3 de enero de 2025

El cuaderno rojo

 


Después de Zergatik Panpox me he atrevido con un nuevo libro, esta pequeña novela, de Arantxa Urretabizkaia, titulada Koaderno Gorria. La protagonizan en realidad dos mujeres en situación de desplazamiento. Una de ellas, conocida como L, está en Caracas en una misión: encontrar a y contactar con los hijos secuestrados de la otra protagonista, conocida en la novela sólo con el nombre de Ama.

Ama, además de haber criado y educado a sus hijos de 10 y 13 años, a los que su marido secuestró hace siete años, ha escrito el cuaderno de tapa rojas del título, una pequeña memoria dirigida a sus hijos de cómo fue su nacimiento, sus primeros años, y sobre cómo se dio cuenta de su secuestro. Este se debe, aparentemente, a que Ama tuvo que huir a Francia y refugiarse en una casa oculta; el marido, que se había por lo visto separado de los intereses de su mujer, que anteriormente compartía, decide secuestrar a los hijos y emigrar a Caracas. Siete años más tarde, Ama por fin ha tenido noticia de ellos, y envía a L para que les entregue el cuaderno. El libro combina las acciones de L en Caracas junto con los textos del cuaderno que ella misma va leyendo. No es del todo fácil adivinar la ambigua relación de L con Ama, y también lleva páginas comprender la trama por su montaje paralelo, que indica también determinadas trayectorias paralelas entre Ama y L.

El cuaderno rojo de Ama contiene textos y situaciones que recuerdan vivamente a Zergatik Panpox, dejando claro que la relación materno filial es de gran interés para Urretabizkaia, especialmente con niños pequeños. De nuevo aparecen vívidas situaciones de cierto costumbrismo donde la ternura y la intimidad con el bebé o el niño o niña relucen con especial cercanía en su literatura. El calor del euskera como idioma hacia con los niños es probablemente parte de este encanto, ya que el testimonio es de nuevo dado por una madre (conocida como tal por su nombre en el texto, Madre) dirigiéndose específicamente en este idioma. En Koaderno Gorria, de hecho, la posibilidad de que los niños la hayan olvidado  angustia a Ama, pero también y con cierta intensidad, que hayan olvidado el idioma y que puedan necesitar una traducción del cuaderno. Esta obsesión además no se resuelve, con cierto simbolismo, hasta la página final.

Zergatik Panpox y Koaderno Gorria comparten también la situación de separación de una pareja por motivos que en las solapas se definen como políticos. En realidad, se trata de militantes de ETA. En Zergatik Panpox es el padre quien ha abandonado a la madre por la 'lucha', y en Koaderno Gorria sucede que la madre debe recluirse para no ser detenida; el lado menos militante de la pareja, en cada caso, se queda con la descendencia. Es obvio en ambos casos que el contexto no es el tema principal del libro, que en cierto modo actúa como deus ex machina que desata el acontecimiento que altera la vida de una madre reciente, pero por otro lado es revelador que en la ambigua sombra trasera figure en ambos casos el terrorismo. En Koaderno Gorria es más obvio: Ama se manifiesta embarazada a finales de los setenta, se considera una luchadora por la independencia, y sin explicar posibles acciones, se ve obligada a pasar la muga y refugiarse en Francia. Pertenece al personaje la romantización de su propia postura, dibujada con orgullo inevitable. Existe un arrepentimiento sentimental contenido al final, pero no cabe duda de la factualidad de aceptación del discurso descriptor de un determinado país que tiene esta construcción, que en cierto modo pretende alcanzar un mito que hoy en día les gustaría hacer fundacional a sus seguidores. No es que no lo intenten: de esto va la batalla del relato, que ahora se ve tan lúcida al leer un libro de hace 35 años.

Arantxa Urretabizkaia (foto de Wikipedia)


25 de diciembre de 2024

Un siglo en Urano

 



El historiador Graham Robb, británico biógrafo de Balzac, Víctor Hugo o Rimbaud, publicó en 2003 esta documentada y concentrada visión de la homosexualidad (masculina y femenina, el término engloba ambas, especialmente en inglés) en el siglo XIX. Aparentemente, Robb ha leído todo lo pertinente sobre la literatura, ciencia, justicia y medicina que se escribió sobre (o afectó a) las personas homosexuales en dicho siglo, como atestiguan 50 páginas de notas y bibliografía para un texto de 270.

