado por él mismo como fraudulento, se entrelazan con un interés incipiente del pintor por la escritura como medio distinto de expresión, pero también válido. Además de sus confesiones personales, escribe también pequeños capítulos en que describe episodios de un viaje a Italia, como potencial ensayo de libro a publicar. El salto entre pintura y escritura da sentido al título. El carácter de manual no es literal, pero sí metafórico y anticipador: décadas después se lee como un texto que introduce varias de las obsesiones que Saramago utilizará en el conjunto de sus novelas parabólicas más apreciadas, aunque también de otras de sus obras: los capítulos del viaje italiano son claro preludio del Viaje a Portugal; la ausencia de nombres alude al anonimato ciudadano en la gran ciudad (y a probablemente a la normalización de la dictadura) de Todos los nombres. (e indirectamente a la herencia pessoana de El año de la muerte de Ricardo Reis); el juego que aquí es subrayado y hasta ingenuo con las palabras y sus significados remite a la excusa central de la Historia del cerco de Lisboa. Incluso hay un apunte que indica el sentido de El Evangelio según Jesucristo, además de un momento político que comparte inspiración con Levantado del suelo.

Frente a todas ellas, Manual de pintura y caligrafía no me parece una obra demasiado conseguida, aunque tenga este interés interpretativo sobre el conjunto de la obra de Saramago, incluyendo ya su carga de pesimismo vital. La situación planteada es tan obvia que resulta egocéntrica, y los episodios amorosos dan un poco de vergüenza ajena. Pero es cierto que Saramago supo depurar estas debilidades temáticas y estilísticas, y encontrar mejores temas centrales de sus libros que él mismo y su camino para convertirse en escritor. Sólo 5 años separan la publicación de Manual de pintura y caligrafía de Memorial del Convento. Por el medio estaban Levantado del suelo y Viaje a Portugal. El escritor es el mismo, y, a la vez, ya es otro.

25 de noviembre de 2018

En Portugal

 


Compré este libro durante un viaje vacacional a Portugal y lo leí durante otro. Saramago lo publicó en 1981, cuando estaba retomando su carrera literaria y antes de publicar sus novelas de mayor éxito, aunque enseguida llegaría el Memorial del convento. Aunque sea un libro de viajes, el tono literario y el concepto vital del Saramago novelista ya habita estas casi 700 páginas de pueblos, paisajes, iglesias, arte, ciudades, comida e Historia.

 
Obidos, Castillo

Saramago plantea un viaje de Portugal de norte a sur, recorriendo comarcas del interior al océano y viceversa, empezando con un clima otoñal y terminando en un verano abrasador. Viaja sin intención sistemática ni turística, sino persiguiendo sus intereses propios de amante de los lugares artísticos e históricos, y con debilidad por aquellos lugares que fueron vividos por autores de las letras portuguesas (curiosamente, sin referencia a los grandes espadas de la literatura portuguesa: ni Pessoa, ni Eça, ni Camões). Su juicio es el de una persona culta y conocedora de los estilos artísticos, amante de la Historia, y observador tan irónico como escéptico, tan tierno con lo concreto como pesimista con lo general. Conocedor de que transmite una experiencia personal, utiliza el humor para transmitir el choque entre las realidades que encuentra y la suya propia, y su capacidad metafórica y universalista consigue el milagro de interesar ávidamente a un lector que, como yo, es ajeno a (casi) todo el acervo cultural, folclórico e histórico del país visitado y que apenas puede reconocer algunos lugares concretos que sí ha conocido, algunas idiosincrasias que brevemente ha notado, algunas lecturas y estilos mínimos que ha distinguido; y todo ello gracias a estar visitando Portugal con frecuencia en los últimos tiempos. Así, imagino que el placer de un portugués con esta lectura puede ser supremo.

 
Mafra, biblioteca del Convento

Como buen proyecto de sabio cascarrabias, Saramago enjuicia actuaciones turísticas, actos sobre el patrimonio, o el escaso mantenimiento del mismo, a veces con virulencia. Como buen asceta, gusta más del románico y de los muros de lienzo que de la explosión manuelina o su odiado barroco, de modo que incluso Lisboa, sorprendentemente, no es demasiado de su gusto –aún más sorpresa es que le disguste tanto el convento de Mafra al que dedicó un libro entero-. En su personal análisis artístico alcanza grandes logros, como por ejemplo cuando especula con que las esculturas o azulejos de diferentes épocas de una misma iglesia hablen entre sí, o cuando pide a los dueños de los huesos de la iglesia de Évora que se rebelen ante su injusta situación. Como viajero concreto no tiene reparos en describir su sufrir en la ruta, de la noche en que no encuentra alojamiento a la ruta imposible para llegar a un lugar remoto, con una especial predilección por las dificultades para conseguir que le abran las puertas de las iglesias de los pueblos que visita. Sin duda se producen repeticiones, pero prima la conseguida atmósfera de viajero decidido y esforzado en el conocimiento, y en su descripción con ligereza pero sabiduría.

