29 de agosto de 2019

Lo que te (nos) pertenece



Dentro de la abundante literatura LGTBI es difícil discernir, y lo cierto es que no sigo foros ni editoriales especializados al respecto, porque no los conozco ni tengo un criterio claro para distinguirlos. Sé, sin embargo, que la etiqueta como subgénero ha crecido e incluso proliferado. Así que me muevo por mis viejos criterios de siempre, la crítica especializada en publicaciones sobre literatura de suplementos culturales, la editorial de cierto o supuesto prestigio, la lectura de clásicos y el boca-oreja, actualmente practicado por redes sociales sobre todo. No me quejo: la veo fuerte y actualizada, y las últimas selecciones (William S. Burroughs, Weldon Penderton, Sebastian Barry, Quique Palomo) han calado bien. Lo que te pertenece se suma a este juicio, sobre todo por un trabajo profundo del drama psicológico, y su descripción de un deseo perturbador y complejo.

Parte de este deseo, al menos de las formas en que toma forma, se produce en un universo que ya parece algo antiguo: unos diez años, aproximadamente, antes de la implantación de las aplicaciones de contactos de los móviles inteligentes como forma mayoritaria, y de manera casi masiva, de encontrar pareja sexual, estable o no. Un periodo en que ya existen redes sociales, servicios de mensajería instantánea o canales de conversación, aunque todo en ordenador. Cuando esta época sea objeto de nostalgia porque sus protagonistas hoy jóvenes quieran consumir su pasado, como hace toda generación reciente, la cronología que lleva de los canales de ligoteo gay a la eclosión de Grindr mostrará una evolución vertiginosa. Pero no es que Lo que te pertenece sea antigua, ni mucho menos rancia, pero sí parece que su escritura ha sido lenta: su traducción al castellano llega en septiembre de 2018, su publicación original sucede en 2016, y la primera parte de la novela en realidad fue un relato largo titulado Mitko, que ganó un premio en 2010.

Hoy Chueca.com es un portal de contenidos, pero el chat sigue existiendo

Lo que te pertenece narra la vida de un joven profesor norteamericano en Bulgaria. Profesor de inglés, presunto trasunto del autor (que ejerció de profesor en Sofia), es aficionado al cruising y en una de sus correrías conoce a Mitko, joven prostituto a cuya belleza arrebatadora no consigue sustraerse a pesar de los infinitos problemas que le provocan su intento de tener algo parecido a una relación con él, y de su propia capacidad reflexiva al respecto de la deriva personal que le supone. Las reseñas hablan de referentes como Lolita o Muerte en Venecia, fáciles por el amor obsesivo, prohibido y poco recomendable por una persona joven, por la narración desde el punto de vista del personaje mayor de edad, pero creo que están lastradas por la falta de suficientes referentes de representación homosexual en la literatura aceptada canónicamente. Muerte en Venecia funciona en un estricto juego de amor platónico y virginidad estéticos aquí imposibles por el contenido necesariamente sórdido de la historia (siempre he creído que Thomas Mann conceptualiza –maravillosamente, eso sí- desde la represión y el armario, y que sin ellas sería otro autor muy distinto). Y en Lolita, pues… en Lolita hay mujeres y la posibilidad engañosa de una aceptación social, hay una representación familiar con su propia lucha interna, hay un triángulo, y hay pederastia directa y conocida. Mitko es adulto, Mitko es homosexual, Mitko folla con clientes, Mitko no representa ideales estéticos para la moral del protagonista, y su amor nihilista y explícito también es construido estéticamente, pero demasiado cercano a tierra para (los tiempos de) Nabokov y Mann. Las decisiones de Mitko, 23 años, son aparentemente inconscientes, pero proceden de un adulto necesitado; reconocemos una psicología infantil (su afán consumista por los móviles, su gusto por pavonearse ante otros amantes) pero también un instinto de supervivencia. Mitko en última instancia es pobre y un adicto.

