30 de octubre de 2024

Aforismos para la poesía

 


Incluir una variación de la palabra "iluminaciones" en el título de un libro sobre poesía es apuntar alto. Beñat Arginzoniz lo hace en esta La herida iluminada, un conjunto de sentidos aforismos sobre la poesía, su sentido, necesidad, manera de ser afrontada, y sobre sus autores, los poetas, su pulsión, instinto e intelecto. Setenta páginas de aforismos entre una y diez líneas dan para muchas sentencias, que en general son muy emotivas, deudoras de una encarnación del verso y el poema de carácter en mi opinión más vitalista que conceptual, primando cierta desmitificación no obstante acompañada de pasión por la belleza y el lenguaje.

El conjunto de aforismos encierra versos alternados de un poema fragmentado sobre una flor y sus pétalos que resulta hermoso captar a saltos entre otros pensamientos, indicando que al autor le es imposible no poetizar, y que el libro surge de un mundo atrapado entre versos.

Sin poder añadir más, prefiero dejar este comentario con uno de los aforismos que más me ha interpelado: "en el poema, como en la vida, se comienza sumando y se termina restando"


Beñat Arginzoniz (según foto de naiz)

 

22 de octubre de 2024

Las abuelas



Estamos todas bien es un cómic de Ana Penyas que obtuvo en su momento de publicación una buena cantidad de galardones. Cuenta la historia de dos mujeres, Maruja y Herminia, las dos abuelas de la autora, quien las visita para preguntarles por su pasado y así escribir este cómic como homenaje a ambas. Se trata de dos mujeres que se hicieron adultas durante el primer franquismo, y que ahora, a pesar de haber tenido familia, viven y se sientan solas. El retrato de Penyas muestra estos dos momentos, el franquismo y la actualidad, mediante frecuentes saltos temporales, incluso entre viñetas contiguas, sin que lógicamente puedan evitarse los paralelismos: Maruja y Herminia, de vidas sacrificadas por la familia bajo la ideología única del régimen de' ángel del hogar', afrontan viudas su etapa final de la vida, como si leyes injustas en un momento, y costumbres sociales duras para las personas mayores, en otro, se abrazaran en una pinza de desgracia.


La narración es vocacionalmente fragmentaria, con un sentido brillante de la composición y de la metáfora visual. Aunque la autora necesita algún momento más explícito para mostrar las diferencias entre las dos mujeres, que crecieron en entornos familiares diferentes, en general el avance, que no deja de ser la descripción de un estado de ánimo vital, se produce visualmente. El uso de escasos colores, con preferencia por tonos grises y marrones apagados, y las casas y entornos sociales plenos de situaciones y diálogos anodinos transmiten una melancolía profunda.


Sin un resquicio a la alegría, la autora no explicita una lucha feminista que se intuye en la concepción de la historia. Por otro lado, la contextualización del fenómeno histórico y social que ambas mujeres han vivido, si bien existe, se resiente de la fragmentación narrativa para un mayor impacto, que probablemente la autora no quería explicitar visualmente. Así, Estamos todas bien parece un ejercicio de resignación con una visión de la vejez y la dependencia y su soledad que raya, en la culpabilización (propia y familiar), y que creo devuelve una imagen de cierta incomprensión de la vejez como exclusivo drama cotidiano sin concesiones. Esto no obvia para que su construcción y dominio narrativo ejerzan su fascinación, si bien esta se debe a una estética tan posmoderna que este lector se sorprendió en algún momento pensando, con cierta demagogia, que sus propias protagonistas nunca entenderían este libro por perseguido homenaje a dos mujeres que están de acuerdo en colaborar con su nieta que sea.


 

13 de octubre de 2024

Max y Emil

 


Después de haber leído hace un año Peter Camenzind, y haber recuperado el ambicioso e irresistible estilo de Hermann Hesse, era obligado seguir con alguna más de sus novelas cortas previas a El lobo estepario. El paso natural es Demian. Historia de las mocedades de Emil Sinclair, de nuevo una novela de formación, pero ahora publicada en 1919, quince años después de Peter Camenzind. Dos cosas relevantes han pasado en ese tiempo: Hesse ha recibido sus primeros tratamientos psicoanalíticos, y ha habido una guerra mundial.

