22 de febrero de 2017

Bosco, 2016

 

En 2016, una estupenda retrospectiva de El Bosco llegó al Museo del Prado. Rara vez me mueven ya las exposiciones como para viajar, pero dado que 2016 fue un año muy madrileño en mis devenires, aproveché para visitarla, aunque me sea profundamente molesto tener que comprar entradas anticipadas y andar por los museos como por los aeropuertos. La exposición cumplió las expectativas, y decidí comprar este libro, Visiones y pesadillas, que aparentemente estudiaba e interpretaba la obra de El Bosco a la luz de su vida y época.

FOTO El Bosco, según Cornelius Cort, en un grabado de varias décadas después de su muerte (vía)

Lo más interesante del libro de Nils Büttner, un profesor de la Universidad de Stuttgart, es a mi modo de entender cómo se pone en la piel y mentalidad de los contemporáneos del Bosco a la hora de apreciar su obra, entendiendo por apreciar tanto la parte moral que conllevaba su representación de los sucesos bíblicos o de metáforas religiosas, como el entretenimiento que le convirtió en artista tan masivo gracias sin duda a sus desnudos metafóricos y sus sorprendentes representaciones simbólicas del pecado y sus consecuencias. Büttner escribe además desde una saludable humildad que reconoce que hoy es imposible conocer todas las referencias del momento y lugar que se usaban también para entender el conjunto de una visión cósmica (y cosmogónica) que hemos heredado pero también racionalizado críticamente. Las que sí reconoce y explica Büttner son normalmente algunas referencias sociales, conocidas por documentación en general escasa de la época, y, obviamente, las religiosas, basadas en la propia vida y contactos de Hieronymus van Aken, y en las tradiciones e interpretaciones. El Bosco ayudó sin duda a aumentar el corpus de estas interpretaciones, añadiendo elementos imaginativos que no sabemos descifrar y que impiden disponer de una receta mágica para seguirle. Algo que puede especularse que sucederá también dentro de quinientos años con nuestros artistas más convulsos de hoy, aunque tal vez el exceso de información e interpretación de la era actual lo compense.

El jardín de las delicias

Desde hoy, sorprende que El Bosco no fuera censurado en vida, Büttner supone que gracias a su prestigio social y personal, que permitía que las enseñanzas morales de su pintura, donde monstruosos sacrificios esperaban a los hombres impuros, superaran las posibles reticencias por una indudable sensualidad, que alcanzaba también a un horror que hoy parece adelantado a su tiempo. Igual sorprende menos su éxito, sin duda fue inteligente a la hora de captar interés con un estilo que le proporcionó trabajo y prestigio, que se acumularon al dinero que ya poseía gracias a sus propias rentas personales. Tal vez esto, que llega a convertirle en un género pictórico propio, haya sin embargo tenido una mala consecuencia: la cantidad de plagios que han llegado a nuestra época, la cantidad de imitadores que han conseguido que muchos cuadros sean atribuidos falsamente al Bosco, y las dudas que hacen que algunos historiadores del arte sólo atribuyan realmente 6 cuadros actuales al pintor original. La exposición del Prado quedaría así francamente reducida.

El jardín de las delicias

Un elemento novedoso y peculiar del libro es su tipo de edición. En general, estos volúmenes dedicados a grandes figuras de la pintura suelen ser libros grandes, donde reproducciones de gran tamaño permiten apreciar más los detalles de las obras del autor estudiado. Es posible que la editorial (Reaktion en Londres, Alianza en España) haya pensado en este caso que dado el detallismo de la obra del Bosco, encerrado en obras de gran formato, esta empresa puede darse por fracasada desde un inicio, y opta por un formato manejable, de libro normal de lectura, obviamente ilustrado, que permite seguir mucho mejor la exposición de ideas, y cuyas reproducciones son reducidas pero fácilmente seguibles. La opción permite viajar con el libro, y consultarlo con inesperada comodidad, al no necesitar una mesa donde depositarlo, o unos brazos imponentes, como los que no gastaban los personajes del Bosco, para sostenerlo.

Nils Büttner, según su cuenta de Twitter @NilsBuettner