Strangers. Homosexual Love in the Nineteenth Century mantiene un punto de vista controvertido sobre la vida homosexual en el siglo XIX. Básicamente: la persecución o el sufrimiento existían pero su generalización no era especialmente asfixiante, y existía una rica (incluso) vida subcultural que permitió un más que aceptable proyecto de vida a muchas personas. La controversia procede lógicamente de que esta condición humana (el encontrar caminos de alegría o incluso felicidad en el peor horror del entorno) permita proponer una situación relativamente laxa del ostracismo al que el siglo XIX pudo condenar a las personas de orientación homosexual.

¿En qué se basa Robb? En su repaso histórico comienza por la situación legal y su progresiva y continuada relajación de punitividad a lo largo del siglo, en parte apoyada por la imposición de las ideas liberales. Durante el siglo por supuesto siguió existiendo persecución legal, procesos más o menos continuados que Robb destaca, pero en los que el foco se desplaza de la sodomía o pederastia (en su momento no distinguibles) a la indecencia. En el caso de Oscar Wilde, Robb subraya mucho la imprudencia conocida de Wilde (pero menos que Wilde debiera disfrutar de la libertad de expresión que precisamente el liberalismo predicaba). A mí me convence lo primero: los gráficos de casos y la relajación de penas son obvios (ojo: el contraste con los años de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial es terrorífico: Europa se volvió paranoica con el tema de 1945 a 1970). Pero no lo segundo, que me parece una trampa legal llena de retórica.

(Y me atrevo con un INCISO: Esta visión de Robb frente al caso de Oscar Wilde se me antoja muy inglesa, en su tradición liberal: se aplica una ley injusta, existen protestas que no sirven para mucho, y un hombre homosexual inteligente pero tozudo es condenado. El análisis es que el caso es desgraciado, y la prueba de carga se desplaza: Wilde no aceptó sus condiciones de contorno. Así que, frente a una legalidad injusta, la ' solución' estaba en no caer en demandas o provocaciones y seguir la vida en una sociedad que “sí” era compasiva o que en buena parte consideraba la sodomía un pecado privado no legislable. El viejo conflicto de fondo es si las leyes avanzan por delante de la sociedad o al revés. ¿Por qué me parece una visión muy inglesa? Porque mantienen una filosofía que sospecha de la existencia de leyes. Me parece profundamente contradictorio aunque me guste leer el punto de vista: Robb postula en realidad que Wilde fue condenado más por mamarracho locuaz que por maricón. Yo creo que no es cierto).

Sobre la situación médica, resulta mucho más contundente en su condena a los tiempos. Sobre el texto sobrevuela la apreciación de Michel Foucault sobre el advenimiento de la homosexualidad como categoría definida a partir de la década de 1870. Y en ello el papel de los estudios médicos forma parte relevante: los médicos del XIX parecen obsesionados con encontrar indicios físicos que expliquen la homosexualidad en los gestos, en la genitalidad, en el aspecto… Se fascinan con que los homosexuales sean capaces de reconocerse allá donde los no-homosexuales no ven nada; pasan después a tipificar el vicio, encontrar ‘errores’ familiares, y a consideraciones psicológicas. El terror de este capítulo está asegurado, y el papel médico como agente de la ciencia actuando como sustituto moral de ley y religión es bien subrayado. Robb aún cae en señalar de vez en cuando que también los propios homosexuales buscaban su 'curación' o que visitaban burdeles como alivio, pero no enmarca tanto que no existían más salidas y que bajo esa visión social general es una petición bajo presión. Su visión de algunas consecuencias positivas es sin embargo lúcida: la obsesiva publicación de historias de vida médicas permitió a muchos homosexuales anónimos reconocerse en esas lecturas, y la pasión médica por encontrar explicación a lo inexplicable llevó a muchos profesionales a desdeñar la hipótesis de la depravación.


L’Ecole de Platon, de Jean Delville

 

