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1 de noviembre de 2022

Holocausto en España

 


El holocausto español es un libro de Paul Preston centrado en los muertos no militares debidos a la Guerra Civil española y a consecuencia de la misma y en los años posteriores. Se trata de la represión, los asesinatos sumarios, las violaciones, torturas, los juicios sin garantías y demás barbaridades y tropelías que los civiles y militares de ambos bandos cometieron contra aquellos y aquellas que quedaron ‘encerrados’ en una zona que no era la de su ideología, real o supuesta. Preston estudia las motivaciones en cada área de la guerra (el trabajo abarca todo el país, aunque Andalucía, Extremadura, Madrid, Aragón, Valencia y Cataluña son las partes más presentes), da cifras razonadas donde es posible, comenta estrategias, es inmensamente prolijo con los nombres y los hechos, y añade una inmensa bibliografía que sitúa el libro al borde de lo académico, como si le interesara recoger cada dato disponible, el nombre de cada ajusticiado conocido, el nombre del asesino directo o ideológico, y que ya quedaran registradas todas las fuentes en un volumen en principio de carácter divulgativo.

En este sentido, es un libro diferente a los dos de Preston anteriormente comentados aquí, La guerra civil española, y Palomas de guerra, que son más ajustados y resumidos. De hecho, La guerra civil española obvia mucho los detalles bélicos en favor de una historia general comprensible de causas, desarrollo y consecuencias de la Guerra Civil, mientras que Palomas de guerra sí bucea en detalles biográficos de cinco mujeres y su experiencia en o durante la guerra (un libro magnífico, por otro lado). Ambos muestran una pericia literaria que en El holocausto español se entrevé, pero que está arrastrada por esa necesidad documental sin fin que mencionaba, que en este caso supone por momentos un compendio de actos siniestros de una inquina feroz, cuyo odio de partida explica Preston en el capítulo introductorio, que recoge la polarización política, las políticas del primer bienio de la Segunda República que la derecha interpretó como amenazas inaceptables, la resolución de la Revolución de Asturias, y la espiral de pistolerización de la vida social y política. Después, el libro describe el horror desatado por Queipo de Llano en el sur, por Mola en el norte, las checas de Madrid, la revolución de Cataluña y sus consecuencias, las columnas de anarquistas en Valencia y Aragón… El delirio es inabarcable, el ‘anecdotario’ brutal y epatante, y la desazón inmensa.

A Preston le interesa muy acertadamente recuperar las historias y los nombres de héroes y heroínas que lucharon contra la espiral de violencia creada, y protegieron a personas perseguidas, algo que sucedió en los dos bandos, si bien en el bando republicano se resolvió con el ajusticiamiento de ese héroe una vez terminada la guerra muchas veces con la connivencia de las personas a las que protegió durante la guerra. Hay algunos ejemplos de políticos: Companys probablemente el mejor de ellos, impidiendo que muchos sacerdotes fueran ejecutados o que en la Generalitat se implantara un gobierno revolucionario.

Lluís Companys dedicó este discurso aparentemente candoroso a Buenaventura Durruti el 20 de julio de 1936 en Barcelona. Logró conservar el gobierno y servir de contrapeso a la CNT y las FAI

