De nuevo cae en mis manos, esta vez como regalo, un libro de
conferencias de los sesenta y setenta. La Breve
historia de la cultura que promete este título es la primera de ellas, y no
es realmente una conferencia de contenido directamente histórico, que repasara
el devenir de la cultura en la humanidad, sino más bien un análisis de las
teorías que han reflexionado sobre la cultura como reflejo de la historia, de
los pueblos, y de su carácter. Esta primera conferencia se pone un tanto dura
al analizar la dialéctica hegeliana y su influencia en este tema, a través del
concepto del Zeitgeist, su relación
con las construcciones políticas que crecieron a partir de la filosofía de
Hegel, y el descubrimiento de tantos tópicos históricos sobre las artes que
arrastramos desde el XIX. Al autor, el historiador de arte Ernst H. Gombrich,
le interesa también cómo debe comportarse el historiador –y crítico- del arte
ante los hechos artísticos que le son conocidos de cada época para poder
realmente acceder a una interpretación, y cuáles son sus armas para ello. No le
gusta una posible aplicación del método científico en el historiador del arte,
pero desde luego tampoco cree en las interpretaciones dialécticas casi
predeterminadas, sean sociales o historicistas. Aunque tal vez lo más
interesante casi 50 años más tarde de haberse dictado el libro es no haber
previsto la industrialización posterior de las artes, su democratización
masiva, y la liberalización de sus mercancías, que sin duda ya avanzaban
corrientes como el popart o la habilidad negociadora de algunos artistas
masivos del siglo XX. El dinero, aparentemente, no figura entre las armas
metodológicas que constituyeron la historia del arte como disciplina. Tal vez
debería decir el capital, claro.
El resto de conferencias mantienen un tono mucho más
accesible. Así, La tradición del
conocimiento general se centra en estudiar la validez, necesidad y
oportunidad de todo el saber popular que arrastra una cultura determinada, en
este caso las diferentes culturas occidentales que el autor conoce de primera
mano, y resulta muy interesante en cuanto nos confronta culturalmente con los
tópicos de la alta cultura y la cultura popular; la creación del canon a partir
de la sabiduría popular que entroniza unos conceptos y no otros tiene aún una
cierta ingenuidad pretelevisiva, pero sin duda está previendo ya la
actitud de Los bárbaros de
Alessandro Baricco, quien a fin de cuentas escribe mucho más tarde.
El teatro Sheldonian de Oxford (vía)
Por su parte, La
historia del arte y las ciencias sociales es posiblemente el texto más
disfrutable, posiblemente el de concepción más brillante. Fue una conferencia
dictada en un teatro clásico de Oxford, el Sheldonian, y Gombrich utilizó la
propia historia del edificio, los estilos reflejados en su arquitectura, los
avatares de su construcción relativos a la concesión de los permisos a
determinados especialistas y no otros, y la recepción crítica del mismo por
parte tanto de entusiastas como de decepcionados del resultado, para construir
un discurso general sobre el canon de la cultura occidental, la imposibilidad
del determinismo histórico como fuerza motriz única y última de las artes, la
validez de interpretación moral de los valores
artísticos, o la relación que establecemos con las obras de arte en
nuestras vidas.
La última conferencia es un homenaje a Karl Popper y sus
sociedades abiertas. Se titula La lógica
en la ‘Feria de las vanidades’. Alternativas al historicismo en el estudio de
las modas, del estilo y del gusto. Un título quizá algo excesivo para un
bonito texto en el que se defiende la capacidad de cambio y progreso que
arrastran las actividades creativas, y lo significativo que es para el poder
establecido negarse a las mismas, indicando su carácter cerrado, pero también
su incapacidad última de hacer frente al cambio. En realidad, el texto hermana
hasta cierto punto –y con importante convicción y belleza- el escándalo ante
formas artísticas distintas con la resistencia al cambio técnico e industrial,
aunque resulte ya superado alguno de sus argumentos, como el referido al uso
útil de los recursos, que aún no ha introducido por ejemplo el matiz
medioambiental, que ahora ya sabemos y hemos desarrollado como científico y
cuantificable.
Este breve resumen no es sino un pequeño muestrario del
placer del conocimiento adquirido que ha supuesto este libro. No sólo por su
fluidez en la exposición o por la lucidez en la expresión de su argumentario,
sino por la importante virtud comprensiva de sus razonamientos, y la exposición
de multitud de detalles históricos que lo apoyan. Es ciertamente hijo de su
tiempo en determinados matices, pero sin duda su espíritu general es el que
creo aún anima el análisis cultural de nuestros tiempos, y desde luego recoge
bien los prejuicios que podemos esperar, y los análisis utilitarios que nos
acechan. Diría que es un volumen casi imprescindible para que aquellos a
quienes nos gusta –no digamos ya quienes se dedican profesionalmente a- la
crítica artística pensemos en las motivaciones de esa actividad, y las
consecuencias de una visión coherente al respecto.
Ernst H. Gombrich, fotografiado por Jane Bown (vía)
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