Donde Robb maneja multitud de referencias que usa para estructurar las partes restantes de su estudio es en las diferentes fuentes culturales y sociales. Algunas de ellas surgen del apartado médico, como las del doctor Magnus Hirschfield, y otras de estudios legales que podían acercarse a esa categorización en su tiempo, como las del ‘primer activista’ Karl Heinrich Ulrichs (creador del término 'uranistas'). Pero novelas, diarios, noticias, escándalos sociales y fenómenos varios sirven para describir una aparentemente satisfecha subcomunidad cultural en las grandes ciudades europeas. Siempre, invariablemente, mantiene un equilibrio entre las posibilidades de esta subcultura y la indiferencia social que opina que era la actitud más generalizada, y los problemas obvios que la falta de encaje en la sociedad suponían, donde 'encaje' es una descripción benévola. Al libro de Robb, publicado en 2003, curiosamente le falta analítica de la fluidez que tanto se ha popularizado en el siglo XXI, y cuya ausencia se nota: la racionalización de la homofobia interiorizada no existe, la discusión sobre la adocenación de la normalización frente a la subversión sexual no es instrumento de análisis, relaciones entre orientación, travestismo e identidad de género no son sino superficiales. El anecdotario, claro está, sí es jugoso. De como Engels expresaba a Marx en tono mezquino un pionero 'pánico gay' al registro cuasi contable de amantes masculinos de Keynes, pasando por la consideración de Cristo como afeminado por parte de un arte de representación de la androginia (sí, pasaba hace 200 años, no es cosa de hoy). Se recogen también vocablos, gestos y lenguajes de reconocimiento hoy perdidos, y los primeros intentos de lucha política por los derechos, con Ulrichs de nuevo como pionero al hablar delante del Congreso de Juristas de Alemania, y Hirschfield como fundador de la primera organización activa al respecto, que en parte enseña ya varios males de las actuales (disputas internas, incapacidad de asociar mujeres…). Pero, aunque Robb considera revolucionario en el pensamiento esta acción y debate pioneros, también los juzga con cierta severidad. Sus premonitorias (de la historia de las asociaciones lgtbi) escisiones, la impresión de que se mantiene un debate pseudocientífico en la organización, y las luchas de poder entre personas sin poder le parecen desafortunadas pero inevitables, exigiendo en el fondo aspectos que otro tipo de organización sin duda tendrían más fácil. También usa otro ejemplo que creo duro y desgraciado, al relatar cómo Hirschfield se sintió impelido a esta lucha tras conocer en 1895 que un joven teniente que era su paciente se había suicidado; Hirschfiled se pregunta si merecía la pena trabajar porque un siglo después fuera menos posible que esto sucediera. Y entonces compara con las estadísticas actuales de suicidio entre homosexuales y lesbianas jóvenes (que no son buenas: tienen el doble de posibilidades de intentar un suicidio que los heterosexuales. Parece pues que el joven homosexual podría de nuevo haberse suicidado cien años después de que Hirschfield empezara su trabajo. Pero, entonces, ¿qué sugiere Robb? ¿No hacer nada? ¿Daba igual marcar esa potencial causa de suicidio? La circunstancia no es que existiera Hirschfield y su noble ideal y que fundara su Instituto, que en 1933 quemarán los nazis. El problema es que apenas fuera el único.

Respecto al análisis literario, entre las muchísimos apuntes hay tres que me parecen especialmente interesantes: (1) el hecho de que la literatura convencional, al tratar el tema, fuera fundamentalmente dramática y trágica, bajo el drama de una represión social y una lucha contra una depravación -libros que además en muchos casos no se publicaron adecuadamente hasta décadas posteriores-, mientras que fuera la literatura erótico pornográfica del tiempo la que representara un hedonismo y alegría de vivir el sexo que hoy consideraríamos normalizada; (2) los escritores que desarrollaron su carrera literaria 'necesitados’ de la metáfora recurrente para hablar, con frecuencia de modo críptico, de su condición. Sin su homosexualidad, ¿determinados autores habrían estado limitados en su ambición literaria? Puede ser así, casi que iría más allá: la represión al escribir puede ser un modo de poetizar con más inventiva o un método de profundización mayor, con ejemplos como Proust o Mann; finalmente (3), Robb dedica unas páginas a la peculiar homosexualidad de los detectives literarios del siglo XIX (Lupin o Holmes como ejemplos principales), con sus vidas solitarias y nocturnas, su alejamiento social, su inteligencia en el reconocimiento del mal, etc. No lo profundiza, pero obviamente está apuntando a como todo tipo de personaje de doble vida -no digamos ya si encima se disfraza-, acaba siendo inevitablemente una representación de lo homo.

