29 de noviembre de 2015

Sentido y sensibilidad


Este breve y fascinante volumen escrito por el neurobiólogo vegetal Stefano Mancuso en compañía de la periodista científica Alessandra Viola promete lo que dice su título: explicar las muestras de sensibilidad e inteligencia que exhiben las plantas a partir del trabajo reconocido de múltiples científicos. Mancuso y Viola además reivindican el reino vegetal, comparan de continuo sus capacidades con los animales en general y el hombre en particular, y gustan de mostrar las increíbles habilidades evolucionadas de las plantas, sus estrategias y artimañas, y desdeña el habitual desprecio que los humanos sienten hacia seres que simplemente parecen estáticos y sin alma.

No necesita demasiada explicación la razón de este desprecio, basado en fundamentos filosóficos desde que Aristóteles escribió que no existía precisamente un alma vegetal, y que el Renacimiento ratificara que las plantas son y viven, pero no sienten ni razonan. Hasta que Darwin empezó a cambiarlo todo. Una simple mirada al universo vegetal como la que ofrece resumida este libro resulta asombrosa: no son sólo más del 99,5% de la biomasa del planeta, tienen muchos más sentidos desarrollados que nosotros, se comunican interna y externamente, toman decisiones inteligentes según las circunstancias, o son los organismos capaces de transformar la energía del Sol en nutrientes y combustibles, sino que además su estructura evolucionada –ausente de órganos que realizan funciones únicas, pero con todas esas funciones repartidas en todo su organismo, como si fueran colmenas más que individuos- es ahora reivindicada como cercana a –y posiblemente modelo de- los sistemas distribuidos de energía, comunicaciones o decisiones. Ventajas supongo de llevar muchos más años jugando a la evolución. El libro no lo menciona, pero en el campo de la biomimética son lógicamente fuente de inspiración.


Hay ideas inquietantes en este libro: los humanos necesitamos a las plantas, pero ellas a nosotros no (aunque actualmente desde luego muchas necesitan a los animales). Las plantas, con su extraordinaria capacidad de evolución y búsqueda de supervivencia de sus especies, bien pueden haber seducido a la especie aparentemente dominante en la Tierra –el hombre- con el objetivo de que las protejan y expandan por toda la tierra; una seducción que han practicado con otros animales. O el tremendo conflicto ético que supone que si las plantas razonan, duermen, toman decisiones, se comunican y tienen sentidos, tal vez también deban tener derechos, y quién sabe si uno de los argumentos de la alimentación vegetariana se derrumbaría.

Ha sido difícil durante esta lectura no pensar en algunas películas que han fabulado sobre la inteligencia vegetal como seres razonables que podían convertirse en una posible amenaza hacia los humanos. En las versiones de La Cosa dirigidas por Christian Nyby y John Carpenter, una planta asesina procedente del espacio diezmaba a un grupo aislado en el polo. En El Incidente, las plantas se defendían de la especie humana emitiendo sustancias indetectables que hacían suicidarse a los humanos cuando estos estaban en grupos grandes y por tanto podían tomar decisiones que amenazaran al planeta. M. Night Shyamalan en este film desde luego parece haber leído varias de las conclusiones de los trabajos en que se basa este libro, aunque Mancuso posiblemente negaría esta visión: parece optar porque son más los beneficios que las plantas –o muchas de ellas al menos- ven en su relación con los humanos que lo contrario. Pero, si no fuera así…


A pesar de la brevedad, el libro es tal vez demasiado beligerante por repetición contra los humanos por su desconsideración histórica hacia el reino vegetal, lastrando en ocasiones la lectura de las maravillas científicas que narra. La disposición metodológica de los conocimientos es también interesante, con un aumento continuado en el estudio de capacidades cada vez superiores hasta llegar a la inteligencia; es también humilde en reconocer que falta aún mucho por estudiar y averiguar sobre cómo las plantas viven y se desarrollan. Dotado de bibliografía no muy abundante pero bien razonada y recogida, y de sencillos dibujos explicativos de los fenómenos explicados, Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal transmite bien la pasión por su tema de estudio y se lee con gran placer.

