9 de noviembre de 2013

El bilbaíno de la trágica figura



En un pasado busqué este libro sin éxito, pero verlo mencionado muy explícitamente en ¿Somos como moros en la niebla? me lo trajo de nuevo a la mente. Miguel de Unamuno es una de las figuras más mencionadas en elensayo de Sarrionaindía, y Paz en la guerra, en concreto, aparece recurrentemente por ser una de las narraciones básicas de la Tercera GuerraCarlista (aunque sólo segunda en el País Vasco, 1872-1876), del sitio de Bilbao, y por traer a primera línea el pensamiento de Unamuno sobre los conflictos bélicos en general y sobre las tensiones del País Vasco del siglo XIX en particular. Incluso hoy, como dice Pablo MartínezZarracina, Unamuno sigue en buena forma…

Plaza Miguel de Unamuno, en el Casco Viejo de Bilbao (vía)


Paz en la guerra se publica en 1897, con casi todo el siglo haciendo sombra, el PNV recién creado y Cuba y Filipinas cerca del desastre. Unamuno es aún un escritor apegado a su Bilbao natal. En la novela cuenta la historia de un hombre del campo que es comerciante chocolatero en Bilbao. De joven, hace la guerra en el bando de Don Carlos y contra el nombramiento de Isabel II como reina durante la I Guerra Carlista. Al acabar esa guerra tras el abrazo de Bergara regresa a Bilbao, se casa, y tiene un hijo, Ignacio, quien combatirá por el mismo bando carlista casi 40 años más tarde. Al llegar al sitio de Bilbao, Unamuno hace una jugada literaria efectiva: en vez de seguir al soldado Ignacio como ha hecho en casi todo el relato, la acción se centra en la ciudad sitiada, en su rutina diaria de bombardeo y racionamiento, y en la obstinada resistencia liberal de la villa, cuyo asedio roto supuso el inicio de la derrota carlista.

Instituto Miguel de Unamuno, de Bilbao (foto de Mitxel Atrio, vía)

Unamuno comprende la guerra. El mismo título lo indica: la guerra es un estado necesario para disponer de tiempos de paz. Qué duda cabe de que en su entendimiento intelectual de la misma hay aún una parte de visión romántica del acto bélico, marcada por unos valores que culturalmente se hunden en la Historia de Occidente, y que obviamente acabaron en el siglo XX, cuyo afán documentador destrozó esa visión. En Paz en la guerra, Unamuno describe y emite juicios pero no se decanta distintivamente por un bando. Al carlismo mitificado, que propone fueros ancestrales y una vida conectada con ritos generacionales, le da una alegría despreocupada y un vivir en las tradiciones por el cual siente respecto. Al liberalismo le concede valor, resistencia, la fuerza del esfuerzo comercial, y el progreso que ha traído al país. Sus bilbaínos asediados se ganan sus simpatías, pero no por ello critica a los muchachos de bien que luchan por el nuevo Don Carlos y en contra de Amadeo de Saboya, de la I República, o de Alfonso XII.

Busto de Miguel de Unamuno en el barrio de Deusto (vía)

La carga histórica del libro, debo reconocerlo, se me ha hecho pesada. En boca de todos los personajes están los generales, muchísimos, de los dos ejércitos protagonistas de las dos guerras implicada y de la paz entre ellas, con una familiaridad hoy perdida, y en las que apenas consigo situar algunos de los nombres (Prim, Concha, Espartero, Serrano, Zumalacárregui…). Por contra, la trama centrada en la propia ciudad da una familiaridad extrañaen literatura, pero adorable para el lector bilbaíno. La prosa de Unamuno es fresca y florida, con maestría completa sobre el diálogo y la descripción matizada, y un dominio literario asombroso de la lengua. Es un libro largo, pero también adictivo por su prosa certera y ágil, con un ritmo narrativo que los autores del 98 compartían a menudo, e intencionadamente estructurado y resuelto.

Placa en la casa donde nació Miguel de Unamuno, en la calle Ronda del Casco Viejo (vía)

Paz en la guerra es un libro que proyecta también una sombra sobre su futuro. Desconozco su influencia real, pero ahora no es, ciertamente, el libro más conocido de Unamuno. Pero los hechos narrados y el tono empleado van adelantando las posturas futuras de un intelectual apasionado e intransigente, que luchó por frenar el progreso posible del euskera y acabó viviendo trágicamente en sí mismo la falsedad de la propuesta que con el título de este libro, basado en la ciudad que le vio nacer y a las que dedicó prosa y verso inmejorables, lanzó al mundo.

Un joven Miguel de Unamuno, todavía lejos de su icónica barba canosa (vía)




2 comentarios:

  1. Comprender la guerra… ¿complicado verdad? La guerra es más evidente que la paz, de hecho probablemente es la guerra lo que dota de significado a la paz y no a la inversa, por más que en occidente nos queramos creer lo contrario. La guerra siempre parece encontrar fácil justificación pero la paz necesita muchos argumentos y maniobras.

    Viene muy a cuento rescatar la utopía (“la necesidad de la política que nace de cero”) y el enigma (“viene a mostrar que no tiene el lenguaje para explicarse”) que comentábamos en uno de los post que enlazas.

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  2. en realidad, su 'comprender' la guerra iba más allá, recuperaba claramente el romano 'si vis pacem, para bellum'. Bueno, no recuperar, sino simplemente seguir con él incorporado, como en realidad siempre ha hecho todo poder en occidente. La tradición de que la guerra sea un inimaginable como estrategia de gobierno, algo en lo que no debe entrarse de ninguna manera, es reciente, diría que casi exclusivamente europeoccidental (y con matices, claro), y, esperemos, no tan frágil como algunas voces parece que desearían que fuera.

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