Pero Preston habla de muchos alcaldes anónimos, y personas que arriesgaron (y perdieron) sus vidas por un deber moral. Pongamos un ejemplo particular en el bando rebelde: el cura Huidobro, un señor que durante la República estudiaba teología en el extranjero y que llegó a ser alumno de Heidegger. La República por supuesto le parecía diabólica, y penaba por estar con los rebeldes en el frente. Volvió a España, le dieron un puesto en las columnas de Yagüe camino de Madrid en otoño del 36. Aunque escribió algunos textos sobre las ‘formas cristianas y elegantes’ de matar de los franquistas, no tardó mucho en empezar a criticarlas: que si las barbaridades les ponían al nivel que no debían, que si matar a quien no tiene nada que ver no lo justifica guerra alguna... Acabó escribiendo cartas al respecto a Yagüe y a Franco. Yagüe no le respondió. Franco le hizo llegar el mensaje de que estaba escandalizado y que eso se tenía que acabar y le agradecía su labor, que por lo visto era generosa con los legionarios en el frente, aunque al entrar en sus labores le advirtieron de que no intentara cambiar el carácter de los ‘moros’ que combatían con los franquistas. No sólo escribía cartas a los mandamases, también criticaba moralmente a la tropa que cometía tropelías, lo cual era el pan de cada día, en un ejercicio cuya valentía reconoce Preston. Pero… en abril del 37 murió por la metralla de un obús que le cayó cerca. Pasada la guerra enseguida pidieron su beatificación, y el Vaticano inició su acostumbrado protocolo minucioso de investigación. Se descubrió que murió en realidad de un tiro por la espalda, dado por un legionario que probablemente acababa de discutir con él, y el proceso de beatificación quedó archivado. La web del arzobispado castrense mantiene aún la versión del obús y la santidad. Preston incluye 126 páginas de notas bibliográficas en el libro, y para este caso menciona a Hilari Raguer i Suñer en La pólvora y el incienso. La Iglesia y la guerra civil española (Península, 2001) y a Carlos Iniesta Cano en Memorias y recuerdos (Planeta, 1984). Este ejemplo de arrepentimiento no fue la norma; de hecho, fue más habitual el cura protegido por fuerzas republicanas que luego se convirtió en delator. Una coda final del libro recoge consecuencias psicológicas entre los perpetradores de los asesinatos.

Este libro afronta una cuestión básica del pasado español que debido a las escasas políticas de memoria no se ha encarado sino de manera tangencial en la política española (algo que puede cambiar con los recientes actos al amparo de la nueva Ley de Memoria Democrática). Preston no toma partido frente al horror perpetrado. De hecho, es por ejemplo bien claro frente a las evidencias históricas de la responsabilidad del PCE y de Santiago Carrillo en las sacas y ajusticiamientos de noviembre del 36 en Paracuellos, probablemente el acontecimiento más recordado por la derecha española para sacudirse las culpas propias. Pero el caso es que los hechos y cifras cantan:

Mapa de la represión franquista y republicana

En un apéndice gráfico de fríos números y diagramas de barras pueden observarse las víctimas de la represión de cada bando, que ya son significativas en términos absolutos. La actitud general del poder de cada bando frente a la violencia en sus retaguardias es además documentadamente muy diferente. El bando rebelde fomentaba la aniquilación del bando contrario pidiendo el ajusticiamiento de todo izquierdista detectable en cualquier parte conquistada de territorio, aunque no tuviera relación alguna con la guerra, y esta política continuó durante toda la guerra. Fue especialmente cruel, de manera paradójica, en las zonas que se declararon rebeldes y como estrategia de campo quemado suponía un mensaje continuado de terror a los pueblos y zonas que seguían siendo republicanas.

En el bando republicano, sin embargo, los diferentes gobiernos españoles y catalanes más bien lucharon contra la violencia desatada especialmente por columnas anarquistas de la CNT y las FAI, que se ejerció contra sacerdotes y derechistas de manera incontrolada durante 6 a 9 meses, y que supuso un desgobierno relevante que debilitó la defensa bélica del bando republicano. Esta violencia dejó de existir y fue controlada casi totalmente al cabo de un año, no sin consecuencias paralelas como los Hechos de mayo del 37, el conflicto entre anarquistas y comunistas que supuso además el asesinato y desaparición de Andreu Nin. Hay particularidades, claro: el País Vasco es una: el papel de la Iglesia en los dos bandos debido al ultracatolicismo del PNV atemperó la represión, pero hubo fusilamientos de sacerdotes realizados por los franquistas, por ejemplo. Pero Preston documenta y atestigua la labor de Companys, Irujo o Negrín, entre otros, en desacreditar esta violencia (apartando también del poder a quien en el propio bando republicano la ejerció desde arriba), frente al pavoneo de Queipo, Yagüe o Mola, o la propia crueldad de Franco incluso cuando tras el golpe de Casado en marzo de 1939 el régimen republicano se desmoronó definitivamente. Añádase a esto la venganza posterior con los exiliados que fueron perseguidos y entregados por la Alemania nazi que había ya invadido Francia en 1940.