Stefano Mancuso (vía)

Publicación original: Factor crítico.

19 de noviembre de 2015

1860. Capítulo 1


Hace poco leí un artículo sobre el fascinante proyecto literario de Patrick Deville, contar en doce novelas la historia del mundo desde su conexión globalizada en 1860, y no pude evitar sentir el cosquilleo de los grandes proyectos literarios a seguir. Bueno, el cosquilleo que normalmente sienten otros lectores, que yo no suelo caer en trilogías nórdicas noir, largos cuentos de sado soft, o frescos medievales de brutalidad postmo. En realidad, creo que el picor arreció porque el proyecto está en marcha, porque hay un evidente aliento proustiano en el mismo –aunque muchas diferencias con el muchacho que apenas salía de Balbec-, y porque las conexiones y paralelismos históricos siempre me han interesado. La decisión está tomada: leer las novelas en el orden en que el escritor las ha ido publicando, leerlas en castellano, hacerlo necesariamente con ejemplares de biblioteca, empezar ya y esperar varios meses entre volúmenes. El orden de las ediciones, la existencia de traducciones, y que las bibliotecas se comporten son las barreras a superar.

Me pongo normas porque el lector tiene derechos, y porque me parece adecuado hacerlo ya que Deville tiene las suyas propias: las doce novelas parten de 1860 y acaban en la actualidad (bueno, no es del todo exacto en Pura vida), todas narran una exploración, un avance científico, una conquista o un suceso de los que cambian la historia (esto sí), todo lo escrito en ellas es verdad (vale), y las seis primeras novelas viajan de Oeste a Este, mientras que las seis últimas lo harán al revés (a mí me parece que la primera viaja más del norte al sur, aunque puede ser discutible). En fin, que con estas condiciones yo también podré saltarme mis propias reglas, ahí, innovando tope.

William Walker (vía)

1860 es el año de la muerte de William Walker, a quien la mayoría recordamos con los rasgos de Ed Harris, que fue un señor norteamericano que llegó a presidente de Nicaragua, y cuyas campañas en Centroamérica son uno de los muchos motivos del histórico odio a los Estados Unidos existente en la región. Su revolución particular ocurre en lugares no alejados de la que luego intentara protagonizar Sandino y que Somoza padre cercenara en cuanto tuvo ocasión. Aunque décadas más tarde las tornas cambiaran y el sandinismo de Ortega y Borge tuviera su oportunidad frente a Somoza hijo. Pura vida tiene un desarrollo importante en 1997, cuando Deville visita a varios protagonistas del momento nicaragüense, justo cuando el corrupto Arnoldo Alemán ganó las elecciones a los sandinistas, que ya llevaban años fuera del poder tras aceptar que hubiera elecciones democráticas. Claro que la revolución sandinista no hubiera existido sin el apoyo de Cuba, que también tuvo su revolución, con uno de sus líderes pretendiendo una unión de latinoamericanos que también buscó el libertador Simón Bolívar (de quien Deville recuerda su derrotista y agotado  quien sirve a la revolución ara en el mar), quien fue presidente de varios países, algo a lo que William Walker no hacía ascos.

La apasionante circularidad de la Historia, la historia interminable de las revoluciones en Latinoamérica, que recuerdan a las veintiocho de ellas que lideró el coronel Aureliano Buendía –sin ganar ninguna-, los personajes inconmensurables, héroes y antihéroes,  como Francisco Morazán (que fue presidente de cuatro países, incluyendo una unión efímera de todos los estados de Centroamérica), Narciso López (que intentó descolonizar Cuba cinco veces), o el Che .50, que… bueno esto sería un sin parar, no tiene sentido nombrar todas las puertas que abre este texto rico en conexiones, vidas y desvelos. A estas historias de la Historia se le une el episodio del propio Deville en los dos  principales escenarios de los hechos directos en la vida y muerte de William Walker, Nicaragua y Honduras, donde muestra los resortes de un trabajo que es investigación pero también experiencia, acercándose al nuevo periodismo y a la no ficción, pero narrando una mixtura temporal de carácter exclusivamente novelesco, de cierta mirada evasiva, al que los hechos superan por su propia aparatosidad y grandilocuencia, dejando al hombre concreto relegado al papel, hoy, de espectador, en el fondo, de la propia especie a que pertenece.