El título de esta novela contiene a sus dos protagonistas; tanto el principal, Emil Sinclair, cuya voz y punto de vista no abandona nunca el autor (está escrita en primera persona), como a Max Demian, el amigo unos años mayor que él, que llega con su madre a la misma ciudad en que vive Sinclair, y a su misma escuela. Demian ayuda a Sinclair a salir de un atolladero, hoy diríamos un caso de bullying, con otro compañero del colegio. Sinclair comienza a idealizar a Demian, entre la admiración y un incipiente afecto.

Porque Demian es un prototipo de belleza, y además un buen conversador que analiza las situaciones que rodean a Sinclair con bonhomía y precisión. Sinclair desde un principio teoriza sobre la existencia de un mundo dual, con un escenario de luz, armonía y raciocinio (en el que coloca su vida familiar, y cabe pensar que el orden establecido), y otro sórdido y oscuro donde se plasman las negruras del alma, y donde están la mentira, las pasiones de los hombres, y donde el abuso del alcohol, que ya aparecía de manera determinante en Peter Camenzind, es protagonista. Demian refuerza a Sinclair en estas ideas, si bien no es el único amigo que lo hace. Esta dualidad (reflejada en una mítica águila bicéfala llamada Abraxas, relacionada con culturas que empezaban a interesar con fuerza a Hesse) atormenta de continuo a Sinclair, lector de Nietzsche, del que no sólo se adopta esta dicotomía no lejana a su lucha entre lo apolíneo y lo dionisiaco, sino un estilo de gran vitalismo, una necesidad imperiosa de vivir, sentir y avanzar, el puro impulso de voluntad del filósofo puro llevado a una ficción de cierto tinte biográfico.

De nuevo este vitalismo no se encarna en sexualidad. Como sucedía en Peter Camenzind, la mujer amada vuelve a ser una ilusión, casi una teoría, y es el rostro andrógino de Demian el que se aparece en sueños a Sinclair. Imposibilitado de resolver este conflicto en el que él mismo se ha metido, Hesse recurre a la bella madre de Demian, al parecido entre ambos, como encarnación del deseo sublimado pero nunca consumado de Sinclair. El ejemplo máximo es el sueño que tiene Sinclair sobre un cuadro, que cree el retrato ideal de una supuesta enamorada; la imagen del cuadro luego resulta parecerse a un Demian femenino, y finalmente, el encuentro de Sinclair con la madre de Demian le revela que era ella la retratada soñada. Hesse sin duda almacenaba algún tormento al respecto, pues el conflicto es el mismo de Camenzind.

Las conversaciones y paseos que los personajes mantienen sobre la forma de conocer, el carácter del alma, y la pureza (o no) de actos y sentimientos terminan bruscamente por el inicio de la Gran Guerra. Ambos, Demian y Sinclair, deben pelear en la misma, con finales dispares, en una contienda representada de forma sangrienta y contundente en apenas cuatro páginas, con una ruptura definitiva de la narración, que acaba abruptamente y pasa a finalizar sin descanso. No acabo de ver si Hesse no sabía cómo terminar, o si para él era imprescindible denunciar los efectos de la guerra en general en la juventud. Esto no es descartable, pues Hesse fue un pacifista convencido (como Nietzsche desde que estuvo en el frente de la guerra franco-prusiana) desde esta Primera Guerra Mundial, al contrario que Thomas Mann, escritor amigo y autor con el que Demian comparte el tipo de final de La montaña mágica. El pacifismo de Mann comenzó con la llegada del nazismo.

La entusiasta escritura de Hesse sigue siendo envolvente y causante de adicción lectora.  Sus penetraciones en el alma y mente humana revelan la psicología de un momento histórico (como lectores sabemos lo que venía después, revelándose así la intuición del autor), y sirven para seguir entendiendo las aspiraciones de ese yo romántico e imbuido de su genuina individualidad a desarrollar, hija del siglo precedente. Se hace ciertamente irresistible seguir con el autor, pero ver si al menos cambia el registro de protagonista será un punto relevante.


Hermann Hesse, según foto en La Verdad.