Hay un pulso narrativo continuado en El holocausto español, pero está lastrado por el carácter prolijo del texto y su vocación completista. No es un libro disfrutable dado su contenido repleto de vilezas que además suceden en los espacios comunes de nuestro país, aunque entre tanto episodio cruento hay rarezas subrayables. Es, espo sí, una fuente inmensa de datos e información, y el resultado de un esfuerzo impagable por parte de este hispanista enciclopédico e impagable que es Paul Preston.

Paul Preston en su foto en Wikipedia


28 de noviembre de 2020

Mujeres en la Guerra Civil

Palomas de guerra es el título escogido por Paul Preston para un conjunto de cinco biografías de mujeres cuya vida cambió de manera drástica debido a la Guerra Civil española. No son cinco mujeres anónimas, sino que en su medida su participación en la Guerra, o en sus efectos directos, -de cuatro de ellas- es relevante por varios motivos. La quinta mujer, Carmen Polo, no participó directamente, y es sin duda la más famosa de todas ellas. El título, que juega con la imagen de la paloma de la paz, y que si se habla de la Guerra Civil remite casi necesariamente al Guernica, no me agrada demasiado. Pero casi es lo único, porque se trata de una obra apasionante, escrita con gran pulso, que me ha descubierto avatares impresionantes de la vida en guerra, y que, mediante el talento de historiador metido a biógrafo, permite conocer mucho mejor la realidad española de la época que una historia oficial de la Guerra Civil (que obviamente el propio Paul Preston ya tiene).

Mercedes Sanz Bachiiler (vía)

Además de Carmen Polo, las mujeres que Preston biografía son Mercedes Sanz-Bachiller (viuda de Onésimo Redondo, fundadora del Auxilio Social y rival inesperada de Pilar Primo de Rivera en los inicios de las instituciones del régimen), Nan Green (voluntaria comunista británica que vino a España a luchar con su marido a luchar contra el fascismo y fue enfermera en el frente), Priscilla Scott-Ellis (aristócrata británica que fue una de las dos únicas voluntarias británicas del bando nacional en toda la Guerra, relacionada con los Borbones, que llegó a España por amor y que acabó casi siendo adicta a ser enfermera en el frente), y Margarita Nelken (diputada por el PSOE por Badajoz durante la II República, mujer intelectual e independiente, madre soltera y altamente combativa). La selección no es casual, desde luego: dos españolas y dos británicas, dos de cada bando contendiente; Preston no busca en ello justificaciones o escribir sin sesgo ideológico, sino completar un espectro histórico y social del momento. A sus cuatro protagonistas las trata de manera contextualizada y comprensiva en su momento histórico, cuando no directamente admirada ante los actos y episodios que afrontaron.

Nan Green (vía)

En dos de los casos, las biografías de vidas largas, ricas y fértiles son sorprendentes al menos para mí: Scott-Ellis realizó un trabajo durísimo de enfermería pero viajaba en coche privado pagado por su familia, y escribía un diario de su estancia en España donde comentaba episodios cruentos con una ingenuidad aristocrática impensable en quien atendía moribundos con diligencia. Llegó a España persiguiendo a un príncipe Borbón homosexual del que se había enamorado, y que acudía a fiestas en la retaguardia con gente que a la mañana podía bombardear Durango y a la tarde ir a las carreras en Lasarte. Volvió a Inglaterra a descansar gracias a los lujos de su familia y aún así prefirió volver al frente… Acabó desgraciadamente casada con José Luis de Vilallonga. Nelken, por su lado, también acumula una increíble biografía, desde su origen judío de padres extranjeros asentados en Madrid. Fue madre soltera de dos hijos de padres diferentes y una mujer de gran capacidad intelectual como escritora y crítica de arte, labor con la que sacaba adelante a su familia, y que le permitía conoce a la élite artística e intelectual del país. Pasó innumerables polémicas en la machista política de aquel tiempo (incluido el PSOE), pero cuando se cambió al PCE el autoritarismo jerárquico de éste acabó por expulsarla. Su combatividad en Cortes era legendaria: fue una polemista agresiva que se ganó muchos enemigos en la defensa del explotado campesinado extremeño. Su hijo adolescente combatió en la Guerra Civil y luego en la II Guerra Mundial, muriendo en Ucrania. Arrastró a su familia (hija, nieta, madre) al exilio en México, donde con muchas dificultades, y ninguneada por sus problemas con los partidos políticos, siguió trabajando.