He disfrutado mucho del libro de Robb, de su erudición y cultura inmensas, a pesar de todas las circunstancias que he señalado. Entiendo además que yo veo crudeza de juicio donde probablemente un historiador ver rigor científico. Rob habla desde una periferia comprometida, pues creo que se trata de una persona adivino que heterosexual que, aunque tampoco puede evitar escribir desde su presente, busca reflejar el espíritu de la época. He recordado en la lectura libros anteriores que discutían este tema 'desde dentro' (Sodomy and the Pirate Tradition, de B. R. Burg, Brujería y contracultura gay, de Arthur Evans; Crónica de un devenir, de Alberto Mira -de quien recogí en su día el interés por este volumen-), y tengo el sinsabor de que las experiencias propias debieran suponer un mejor entendimiento de los ‘protagonistas de tiempos anteriores’; son obras de autores que aunque no comparten la época, lógicamente, que describen (salvo Mira), pero inevitablemente entreven la mayor verdad vivencial interior de aquel que fue y amó ‘diferente’. ¿Qué punto de vista es correcto? ¿Cuál se acerca más a la realidad?



17 de diciembre de 2024

La Sibila

Las novelas de Agustina Bessa-Luís se han reeditado en castellano, con lo que tenemos la oportunidad de descubrirla. Bessa-Luís, con el tiempo, fue guionista de Manuel De Oliveira y de Rita Acevedo Gomes, pero su prestigio se inició con esta novela fascinante, sinuosa y rural llamada La Sibila.

Es la historia sobre todo de Quina, pero también de su madre María, y algo menos de su hermana Estina y su sobrina Germa. Quina no tiene poderes, simplemente es una mujer cabal y decidida, que no se casa nunca y es capaz de arreglar la penosa situación financiera en que su padre dejó la finca familiar (la Vessada) al morir, y, a base de trabajo, austeridad, conocimiento del medio y visión, de alcanzar cierto capital y prestigio. Superviviente nata en su terruño del norte de Portugal, en un mundo de hombres incapaces de hacerle sombra, Quina ayuda en pleitos, da consejos de salud, mantiene una lengua vivaz pero concisa, y subvierte el estatus mediante la buscada perpetuación de su arraigo femenino.

La Sibila es fascinante por esto (escrita como está en 1954, sin incluir una palabra en contra de la dictadura salazarista o sus formas) pero, sobre todo, por su estilo. Dotada de una especial capacidad para el detalle, cada frase de la novela es una aventura que se desliza desde lo principal a lo secundario con habilidosos desvíos impregnados de metáforas iluminadas y aforismos contundentes donde se recoge especialmente el sentir de la época, el lugar y los personajes tal y como Quina los ve. Que parece indudablemente la visión de la propia Bessa-Luís, si bien el prólogo aclara que el personaje está basado en su tía.

¿Y cuál es este sentir? En mi opinión no hay una certeza evidente, la autora no fija necesariamente una realidad, sino que más bien hace fluir la vida de los personajes entre acontecimientos cotidianos (fiestas populares, bodas, adulterios, cambios de propiedades, vidas de algunos vecinos) poco interesantes en sí como línea dramática. La introspección del personaje de Quina revela las contradicciones a las que la someten la vida y el trabajo y la casa, en una aproximación vitalista a la condición humana en un entorno no urbano, pero tampoco arcaico o subdesarrollado. Alejada del miserabilismo aunque exista pobreza, el naturalismo y costumbrismo que podrían esperarse chocan con un estilo proustiano, a veces incluso trascendente, y que a pesar del título, no cruza nunca la línea de lo mágico o lo mítico. No conozco bien la novela portuguesa y su tradición literaria, pero reconozco una especie de puente entre cierto ruralismo tremendista (a lo Pardo Bazán o incluso Cela) y el realismo mágico latinoamericano, sin nunca llegar a casarse con ninguno, totalmente original en su apuesta estética clarividente del retrato final conseguido.


Agustina Bessa-Luís (según foto publicada en Clarín)


7 de diciembre de 2024

Terapia

 


Como me sucedió hace unos meses con Nice Work, es fácil ver la correlación entre título y contenido y realización en este volumen de David Lodge, Therapy, donde no sólo el protagonista se somete a diferentes terapias, sino que el propio libro se exhibe como una terapia determinada. Y, como Nice Work, Therapy es un libro inteligente y divertidísimo, tal vez no tan completo pues, a pesar de su componente metaliterario, tiene un final algo errático y algún que otro argumento se cierra algo en falso. Pero esto no elimina la construcción brillante, el uso de elementos secundarios (del tenis al catolicismo, de las sitcoms televisivas a los vagabundos de marca de Londres) engarzados con precisión, y la creación y explicación de situaciones hilarantes.