Muerte en Venecia, de Luchino Visconti, basada en la novela de Thomas Mann

Pero en la comparación sí me parece relevante un detalle: el protagonismo y el punto de vista corresponden al personaje mayor, también en Lo que te pertenece. Esto adquiere un rango sobresaliente en la segunda parte de la novela, cuando el profesor recibe la noticia de la enfermedad e inminente muerte de su padre y evoca sus relaciones de infancia y pubertad con él, su inquietante deseo incontrolado hacia la figura paterna –en una delicada y epatante inversión freudiana- y ausculta sus deseos y costumbres actuales en la memoria de su imposible educación sexual. La novela, en cierto modo, pasa de la metafísica al psicoanálisis sin resentirse. En la tercera parte del libro la narración deriva a la aparición de la enfermedad y su gestión. Es un momento en mi opinión menos original y conseguido aunque coherente con el ambiente narrado. Sirve obviamente para resolver la figura de Mitko, y la novela adquiere un tinte más social por las diferencias sanitarias entre países, y la situación en Bulgaria al respecto.

Mladost, en Sofía, foto de TripAdvisor.

Greenwell domina muy bien el uso del entorno y los paisajes. Los paisajes y sus descripciones refuerzan con mucha potencia, y en general cierta grisura dramática, los estados físicos y mentales de los hombres protagonistas. Desde los barrios poco acogedores de Sofia a las playas y resorts vacíos de Varna, desde los paseos por los infinitos descampados a los viajes a los centros sanitarios, el acompasamiento entre pensamiento y entorno es casi adictivo. Paisaje y psicología se influyen y retroalimentan, aunque el retrato de país no es el más amable. Bulgaria, por Unión Europea que sea, no es un país rico ni igualitario, y el libro no devuelve la imagen de una sociedad abierta, ni en la atención sanitaria, ni en la represión homosexual tanto social como familiar… No calificaría a la novela de activista, pero su naturalismo subyugante, a veces cerca de un miserabilismo controlado, funciona bien, y los problemas de aceptación están presentes como preocupación. No obstante, aunque el autor comprenda y trate con ternura a Mitko, sólo consigue adoptar el punto de vista del personaje rico dañado por la vida, y esto lleva a aristas morales en el juicio de la novela, pues, dados a retratar una represión familiar y social, una tragedia íntima, y una descomposición tanto física como moral, Mitko –los diferentes Mitkos del mundo- exigen –en 2019, pero también en 2010, por vertiginosos que sean los tiempos- trascender, opinar, una mirada propia. Creo que eso aún falta.

Garth Greenwell, por Jarma Wright (vía)

18 de agosto de 2019

Pero yo soy manantial



Pero yo soy manantial, y necesito expresarme, responde Federico García Lorca en una viñeta de Vida y muerte de Federico García Lorca a un amigo que le pregunta por qué está escribiendo, ya que él apuntaba para músico. Lorca se queja de que sus padres no apoyan su carrera musical. Pero él necesita expresarse, claro.
 
Vida y muerte de Federico García Lorca es un cómic de Quique Palomo que utiliza la biografía de García Lorca escrita por Ian Gibson hace 20 años como base. Ian Gibson, de hecho, figura como autor principal, en letras más grandes. El libro plantea una estructura lineal con capítulos divididos por los lugares en que vivió Lorca, subrayando así el valor del entorno, el poder psicológico que cada lugar y sus habitantes causaban en él, y usando los viajes como desarrollo de una vida. Soy manantial es una frase pronunciada mientras aún vive en Granada pero tiene la oportunidad de viajar por Castilla y Galicia con un profesor ejemplo de la fortuna que Lorca tuvo al cruzarse en su vida con una importante cantidad de reformadores cultos y comprometidos con la educación. No puedo destacar, para quien haya estado interesado en la figura de Lorca, demasiadas novedades de interés en el libro, salvo quizás el naturalismo con que se muestra la vida sexual de Lorca, novedosa en el tratamiento ficcionado de la vida del mayor mártir homosexual de la historia española, que hasta ahora se nos había más o menos negado.