El siguiente episodio sigue a Brazza por África.

No, no voy a abrir un blog nuevo, seguiremos informando en éste.

Patrick Deville (vía)


8 de noviembre de 2015

En la fiesta


Una pegatina en la portada de Un lugar equivocado, del autor flamenco Brecht Evens, indica que este cómic ganó el Premio de la audacia del Festival de Angouleme en 2011, cuando su autor tenía 25 años. El libro apenas tiene historia: tres capítulos centrados cada uno en una fiesta distinta, donde el protagonista principal, por su ausencia o por su presencia, es Robbie, un joven popular al que todos quieren y desean y que es el aparente líder del hedonismo de los jóvenes en la ciudad sin nombre donde sucede la acción.

Robbie, él.

La primera parte es directamente magnífica: en una casa, una fiesta se ve frustrada por la esperada aparición de Robbie que finalmente no sucede; los personajes se reúnen en conjunto o por grupos e intentan hablar y divertirse pero no lo consiguen ante la ominosa ausencia de quien les concede el deseo y la risa, quien es además su único motivo de conversación y de celebración. Gran parte de la fascinación la produce el dibujo, realizado aparentemente en acuarela y sin lápiz, directamente sobre el papel, y con capas añadidas de pintura al agua cuando es necesario. En este primer episodio la técnica sorprende porque además se ajusta excelentemente a los sentimientos de los personajes, dibujándolos como sombras aisladas en sus sillas o apoyados en la cocina, sobre fondos blancos que reflejan un hieratismo doliente, con un expresionismo sin duda exagerado por la exacerbación de una pasión estúpida, pero resuelto con pulso… Con la aparición de Robbie, en la segunda parte, la pintura a la acuarela alcanza una exuberancia feroz: Robbie vive en las fiestas, y en ellas, en la noche, con la música y el alcohol, los cuerpos se mezclan y desdibujan, el cuadro y la viñeta se llenan, y las sombras de colores de agua inundan casi literalmente al espectador. Robbie no resulta desde luego tan excepcional, no se diría que Evens nos ha preparado un joven de grandes cualidades, sino más bien alguien caído en gracia, alguien que sin explicación, como si llevara un perfume esencia de trece mujeres, recoge el amor incondicional de los que le rodean, sin en realidad merecerlo demasiado. Aquellos a los que otorga sus favores, eso sí, son pura felicidad. Del propio Robbie y su pensamiento, en realidad, tampoco llegamos a saber nada.

Las fiestas sin Robbie no son lo mismo...

Estas segunda y tercera parte, no obstante, son historias menos interesantes, posiblemente porque Robbie no puede llenar el hueco que todos creen que deja. El lector siente una ligera decepción por ello, pero no estoy seguro del todo de si esta es la sensación que el autor deseaba con su final abierto y repentino –hasta la siguiente fiesta, entiendo-, acorde con el regusto que el hedonismo juvenil estándar deja.

Pero lo inolvidable del cómic es sin duda la maestría continuada en el impresionante conjunto de expresivas acuarelas que en algunos casos ha debido suponer un trabajo inmenso. Algunas resoluciones visuales son estupendas, como la escena de sexo. También hay acuarelas en blanco y negro para la visión de personajes cuya mirada a la fiesta no puede alcanzar la de Robbie y sus elegidos. Sí, pensar ahora en una fiesta en la que no esté Robbie es algo que se me hace cuesta arriba…

Brecht Evens (vía)