Lawrence Passmore es un guionista exitoso de la televisión británica que sufre de inexplicables pinchazos en la rodilla que le atormentan. La vida objetivamente le sonríe, pero su melancolía va en aumento, sufre presión en el trabajo, no puede practicar bien su deporte favorito, y, aunque se somete a todo tipo de terapias (yoga, aromaterapia, acupuntura, psicología), todo se desmorona definitivamente cuando su mujer le pide inesperadamente el divorcio.

La historia de hombre maduro un tanto desastre y desquiciado por un divorcio no es precisamente nueva. La narración en forma de elementos de terapia (tanto su diario como la escritura que hace de los pensamientos que Passmore cree que los demás personajes tienen) son sin embargo muy efectivas. Los episodios de la comedia de situación que Passmore escribe para la televisión permiten un reflejo imaginado de su rota cotidianidad de 'primer mundo' y su obsesión por el existencialista danés Søren Kierkegaard, además del riesgo narrativo asumido que significa dedicarle páginas a un filósofo de corte deprimente en una novela cómica -solventadas con una capacidad asombrosa para el humor- presenta un anverso más oscuro que permite a Lodge indagar en las motivaciones de lo que hoy llamaríamos, salvando las distancias y las formas, un incel. Estas dos manifestaciones psicológicas enfrentadas recorren el nudo central del libro con un brillo estupendo.

Los libros inteligentes que levantan carcajadas no abundan, y, con el tiempo suficiente entre libros del mismo autor, seguramente no agoten. La prosa en inglés de David Lodge es diáfana y seguible, pero he agotado sus tres novelas más conocidas y reconocidas. La tentación es leer alguno de sus varios ensayos literarios. ¿Será capaz de introducir en ellos esta enorme capa de humor inteligente y estructural?


David Lodge (vía Babelia)


 

28 de noviembre de 2024

Pasolini dramas

 



Era apetecible hacerse con esta edición de las obras de Teatro escritas por Pier Paolo Pasolini, que incluye sus seis piezas (Calderón, Fabulación, Pílades, Pocilga, Orgía, Bestia de estilo), el Manifiesto para un nuevo teatro, y un prólogo analítico de Mario Colleoni. Ni son obras fáciles de ver en representación, ni realmente recuerdo haberlas visto anteriormente editadas en texto.

Pasolini es una figura contradictoria (‘oxímoron viviente’, le llama Colleoni), diría que se acerca a lo ciclotímico, y que, por encontrar otro calificativo adecuado en el prólogo, 'tiende al derramamiento'. Colleoni explica lúcidamente cómo Pasolini se acercó a la dramaturgia, y al cine, sin conocimientos técnicos previos, con desparpajo y valentía, digamos. En lo que discrepo con el prologuista es en los resultados de esta aproximación. A él le parecen portentosos, porque trajo un 'diálogo real' a sus creaciones en esas artes, una conversación con las personas y unas ganas de vivir que son características que han alentado las obras más grandes de la historia de la cultura. Pero esto es más cuestionable en Pasolini de lo que parece, diría.

El cine de Pasolini -que he visto casi entero- suele tener severos problemas de continuidad en la narración, que no se solucionan en su montaje. Se le nota falta de práctica (o conocimiento) en cinematografía, que se traduce en cierto desaliño interno de sus films. Estos se salvan por lo profundamente original y lo impactante de sus propuestas estéticas y conceptuales, y diría que tiene películas muy felices e inspiradas (mis preferidas serían dos películas tan extremadamente diferentes como El Evangelio según Mateo y Saló o los 120 días de Sodoma), pero no son raros los momentos suspendidos o deslavazados, con la cámara/mirada puesta de cualquier modo. Mi impresión es que esto procede de lo que comenta Colleoni.

Puede que con el teatro le suceda lo mismo. Su necesidad de separarse de las tradiciones (sea la más culta, la más burguesa, o la más crítica) lleva a escenas de diálogos crípticos, acumuladas más que en continuidad o al menos yuxtaposición, sumadas a extrañas unidades temporales... Como no es sorprendente en él, por momentos la plasmación de ideas es de una viveza extrema, pero, probablemente, su cultura inabarcable y su visión crítica radical y sin fisuras resultan a menudo oscuras en significados finales. Siempre está presente la subversión de la burguesía, y siempre asoma la degradación o la violencia, una escisión inmensa de su visión de la representación con una vida posible. Representarlo es problemático porque se acerca a la exposición de una violencia psicológica inusitada y poco habitual.