 
La biografía de Ian Gibson

Lorca es un mártir de la causa homosexual asimilable o comparable, con las diferencias de época y lugar, a Oscar Wilde, y en este caso me interesa la necesidad de expresarse de ambos, como símbolo también de la desarmarización artística, y de la reinvención del deseo por parte del homosexual en tiempos oscuros. Para Wilde, la vida también era deseo de expresión (así lo dice en La decadencia de la mentira, su ensayo sobre el sentido del arte), para él la naturaleza imitaba al arte y el arte naturalista, reflejo de la realidad y sin aparente artificio no sólo era más aburrido, sino incluso menos verdadero. En la obra de Lorca sin embargo veo el reflejo de prejuicios sociales y familiares, realistas y profundos, cuyo peso personal en la vida íntima me parecen difícilmente evitables; pero, a la vez, pudo vivir la máxima modernidad que al menos España podía ofrecer en aquel tiempo, y ya existen registros que indican amantes y experiencias suficientes, hoy en día narrables (y hace veinte años, por ejemplo, aún no). Aún así, la naturalidad con que se acerca a los hombres, la naturalidad y desinhibición especialmente de los momentos con Salvador Dalí, me resulta, posiblemente por mi propio prejuicio cultural, difícil de asimilar. Mi educación heteropatriarcal y judeocristiana está seguramente demasiado enraizada y le imagina e incluso prefiere reprimido y doliente, como también se reconoce alguna vez en el libro. La peculiar contradicción psicológica me abrumaría como autor de la biografía, la verdad. Tampoco tiene que ver necesariamente con la época: podría creerlo en Cernuda sin problemas, por ejemplo.

 
Lorca y Dalí en la playa

Lo explícito en lo sexual puede ser lo único que resta de ver al dibujar la figura del divino Lorca. Tal vez más que la ausencia de su cadáver, hecho que pesa irremediablemente sobre cualquier análisis de su figura. Este cómic es empático y naturalista, un excelente resumen narrativo de una vida compleja, con una elección estética adecuada en mi opinión (un entintado negro simple sobre fondo blanco y azul muy bien usados y un buen pulso emotivo en encuadres, paisajes y primeros planos), devoto de la evidente alegría lorquiana, pero es también víctima de esta inevitabilidad impuesta por el desgarro franquista. Creo que la mayoría de gente, incluso lo suficientemente leída, conoce más a Lorca por unas fascinantes aunque terribles vida y muerte que por su lectura directa, o incluso sus influencias futuras. Hoy Lorca sería una figura gozosamente pop en muchas culturas cercanas, como Wilde, como Proust, como obviamente Warhol y Bowie. Su muerte, el carácter político que añade su vida cultural y su homosexualidad, parece impedirlo, y un sesgo de grave severidad le domina y probablemente le niega (el cómic en cierto modo lo sabe, pero escoge para su portada un momento terrible, de rodillas delante de su fosa). Creo que él mismo estaría más cerca de la visión irónica del tótem en que su memoria se ha convertido en Granada (que tan bien describe Weldon Penderton en Salvemos la Jarapa), que de este recuerdo dramático, inapelable en su hecho, pero sólo manidamente tratable en su desgracia permanente.

 
Quique Palomo (vía Tebeosfera)


8 de agosto de 2019

Optimismo, volumen 2


 


Factfulness arrastra una leyenda moderna: haber sido regalado por Bll Gates nada menos que a todos los universitarios estadounidenses graduados en 2017. No sé (no quiero saber) cómo accedería Gates a semejante cantidad de datos, pero aplaudo el gesto. También Barack Obama, convertido ya en famosos que recomienda listas, puso a Factfulness en un pedestal. Bueno, pues sí, el libro lo merece mucho, muchísimo incluso.

Los subtítulos de Factfulness (un título intraducible por sí mismo: ¿factualidad? ¿factualización?) presenta en su portada son reveladores: Cómo los prejuicios y un mal uso de los datos condicionan la visión de los problemas del mundo, y Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo y por qué las cosas están mejor de lo que piensas. Normalmente titulares con este aire de autoayuda me hacen huir de un libro, pero se produce una inversión curiosa: los autores (uno principal, el ya fallecido Hans Rosling, su hijo Ola Rosling y su nuera Anna Rosling Rönnlund, quienes ejecutaron gran parte del análisis gráfico esencial en la presentación de datos e hicieron la revisión final del libro debido a la enfermedad de Hans Rosling) usan presentación, lenguaje y escritura cercanos a la literatura de autoayuda para presentar resultados obtenidos mediante una aproximación científica a datos económicos y sociales de la humanidad. En realidad el libro no es interesante por sus valores literarios (algunos pasajes me han parecido infantilmente redactados), pero los autores no tienen interés obvio en el ensayo como arte. Creo que estamos ante un libro de texto, de contenido y presentación sencillos y amenos, con alto valor pedagógico, para un consumo generalizado, que asume su posición con una agradecible modestia expositiva, y que sabe apelar primariamente a nuestra inteligencia. No es, sin embargo, un trabajo simple, encierra en sí mismo un resumen de la vida y obra de Hans Rosling, incluye ejemplos depurados devenidos en demostraciones sencillas, y no presenta teorías arrogantes. Y, por supuesto, su metodología gráfica da algunos resultados brillantes.