 

 

4 de octubre de 2024

El nadador de Paestum

 


En Paestum (Posidonia) se encontró una tumba griega en 1970. Sus paredes estaban pintadas con diferentes motivos relacionados con escenas de banquetes/simposios griegos, con sus parejas de hombres mayores/jóvenes, su vino, su música y ofrendas. Sin embargo, la tapa de la tumba estaba decorada con una escena en la que un joven y estilizado efebo se lanza, con una franca elegancia, al mar desde un trampolín sobre una torre. Esta figura, conocida como ‘el nadador de Paestum’, y la propia tumba, conocida como ‘la tumba del nadador’, ha sido desde entonces motivo de infinitas interpretaciones, a la que ahora se suma este libro, El nadador de Paestum, del profesor de Arqueología Clásica Tonio Hölschler, quien aprovecha también para hablar de los temas que avanza el subtítulo del libro, Juventud, Eros y mar en la Antigua Grecia.



La principal batalla del libro de Hölschler se centra en rebatir el carácter funerario/simbólico del nadador, como correspondería al paso vida/muerte esperable a ser representado en una tumba, frente a una visión más bien realista y festiva del salto, como una representación de la vida gozosa del fallecido. Se apunta a esta teoría, denostando el exceso hermenéutico de las interpretaciones simbólicas, que según el autor se asientan además en tópicos frecuentes. Por ejemplo, los partidarios de la interpretación funeraria afirman que el mar no tenía demasiada cotidianeidad lúdica en la cultura diaria griega. Pero Hölschler rescata cráteras y ánforas decoradas con escenas marinas variadas en que adolescentes, chicos o chicas, disfrutan de los placeres del mar en escenas claramente de ocio. También combate el hecho de que la del nadador sea una figura solitaria, o que el autor de la obra simbolice trascendencia por otorgarle un protagonismo excesivo.


Hölschler recupera las leyendas de héroes griegos relacionados con el mar y los viajes marinos, que son abundantes (Ulises, Jasón, Teseo, Falanto, etc...). Recupera también lugares costeros públicos donde hay vestigios de que los jóvenes practicaban el salto al agua para ser vistos por otros bañistas (seguramente mayores) en un cruising primigenio, y estudia el culto al cuerpo idealizado por parte de los griegos como idea fundamental de la educación, aderezado por la relación homoerótica con un hombre mayor, en la que analiza el papel del desnudo -que considera en general una representación del ideal y no una imagen realista del día a día- y del ejercicio. Hölschler estudia también los lugares en que las chicas también participaban del disfrute del mar, lugares públicos para el baño en la costa (que eran más recogidos), además de sus particularidades con su educación y papel y sus expectativas, sin caer en la tentación de la perspectiva exclusivamente masculina habitual en los estudios de la Grecia antigua.

Para Hölschler la muerte del ocupante de la tumba fue repentina, porque los estucos tienen la huella de las cuerdas empleadas para la colocación en la tumba, y porque la muerte de un joven justifica la jovialidad de las escenas que le acompañarán durante la eternidad y que deben corresponder a la vida que llevó. No debe ser común que existan tumbas griegas decoradas, pero Paestum está en el sur de Italia y Hölschler cree que existe una influencia local de culturas etruscas presentes anteriormente en la península. Las diferencias con las tumbas etruscas, pero también con las escenas de baño griegas permiten al autor visionar un mestizaje cultural que anuncia que las asimilaciones son la norma en las representaciones artísticas y sociales ya en la Antigüedad.


El libro es manejable como una novela corta, y tiene múltiples reproducciones de muchas obras artísticas para defender los argumentos, buscando la realidad histórica a través de la representación artística recogida. Es un volumen muy bello, con un texto imbuido de entusiasmo y aprecio por el objeto de estudio. La cubierta se beneficia del sencillo diseño clásico que enmarcaba el salto en la tumba, y se diría que el libro muestra tal vez una esperable fascinación por el tema (del que recoge una amplísima bibliografía de aspectos paralelos además de los estudios directos sobre el nadador), cuando no una hipnosis conseguida por la estilización de la representación del efebo. En cierto modo, se pone en el punto de vista del muerto, y mira desde ahí, durante siglos y siglos, ese cuerpo tan decidido en su salto, esas nalgas respingonas, esos miembros perfectamente estirados y alineados, y, obviamente, no parpadea.

Tonio Hölscher, en su foto de la Akademia Europaea