En realidad, creo que este 'derramamiento' de Pier Paolo Pasolini es una pena, pues ciertamente siento que tal vez los esfuerzos concentrados le habrían permitido un crecimiento sublime en alguna de estas artes. Probablemente le era inevitable. Todas estas obras son cortas pero exigentes. Instaladas en la parábola, con nulos apuntes de representación, su puesta en escena será determinante. Yo salí muy a disgusto de una Orgía en el Teatro Arriaga, de una violencia casi insoportable, incluso contraria a la dignidad personal. Supongo que tanto Pasolini como el director de la obra, Calixto Bieito, lo buscaban así. Mi consuelo es recordar que alentaba un humanismo que recuerdo bien en algunas de sus películas, y que algunos personajes estaban atravesados por una ternura (o un ideal) que, en su teatro, siempre trágico, no he llegado a ver.


Pier Paolo Pasolini (vía)


19 de noviembre de 2024

Un decálogo helénico

 


La antigua Grecia no necesita realmente excusas para seguir siendo objeto de libros de divulgación generales, que es el caso de Los griegos antiguos, de la profesora británica Edith Hall, frente al muy específico de Tonio Hölscher sobre la tumba del nadador de Paestum que comentaba hace poco. Tumba cuyos frescos, por cierto, también son prontamente mencionados por Hall para ilustrar algunas de las características que constituyen el alma de los griegos.

Templo de Afaya en la isla de Egina

Algo de esto avanza algo el subtítulo de Los griegos antiguos: Las diez maneras en que modelaron el mundo moderno. La originalidad del libro de Hall está en su estructura: Dedica cada capítulo a un momento, más o menos esperable, de la historia de la antigua Grecia, desde los micénicos hasta el cierre del oráculo de Delfos, y lo relaciona con una de las diez características particulares que la mayoría de griegos compartieron la mayoría del tiempo. A saber:

-el carácter marino de los griegos: sirve para explicar la primera civilización griega de los micénicos, dados sus asentamientos en tan diferentes lugares de la griega continental y la isleña, y los indicios relevantes de comunicación entre esas zonas

-la desconfianza hacia la autoridad: centrado en la griega arcaica, el momento en que Homero y Hesíodo hablan del perdido/oscuro/olvidado momento anterior, creando un mito primigenio con héroes de lo cotidiano (de la navegación, de la agricultura, de la guerra, pero también del amor y la alegría) alejados del poder monárquico existente, del que Ulises sería el mayor ejemplo, sin olvidar las descripciones agrícolas y laborales de Hesíodo, pero en el que podemos extraer que la 'experiencia humana' adquiere notoria relevancia.

-el individualismo de los griegos: resultado de la desconfianza hacia la autoridad y de las habilidades marinas surgen la colonización del Mar Negro y de la Magna Grecia a partir de griegos que huían de monarcas absolutos y de los tiranos que por un tiempo les sustituyeron. Un espíritu de frontera que también encontraba acogida en el diseño de Ulises como héroe, pero no separable de las guerras entre ciudades, que requerían del concurso de hombres que empezaban a sentir su condición de sujetos de derecho. Qué duda cabe, esta lectura parece contraria a la del “hombre político” de Aristóteles que definía las prioridades en la vida ética como vida política (o en común, en polis)


Estadio Olímpico de los juegos de 1896

-los griegos fueron inmensamente curiosos: el nacimiento del pensamiento y filosofía sistemáticos es resultado de esta característica, conjunta a las anteriores. Hall pone el germen de la ciencia y filosofía griegas en el lugar y persona habituales: en Mileto, ciudad jonia, donde surgió Tales, a partir de la curiosidad por los cambios geográficos que la ciudad sufría. Tales, sus discípulos, y otros pensadores primigenios de la época (Heráclito especialmente), estudiaron las estructuras y cambios no visibles del mundo físico, pero también de la experiencia y actividades humanas. El conocimiento de las estrellas facilitó la navegación, y el contacto con otras culturas desarrolló la medicina basada en pruebas empíricas. De este conjunto de habilidades a la filosofía solo se necesitaba un paso. Hall apela a figuras pioneras (Heráclito de nuevo, Jenófanes, Parménides, Demócrito, Protagoras...), pero también a cambios cotidianos que fomentan la abstracción -como la aparición del dinero y del concepto de valor-. Todo está listo para Atenas.

