Si ustedes hacen la prueba y buscan qué entradas proporcionael término Heathcliff,
se encontrarán con que la persona que más entradas merece es en realidad un
personaje de ficción, el señor Heathcliff que, sin apellido conocido, reina en
todas las páginas de Cumbres Borrascosas, y que fuera encarnado por Laurence Olivier en su día, hace unos años por Ralph Fiennes, y en 2011 por el muy polémico James Howson.
Laurence Olivier (vía) como Heathcliff en el clásico de William Wyler.
Hace 5 años, la editorial Artemisa publicó esta nueva
edición de Cumbres Borrascosas, con ilustraciones de Balthus para algunos de
los capítulos iniciales y una nueva traducción y notas clarividentes e
interesantísimas. Y puedo decir que el resultado es deslumbrante y
sorprendente. No hablo tanto del tema, centrado en un romanticismo enloquecido
y arrebatado (más que arrebatador a estas alturas), sino de la estructura, de
la capacidad narrativa y riqueza en el punto de vista, y del implacable ritmo
de la historia.
En el verano de 2011 un viaje de placer a Inglaterra me
llevó a Yorkshire, tanto a Sheffield como a York. Aunque sé que es tierra dechanzas en su propio país no cabe duda de que es imaginable el carácter agreste de la tierra a la vista
de su paisaje y clima. Nos planteamos llegar a Haworth, la casa de las
hermanas Brontë, pero no pudimos, y nos quedamos así sin ver lo que esperábamos
que sin duda nos recordara las tierras y corazones arrasados de Cumbres
Borrascosas, la casa austera de los Earnshaw, donde el señor Earnshaw tuvo a
sus hijos Hindle y Catherine, y adoptó a Heathcliff; donde Catherine y
Heathcliff se enamoraron sin remedio, pero acabaron casándose con Edgar e
Isabella Linton respectivamente, los hermanos vecinos de la granja más cercana,
en una cadena de despechos, rencillas de clase y educación, venganza, derechos
de herencia e hijos casaderos.
A mí sin embargo me interesa mucho más cómo se narra todo
esto: la criada Ellen Dean, que lo ha sido tanto de Cumbres Borrascosas como de
la granja vecina, cuenta a un nuevo hospedado cómo se desarrollaron todos estos
acontecimientos, y le dibuja el terrible perfil del personaje de Heathcliff.
Adopta para ello un punto de vista de narrador participante en la trama, que ha
vivido y sufrido la misma, y que tiene interés en lo narrado. Para narrar
aquellos episodios que no conoce, Ellen utiliza otros narradores que le
contaron lo sucedido, y les da voz propia, o cartas que le enviaron. La
narración se nutre de flashbacks (uno principal enorme, que viene a ser el
cuerpo de la novela) y de intereses encontrados, que Emily Brontë usa para
generar interés en llegar a conocer la situación actual de Cumbres Borrascosas.
Las notas hacen un sutil subrayado de las inspiraciones bíblicas
y shakespearianas que alientan el texto. Pero el talentoso ritmo dramático de
Brontë es propio y pionero: pasa por diversos delirios del romanticismo (amores
imposibles, partos desgraciados, delirantes enfermedades por amor), crea clímax
dramáticos usando elipsis y ambientación de terror ante la presencia e incluso la ausencia de Heatchcliff, y
relaciona de manera envolvente una naturaleza ruda y severa, que exige una
rutina laboral cotidiana exigente, con el carácter iluminado y desgraciado de
sus personajes, manteniendo parcialmente el misterio y desvelándolo con
elegancia. ¿Previsible? Tal vez, pero al contarnos el final desde el principio
eso es algo que la narradora buscaba. Es, en fin, un texto excelente, cuyos 160
años de edad no se notan nada.
Emily Brontë (vía) ha superado la fama de sus hermanas escritoras gracias a Cumbres Borrascosas, aunque en su día Jane Eyre (de Charlotte Brontë) fuera más apreciada.