 
Esperanza de vida frente al ingreso anual por países y continentes, en 2018. Este gráfico está sacado de la web de GapMinder, fundación creada por la familia Rosling, que trabaja en estudios de datos, y que contiene diferentes herramientas para obtener los gráficos incluidos en Factfulness. Se puede trabajar con estas herramientas fuera de la web, y todos los datos están disponibles.

El método de Factfulness parte de una encuesta con una serie de preguntas sencillas sobre el estado de algunas cuestiones globales, que, en general e independientemente de la formación, situación económica y estatus social, tendemos a responder mucho más negativamente que lo que corresponde a la realidad (con una excepción, la pregunta sobre el cambio climático). Rosling analiza después cada pregunta en un capítulo específico, que relaciona con un instinto humano primario, en varias ocasiones adscribible a una psicología elemental de supervivencia, que el autor considera que produce una contradicción elemental entre nuestra sensibilidad subjetiva individual y nuestros logros sociales como colectivo. El análisis antropológico (por ejemplo: ya no somos animales de caza pero mantenemos aún emociones similares) resulta un tanto simplón, así como el ejemplo personal que Rosling describe en cada capítulo, pero está exento de paternalismo y lleno de humildad ante el aprendizaje. Incluye además instintos peculiares que hacen perder criterio a personas que en otros ámbitos puedan ser racionales en su observación y deducciones: los militantes de cualquier causa, incapaces de juzgar objetivamente los resultados de su lucha por el hecho de convertir esa lucha en un objetivo más que en un medio, podría ser el mejor ejemplo. Veo un mayor logro en la simplicidad de la segmentación económica que Rosling aplica a toda la humanidad, con una separación por rangos de ingresos, que determinan necesariamente el estilo de vida, y que dividen claramente la forma de ver el mundo. Es esclarecedor porque además Rosling lo compara en el tiempo y en el espacio, elimina con clarividencia cualquier tópico nacional o racial en la consideración del progreso humano, y articula un cambio lógico, comprensible y alejado de las generalizaciones en el punto de vista sobre la situación económica de cada país.

Los métodos y resultados de Factfulness me han recordado mucho a los de un libro que leí hace cinco años, The Rational Optimist, que reseñé con cierto entusiasmo contenido. El autor, Matt Ridley, tenía un tono más triunfalista (algo que Rosling evita explícitamente) ante los problemas individuales y teorizaba sobre las bondades del libre comercio y la innovación, con confianza plena en ambos, para sustentar el progreso y superar el cambio climático, lo que en cierto modo también parecía una excusa política (Ridley es un Lord del Partido Conservador, además de científico y excelente divulgador, al menos por los dos libros que he leído de ñel, el mencionado y el estupendo Genoma), que en Rosling claramente no existe. Pero también incluye su mención política y económica sobre el papel del estado frente al de la iniciativa individual, y la necesidad de equilibrio entre los valores positivos de ambos.

Pero no es este subtexto político el destacable en Factfulness, claro. El libro tiene un punto de clarividencia asombrada y de honestidad expositiva que es atractivo y aplaudible. Dan ganas de llevárselo a las reuniones de cuñados, de explicárselo a los analistas inmediatos de webs y noticias, a los agoreros del apocalipsis, porque bajo su modestia late un encomiable trabajo y un humanismo moral que desarman cualquier tertulianismo estúpido.

 
Hans Rosling, por David Shankbone (vía)