-el carácter abierto de los griegos se ejemplifica en la gloria de Atenas y su prodigioso siglo de progreso, en el inicio de la democracia y en la aparición de las grandes escuelas filosóficas. En el capítulo lógicamente más esperable de un libro sobre los griegos antiguos, Hall da más importancia a cómo se generó este momento de progreso único y no a los avatares militares tan convulsos que acompañan la historia de la ciudad, sin desdeñar su relevancia. A la integración en la vida civil que se le da a la defensa militar de la ciudad, Hall se extiende en explicar el valor simbólico y unificador de los frecuentes festivales, que ayudaron mucho a construir una identidad de ciudad con coincidencia de todas las generaciones. Estos festivales terminaban con concursos teatrales en los que brilló la tragedia griega que ha llegado a nosotros. Tucídides, Aristófanes, Sócrates, Platón, sus detalles, aportaciones y contradicciones dentro del sistema en su tiempo también son analizados.

-el gusto de los griegos por el sentido del humor tiene como encarnación una polis inesperada: Esparta. Era otro capítulo esperado, dadas las guerras del Peloponeso, y su subrayada dicotomía histórica con Atenas, con su leyenda militar, sus autoritarias y durísimas políticas de clases y educativas, etc. Pero que se pudiera tomar el humor lacónico y cortante de los espartanos como ejemplo relevante de esta característica griega es significativo de lo que importa a Hall en su texto, que, por supuesto, explica su cultura y da las razones de la peculiaridad espartana (que no navegaba y que disponía además espacio para agricultura que otras polis).

-la competitividad de los griegos es una característica fundamental: en lo individual, en las características de sus polis, en lo cultural (esos diálogos socráticos empeñados en 'vencer' la sinrazón del oponente), en lo militar... Hall pasa de Esparta a Macedonia basándose en como Filipo y Alejandro conquistaron el mundo oriental que conocían gracias a la exacerbación de esta competitividad, que llegó a tener un matiz inexplicablemente ambicioso y en la que nunca se pudo definir un objetivo o un destino, dada la figura y vida de Alejandro. El capítulo obviamente añade este matiz a los griegos sin olvidar la importancia de los anteriores, desgranando a Aristóteles, sin cuyo magisterio buscado por Filipo es posible que Alejandro no hubiera llegado a Magno.


Alejandro

-los griegos admiraban la excelencia de las personas con talento, y el periodo helenístico es una representación magnífica de esto. Los herederos de los diferentes reinos en que se dividió el imperio de Alejandro pelearon por concentrar sabios, científicos, dramaturgos y filósofos que aumentaran el esplendor de sus reinos. Si alguien triunfó en este periodo entre Alejandro y Roma fueron los ptolomeicos, a raíz de Ptolomeo, general de Alejandro que se asentó en Egipto, y cuya dinastía constituye el final de la gloria faraónica egipcia. Además de la Biblioteca de Alejandría, logro incontestable que algunos autores ya criticaron porque hacía que determinados estudiosos prefirieran quedarse en ella para sus investigaciones en vez de hacer trabajo de campo, la nómina es asombrosa: Demetrio, Euclides, Teócrito, Timón, Eratóstenos, Arquímedes, Aristarco, Claudio Ptolomeo... No es que Atenas perdiera empuje intelectual, o que otros reinos helénicos no dejaran grandes obras en este período (el altar de Pérgamo, por ejemplo), pero el esplendor alejandrino, en parte importado, fue enorme.

-que los griegos sabían expresarse con detalle es algo que fue especialmente apreciado por los romanos y sus años de dominación del Mediterráneo. Grecia, sus polis, perdieron poder político de manera continuada, pero siguió rindiendo autores y pensamientos que dominaron parte de la intelectualidad imperial, más allá de que culturalmente Roma era una hija adoratriz de su madre griega. Los griegos eran conscientes de ello y su orgullo seguía intacto, y, a través de Roma, conquistaron en realidad el pensamiento occidental. Diodoro: "es sólo mediante el discurso que un hombre puede ejercer ascendente sobre muchos.”

- el último capítulo se dedica a una característica que los griegos nunca perdieron: su adicción al placer, a la alegría, al disfrute del sexo y el vino y la conversación, y la compañía. La ironía de Hall es subrayarlo cuando el cristianismo y su austeridad moral empezaron a ser la religión oficial y el pensamiento reinante en el Imperio, produciéndose un choque de éticas irresoluble. El texto final del oráculo de Delfos, cerrando su fuente de conocimiento, ejemplifica al final de una época.