Priscilla Scott-Ellis (vía)

Y ello sin despreciar los peculiares momentos de Sanz-Bachiller y Green. A las cuatro, que conocieron sinsabores enormes en la Guerra (la muerte de maridos e hijos entre ellos) les unen en mi opinión dos cosas consuetudinarias con la Guerra: una abnegación sin límites en su labor, fuera su causa la que fuera, y la decepción personal y política de un mundo mezquino que en cada caso las defraudó, traicionó y despreció incluso desde la propia ideología o sociedad a la que pertenecían. Esta sororidad histórica entre sufrientes de un mundo infernal se une al riquísimo retrato social de Preston para hacer del libro una lectura adicta.

Margarita Nelken (vía)

¿Y Carmen Polo? Bueno, parece que figura como contrapunto. El retrato de Preston aquí ya es menos comprensivo. No llega a lo inmisericorde, pero no puede simpatizar de manera alguna con una mujer altiva y arrogante, que compartió o alentó la crueldad de su marido cuando tuvo oportunidades de hacer lo contrario, y que se quiso entronizar; no pagaba facturas, decoraba gratis propiedades que la familia se agenció, luchó por conseguir que el régimen continuara, y todo ello desde una gran frialdad. Preston completa con ella el relato del país que fuimos durante el siglo XX y aunque su ejemplo es de todo menos vivificante, es posiblemente necesario para recordar que la España que convirtió en su cortijo era una de las realidades insoslayables del país, y que, desgraciadamente, aún hace sombra.

Paul Preston (vía)


23 de abril de 2019

Mi querida España

 




La fascinación de los historiadores británicos por España es casi legendaria. No sé si se debe a que Gran Bretaña sea un pozo inagotable de historiadores y en realidad España sea sólo un objeto de estudio entre muchos, pero la cantidad de ellos impresiona. Ahí están Hugh Thomas, Ian Gibson (irlandés, eso sí), Henry Kamen, Gerald Brenan, o Raymond Carr… Todos ellos han escrito sobre la Guerra Civil. 

 
Santiago Casares Quiroga (vía), presidente del gobierno republicano el 18 de julio de 1936.

En general, cuando alguien habla de un hispanista, casi siempre pensamos en un británico, o, a lo sumo, un estadounidense. Sospecho, no obstante, que el objeto de estudio del libro que hoy traigo al blog pueda tener una mayor relación con este fenómeno de interés británico por lo español: por un lado, de manera general, el enorme peso que la Guerra Civil española tuvo en la ideologizada sociedad mundial de los años treinta del siglo pasado, en un momento histórico caracterizado por una dinámica de bloques que presagiaba una confrontación cuyo espejo premonitorio sucedió en nuestro país; por otro, de manera particular, el error histórico continuado de la democracia británica al no ayudar al gobierno de la República (que entre otras consecuencias pudo haber acabado con el Reino Unido en manos de los nazis que utilizaron militarmente su apoyo a Franco para prepararse), y la importante cantidad de brigadistas británicos que llegaron al país a hacer la guerra en defensa de la legalidad republicana

 
Manuel Azaña, presidente de la República durante la Guerra

El libro de Paul Preston, La Guerra Civil española, es, probablemente, de los más revisados y editados. No es un libro excesivamente largo (por tanto, no es exhaustivo), ni especialmente interesado en la campaña militar; de hecho la política en ambos bandos, sus elementos organizativos en relación a la ayuda exterior, y el desarrollo de las alianzas y rupturas ocupan más páginas que las batallas de la guerra, que Preston despacha con cierta diligencia y sensación de que no fueron una experiencia principal en los casi tres años de contienda. Preston, sin embargo, sí se interesa por las diferentes formas de represión en ambos bandos, reconociendo la especial virulencia ejercida en el bando nacional (estratégica, organizada y mayor cuanto más al sur del país) y el establecimiento de conflictos civiles propios dentro del bando republicano, al menos dos, durante la guerra.

