Primo Levi es un escritor singular. Químico de formación,
pero con una gran carga humanística entiendo que autodidacta, su vida viene
determinada por su paso por Auschwitz, donde fue deportado por su condición de
judío. Levi sobrevivió y consiguió volver a su Turín natal, donde ejerció su
profesión y siguió escribiendo hasta que en 1987, con 68 años, aparentemente se
suicidó. En la historia de la literatura Levi tiene el peculiar honor de
inaugurar la narrativa del Holocausto, con Si
esto es un hombre, publicada ya en 1947 y que cuenta su paso por el horror.
También, en cierto modo, es literatura del yo décadas antes de su
popularización, y, sin duda, literatura existencialista, acorde con los tiempos
de moda de esa filosofía, con tiempos en que otra cosa no era posible.
Al día
siguiente mismo me despedí de la mina, y me trasladé a Milán con las pocas
cosas que me parecían indispensables: las bicicletas, Rabelais, las Macaronae,
la traducción de Pavese de Moby Dick, y unos pocos libros más, el pico, la soga
de montañero, la tabla de logaritmos y una flauta.
El sistema periódico
no se libra de este paso. Es también un libro singular, una memoria de
episodios de la vida del autor desde los orígenes de su familia hasta su
madurez, cada uno de los cuales se relaciona con un elemento químico, a veces
por haber tenido que trabajar en algún aspecto del mismo o a veces por puro simbolismo
del mismo, venga de la tradición, de su nomenclatura, o de los lugares comunes
sobre el elemento en cuestión. Entre estos episodios personales es inevitable
que aparezcan los problemas de segregación que Levi sufrió al acabar sus
estudios y buscar trabajo en la Italia fascista, y, obviamente, su paso por los
laboratorios del campo de concentración. Incluso un relato, dedicado al
vanadio, en que narra su encuentro epistolar con un antiguo encargado alemán
del campo que trabajaba años después de la guerra como químico en una empresa
alemana proveedora de la compañía italiana en que trabajaba Levi.
Factoría Buna,en el campo de trabajo de Monowitz, que formaba parte del complejo
Auschwitz. Buna debía fabricar caucho sintético haciendo uso de la mano de obra
esclava. Levi, como químico, fue derivado a Buna.
Aprecio la singularidad en literatura, pero los valores de
Levi no terminan ahí. Conocer su historia personal no es necesario para
disfrutar del libro pero sin ella se producirá, supongo, un enfrentamiento
enorme con la realidad. Pienso por ejemplo en un lector principalmente
interesado en los elementos químicos, incluso en el simbolismo alquimista,
enfrentándose repentinamente al hecho de ser judío en la Europa de la mitad del
siglo XX (aunque la portada de esta edición le va avisando del tema). En Levi,
como en otros autores supervivientes (Kertesz, por ejemplo)
hay un profundo humanismo pacifista exento de anhelos de venganza y un deseo de
conocimiento de las razones. En El sistema periódico prima también la
aceptación de la situación mediante la descripción de los hechos, que a Levi le
coincidieron con la necesidad de primero intentar construir una vida en la
represión, y luego ya sobrevivir. Levi es un escritor culto y agudo, con
reflexiones de intimidad personal y calado humano que orlan los relatos hasta
hacerlos profundamente conmovedores, sin nunca perder la compostura ni,
especialmente, la fraternidad, y sin dar lugar a un texto cultista, sino lo
contrario: directo, sobrio y emotivo.
A un químico como yo, obviamente el libro le encuentra más
apetito. Levi tiene un concepto materialista de los elementos y del poder de
transformación racional de la materia que otorga esta disciplina científica, y
resulta clarificador verle exponerlo con suvaidad y en relación a los tiempos
que vivió. Su pasión como químico es además enorme, una devoción de elegido,
que Leviasume con cariño y resignación hacia una ciencia que le daba alegrías
en sus búsquedas, algunas resueltas conbrillantez, o bien le suponía frustrante
fracasos en otros avances.
Como el propio genio de
Mendeleiev, (quien debiera estar al nivel de Newton o Einstein en
reconocimiento popular), este libro de Primo Levi tiene un carácter infinito.
Es una maravilla.
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