Esta reseña puede parecer llevada por el entusiasmo que la propia autora tiene por los logros y formas de los griegos, y así es. Pero es reseñable que Hall no obvia los elementos oscuros del mundo griego, desde la misoginia al esclavismo, desde la militarización a la pederastia. Sucede que todo esto se desarrolla desde una crítica social y cultural posteriores, aunque no estaba exento de autores de pensamiento crítico al respecto en su momento. En cualquier caso, creo que el libro da una visión más completa de la excepcionalidad helena que la de Isaac Asimov, si bien se ve obligada al plus de originalidad de organizar el devenir histórico mediante la argucia conceptual de las "diez características" del subtítulo de la obra, que en realidad no son fácilmente separables en su totalidad de ninguno de los momentos históricos. El impresionante resumen de autores no los reduce en importancia, pues les dedica el espacio necesario, pero es cierto que en 350 páginas el conjunto de nombres, tendencias y explicaciones es intensísimo. En cualquier caso, creo que la estructura permite un hábil recordatorio del mundo antiguo griego, y la bibliografía del índice onomástico convierte en el libro en una útil puerta de entrada.



 

 

 

 

 

 

9 de noviembre de 2024

La presencia pura

 


En este ya de por sí breve volumen, el texto al que corresponde el título es apenas un opúsculo de veinte páginas escrito por Christian Bobin alrededor de la dependencia de su padre, ingresado en una residencia a causa de un Alzheimer.

Bobin, dicen las solapas de este volumen, está especializado en libros breves que mezclan poesía y ensayo, y que parece que se relacionan unos con otros, conformando una especie de obra general. Es mi primer libro de Bobin y esto último no lo sé, pero lo primero es cierto. Tampoco llamaría exactamente ensayo a estas páginas, más bien son un conjunto de reflexiones en breves párrafos que describen sensaciones y pensamientos que asaltan al autor en las visitas a la residencia, al observar a su padre y a las otras personas internas en la misma, y al mirar/juzgar la organización de estos lugares. Un aliento poético siempre está presente en el tomo, si bien el uso metafórico y recurrente de un árbol, que se encuentra en el jardín y se observa por la ventana de las estancias de la residencia, permite que las metáforas de la vida, el entendimiento, y lo que Bobin llama presencia pura, se muestren.

Leyendo este texto, pensando en mi propia experiencia como cuidador y como familiar de padres en estancias largas en residencia, reflexionaba sobre esta visión de “pureza” en el momento probablemente menos deseado de la vida, el que llega cuando habiéndolo podido todo (o al menos todo lo cotidiano al alcance de una persona aceptada como sana), no somos ya más que un recuerdo de nosotros mismos que ni siquiera reconocemos. Nuestro vacío no quita nuestra dignidad, cierto, pero la pureza, que hace pensar en simplicidad, o sencillez, me parece una idea difícil. ¿Puro como presencia cuando ya no puedes actuar o pensar? ¿Porque has perdido cualquier albedrío y el mal no es posible? No lo sé.

También he tenido otra reflexión: de toda la autoficción, de toda la literatura del yo, la única ontológicamente imposible es la de la propia dependencia (cognitiva, lógicamente).¿Hasta qué punto eso eleva ese periodo de la vida -si llega- a una mayor abstracción? Igual es esto el indicio de pureza de Bobin, o tal vez, para otros, sea en realidad una vuelta a la naturaleza más animal de nuestra esencia. Es fácil, con los muchos años de observar mayores encerrados, volver a lo más corpóreo o biologicista: todo esto sucede porque determinadas reacciones en el córtex ya no se producen, o no lo hacen bien para el propio sujeto, incapaz ya de definirse y cuidarse. No lo hacen porque, como los demás órganos, también el cerebro ha encogido. Como tal, ya no es capaz de expresarse como antes, y el 'deseo de expresión' que alienta la vida se minimiza. Y esto no se puede escribir desde la experiencia íntima y personal. Nadie imagina verazmente la deficiencia cognitiva. Mi impresión es que las obras al respecto son un señuelo moral, una interpelación a qué, cómo y cuánto nos comportamos quienes aún podemos escribir frente a los que no. Por eterno que sea el problema, como subgénero de la literatura de pérdida del padre o de la madre, me parece irresoluble.

Este libro, que presenta más sinceridad que otros sobre el tema, tampoco lo consigue, pero es cierto que su emotividad está conseguida más que impostada. Se acompaña de una entrevista algo entregada al autor para completar el volumen.


Christian Bobin, según foto recogida en Wikipedia