Hace poco leí un artículo sobre el fascinante proyecto
literario de Patrick Deville, contar en doce novelas la historia del mundo
desde su conexión globalizada en 1860, y no pude evitar sentir el cosquilleo de
los grandes proyectos literarios a seguir. Bueno, el cosquilleo que normalmente
sienten otros lectores, que yo no suelo caer en trilogías nórdicas noir, largos
cuentos de sado soft, o frescos medievales de brutalidad postmo. En realidad,
creo que el picor arreció porque el proyecto está en marcha, porque hay un evidente aliento proustiano en
el mismo –aunque muchas diferencias con el muchacho que apenas salía de
Balbec-, y porque las conexiones y paralelismos históricos siempre me han
interesado. La decisión está tomada: leer las novelas en el orden en que el
escritor las ha ido publicando, leerlas en castellano, hacerlo necesariamente con
ejemplares de biblioteca, empezar ya y esperar varios meses entre volúmenes. El
orden de las ediciones, la existencia de traducciones, y que las bibliotecas se
comporten son las barreras a superar.
Me pongo normas porque el
lector tiene derechos, y porque me parece adecuado hacerlo ya que Deville
tiene las suyas propias: las doce novelas parten de 1860 y acaban en la
actualidad (bueno, no es del todo exacto en Pura vida), todas narran una exploración, un avance científico, una
conquista o un suceso de los que cambian la historia (esto sí), todo lo escrito
en ellas es verdad (vale), y las seis primeras novelas viajan de Oeste a Este,
mientras que las seis últimas lo harán al revés (a mí me parece que la primera
viaja más del norte al sur, aunque puede ser discutible). En fin, que con estas
condiciones yo también podré saltarme mis propias reglas, ahí, innovando tope.
William Walker (vía)
1860 es el año de la muerte de William Walker, a quien la
mayoría recordamos con los
rasgos de Ed Harris, que fue un señor norteamericano que llegó a presidente
de Nicaragua, y cuyas campañas en Centroamérica son uno de los muchos motivos
del histórico odio a los Estados Unidos existente en la región. Su revolución
particular ocurre en lugares no alejados de la que luego intentara protagonizar
Sandino y que Somoza padre cercenara en cuanto tuvo ocasión. Aunque décadas más
tarde las tornas cambiaran y el sandinismo de Ortega y Borge tuviera su
oportunidad frente a Somoza hijo. Pura
vida tiene un desarrollo importante en 1997, cuando Deville visita a varios
protagonistas del momento nicaragüense, justo cuando el corrupto Arnoldo Alemán
ganó las elecciones a los sandinistas, que ya llevaban años fuera del poder
tras aceptar que hubiera elecciones democráticas. Claro que la revolución
sandinista no hubiera existido sin el apoyo de Cuba, que también tuvo su
revolución, con uno de sus líderes pretendiendo una unión de latinoamericanos
que también buscó el libertador Simón Bolívar (de quien Deville recuerda su
derrotista y agotado quien sirve a la revolución ara en el mar),
quien fue presidente de varios países, algo a lo que William Walker no hacía
ascos.
La apasionante circularidad de la Historia, la historia
interminable de las revoluciones en Latinoamérica, que recuerdan a las
veintiocho de ellas que lideró el coronel Aureliano Buendía –sin ganar
ninguna-, los personajes inconmensurables, héroes y antihéroes, como Francisco Morazán (que fue presidente de
cuatro países, incluyendo una unión efímera de todos los estados de
Centroamérica), Narciso López (que intentó descolonizar Cuba cinco veces), o el
Che .50, que… bueno esto sería un sin parar, no tiene sentido nombrar todas las
puertas que abre este texto rico en conexiones, vidas y desvelos. A estas
historias de la Historia se le une el episodio del propio Deville en los
dos principales escenarios de los hechos
directos en la vida y muerte de William Walker, Nicaragua y Honduras, donde muestra
los resortes de un trabajo que es investigación pero también experiencia,
acercándose al nuevo periodismo y a la no ficción, pero narrando una mixtura
temporal de carácter exclusivamente novelesco, de cierta mirada evasiva, al que
los hechos superan por su propia aparatosidad y grandilocuencia, dejando al
hombre concreto relegado al papel, hoy, de espectador, en el fondo, de la
propia especie a que pertenece.
El siguiente episodio sigue a Brazza por África.
No, no voy a abrir un blog nuevo, seguiremos informando en
éste.
Patrick Deville (vía)
Leches, pues yo debo decir que las bibliotecas no se están portando por aquí demasiado bien, amén de lo descatalogado que está, que ya estuve preguntando por él y todos me contestaban "¿el de Mendiluce?". Y eso que le tenía sitio hecho. Cuando tenga tiempo de hacer turismo bibliófilo me apunto al proyecto.
ResponderEliminarJojo.... Bueno, también es cierto que no le están publicando cronológicamente, y que además hay libros en diferentes editoriales. Vamos, que va a ser un sindiós. Pero el reto, ay, el reto...
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