 
José Calvo Sotelo (vía), líder de Renovación Española, asesinado cinco días antes del golpe militar

Es la primera vez que leo una historia de intención global del episodio histórico que aún se encuentra, junto con la Segunda República, en el suelo histórico de nuestra realidad actual; porque supuso una ruptura total de la continuidad histórica del país, porque rompió familias y tradiciones con tremenda furia, y porque el país heredó una dictadura fundada en una represión incapaz de cualquier desarrollo crítico racional. Tampoco, peculiarmente, he acudido a esta lectura para descubrir muchas novedades, pues múltiples lecturas, algo de mis estudios escolares, el cine, el interés político e histórico que se desató en la transición y que me tocó de lleno, los viajes por el país, o la continuada lectura de diferentes episodios de la Guerra Civil, me habían sido suficiente para no sorprenderme ante, por ejemplo, los Hechos de Mayo, Belchite, Gernika, el Alcázar de Toledo, la masacre de Badajoz, Paracuellos, la desbandá, o los sermones radiofónicos de Queipo de Llano.

 
Masacre de Badajoz (vía). Cadáveres a la espera de ser carbonizados

En Preston me gusta mucho el extraordinario ritmo narrativo, y el lúcido análisis de los momentos políticos, la claridad de la exposición de las relaciones e intereses internacionales, y el estupendo resumen histórico que introduce la guerra a partir de los sucedido en las dos décadas anteriores; también algunos hallazgos desconocidos, como la hipótesis de que a largo plazo la represión franquista, al esquilmar a las clases populares especialmente en los primeros años del régimen y favorecer así la acumulación de grandes capitales, potenciaron con el tiempo las grandes inversiones interiores y exteriores que necesariamente acabarían constituyendo clases medias y formadas que acabarían con el régimen.

 
Barcelona en mayo de 1937 (vía)

Sin embargo, no me parece del todo adecuado que Preston no mantenga menos implicación en su presentación en principio científica del tema bajo estudio, sobre todo por ser innecesario. Supongo que esta implicación parte del interés en romper la falsa similitud entre las atrocidades cometidas en el nombre de la guerra en cada bando, que Preston combate tanto cuantitativamente, con cifras, como cualitativamente, desde la diferencia entre el terror meticulosamente diseñado e implacablemente ejecutado en el interior del bando nacional, y los asesinatos producidos por el estallido revolucionario y el ansia de venganza de las noticias del frente en el bando republicano, cuyo apoyo por parte del poder fue mucho menor. Pero Preston, por ello mismo, no necesitaría una autodefinición tan clara desde el punto de partida: los hechos ya hablan por sí mismos. También he echado de menos mayor foco en el frente del norte, claro. La falta de detalle hace que sólo el episodio de Gernika tenga profundización, pero un tanto desligado del resto del relato, y falto del entorno de la peculiar campaña vasca, con parte del clero actuando en favor de la República, y su inferior represión en términos relativos en lo humano y casi completos en lo industrial.

 
Bilbao, 1937 (vía)

Ahora que encontramos paralelismos políticos entre nuestra época y los años treinta del siglo XX con facilidad sorprendente, no es de extrañar que La Guerra Civil española vuelva a reeditarse, aunque probablemente los archivos del franquismo aún no accesibles volverán a forzar una nueva reedición. No se me ocurre mejor argumento para leer estos libros sobre nuestra historia común que precisamente la presencia de dichos paralelismos. A Preston le debemos un libro que, cuando menos, se lee rapidísimo y con unos inmejorables ritmo y entendimiento.

Paul Preston (vía)