 
Monsaraz, vista del Guadiana

Un aspecto especialmente encantador del libro afecta a los lectores de Saramago que, como yo, hemos leído antes la mayor parte de sus novelas, escritas sin embargo después del Viaje a Portugal: el libro encierra sin duda el aliento de muchas de las fábulas saramaguianas. Así, la ironía científica con que mira determinadas imágenes religiosas anticipa el espíritu de El Evangelio según Jesucristo; el escepticismo que le producen los tópicos históricos son el reflejo de lo que leeremos en la Historia del cerco de Lisboa; el apartado abrasador del Alentejo remite a Levantado del suelo; y de las constantes referencias fronterizas (desde la primera frase a orillas del Duero, su sermón a los peces) hay apenas un salto a La balsa de piedra. Todas son obras de aquellos años, no he atisbado sombras de sus polisemias más alejadas. 

En fin, un gran libro que a pesar de ser obra de un escritor que ya conocía y admiraba nunca habría leído sin haber conocido a @PalmeiroRicardo. Obrigado, meu amor!
 
 
José Saramago (vía)


25 de septiembre de 2017

La tierra para quien la trabaja


Levantado del suelo es una novela de José Saramago publicada en 1980, que precede a sus obras más conocidas, y que supuso su primer éxito editorial. Es una novela de corte realista y apegada al miserabilismo, que decidí leer durante un viaje de verano a Portugal este año a la misma región en que se desarrolla, el Alentejo. He sido lector bastante fiel de Saramago, aunque no conste en este blog, ya que hace más de diez años que no había tenido un libro suyo entre manos. Sucedía que en efecto había prácticamente terminado toda su obra principal y que alguno de sus últimos libros daban la sensación de una fórmula no diré agotada pero sí necesitada del mayor vigor de sus obras cumbre. 

Alentejo, azul y amarillo (vía)

El tema y los hechos narrados sobre todo en la primera parte de Levantado del suelo recuerdan al lector español al tremendismo que se extendió por gran parte de la literatura española de la postguerra y parte del desarrollismo, de Cela a Delibes, donde un destino cruel y determinista de pobreza, ignorancia y sumisión a los latifundistas, que aparentemente no tiene salida y se eterniza durante décadas, atenaza las vidas de los habitantes de los pequeños pueblos alejados de las ciudades. Pero, en el caso de Levantado del suelo, en la novela va apareciendo y desarrollándose una conciencia política y sindical por parte de los personajes, que se materializa en acción contra el poder, la debida reacción posterior mediante detenciones, torturas y cárcel, para terminar con las consecuencias del final de la dictadura portuguesa y la reforma agraria portuguesa, una moderada colectivización de la tierra en el Alentejo de finales de los setenta que finalmente acabó derogada. La Historia dialéctica, pues, aparece en la historia costumbrista, para romperla y otorgar poder y dignidad a los parias de la tierra. Esta segunda parte no existe en el tremendismo español porque éste en general se escribe antes del final de la dictadura española y, obviamente, no se lo puede permitir (Delibes por ejemplo escribió Los santos inocentes en 1981, y ahí el punto de vista crítico del narrador resulta más evidente; la novela no llega a la democracia y no puede tener el final feliz de Levantado del suelo, pero al menos el opresor recibe su merecido moral además de físico y no es sólo una fuerza invencible).

El reconocible estilo de Saramago está gozosamente presente en el texto, con una maravillosa brillantez y fluidez narrativas: la inserción de los diálogos en el párrafo sin líneas específicas, su aparentemente sencilla mezcla de voces narrativas -del narrador omnisciente al monólogo interior-, el uso de figuras sencillas como la reiteración irónica, la precisión de lugares y psicologías, y, especialmente, la ternura con que el autor comprende –creo que conseguida con la combinación de voces narrativas- a sus criaturas incluso en los casos más miserables, consiguen una inmersión algo alucinada del lector en una historia que no es precisamente novedosa, aunque probablemente resultó muy necesaria para el autor como forma de despegar a otros relatos en los que siguió usando este peculiar estilo literario. De hecho, la principal diferencia frente a la obra más conocida de Saramago, toda ella posterior a Levantado del suelo, es la ausencia de una parábola de carácter fantástico que muestre, desde el inicio de la trama, la condición humana, histórica o actual, bajo el prisma social y político de Saramago, un comunista de corte humanista.

Reconozco que el final optimista de una novela de esta temática me ha resultado esperanzador, a pesar de convertirse en una historia de tesis con un final que en realidad la historia portuguesa no corrobora. Pero la comparación con las novelas que retratan mundos similares en la literatura española me suponía una sombra importante que la segunda parte borra por completo. Que la novela encuentre el equilibrio del buenismo ideológico frente al uso del tremendismo es digno de un narrador con el genio preparado para arquitecturas más complejas. 



 
José Saramago (vía)