¡Qué excelentemente construye, reparte y distribuye Tom
Wolfe sus frases tipo a lo largo de Elegidos
para la gloria (Lo que hay que tener). Ese subtítulo tan aparentemente
provocador intenta traducir de manera literal el The Right Stuff, que a mí me parece menos procaz pero que los diccionarios de
slang confirman que es… lo que hay que tener, en efecto. Lo que hay que tener es la principal de
esas frases tipo. En un momento determinado del libro, Wolfe usa la expresión
para definir a sus protagonistas, dentro de un dinamismo narrativo feroz y una
abrumadora sucesión de descripciones, que en este caso reflejan el carácter y
las condiciones físicas y mentales que atesoraban
los primeros pilotos que accedieron al programa Mercury, el
primer programa espacial de la NASA. Otras expresiones son la Bestia Victoriana (para definir a la prensa), el combate singular (para definir el
carácter que el país daba a la carrera espacial en lucha con los soviéticos), quedarse atrás (para concretar el
momento en que un piloto no resulta elegido para el siguiente programa
ambicioso de vuelos), el planificador
jefe (es decir, el misterioso ingeniero que llevaba los designios de Spectra… digoooo, de lo que
fuera que dirigía a los cosmonautas los soviéticos y que tanto disgusto le daba
a la NASA), y hay un largo etcétera… La repetición acumulativa de términos
(según avanzan los capítulos el número de expresiones aumenta y estas se
acumulan) crea más y más tensión alrededor del hecho narrado. Funciona
excelentemente aunque aumente un tanto artificialmente las páginas de libro,
que cuentan varias veces lo mismo... Aunque es un artificio literario divertidísimo.
Elegidos para la
gloria cuenta la historia del programa Mercury, centrándose especialmente
en las vidas de los pilotos que participaron en él, el más famoso de los cuales
siempre fue John Glenn. La historia de estos hombres singulares, la mayoría de
los cuales eran pilotos de la armada procedentes de la tradición de los
portaaviones que ganaron una guerra mundial, dotados de una gran ambición y un
código particular de conducta ante el mando, ante sus mujeres y ante la
sociedad, permite a Wolfe definir personajes y situaciones de género (cercanas
al western, al bélico, al género de espías, pero también al costumbrismo de
finales de los cincuenta), y, lo que pienso que más le interesa, dar forma a un
entendimiento del concepto un tanto absurdo de virilidad que define a una
sociedad competitiva.
John Glenn durante el proyecto Mercury (vía)
y Ed Harris en la
película de Philipp Kaufman que adaptó el libro en 1983
Publicado en 1979, Elegidos
para la gloria es Nuevo
Periodismo pero no un libro de la primera época del movimiento, en la que
Wolfe participó desde los años sesenta. Wolfe no se incluye a sí mismo en la
trama de ninguna manera; su presencia es menor que la de Truman Capote en A sangre fría, el libro gran referente
del movimiento, aunque tal vez nos influya saber el efecto personal que la
historia tuvo en Capote. Obviamente, no tiene nada que ver con la casi
literatura del yo que practican en tiempos modernos Javier
Cercas o Emmanuel
Carrère, quienes curiosamente han variado el centro de su género literario
de la ficción a la no ficción, justo al revés que Wolfe.
Pero como siempre el mensaje se cuela en el medio y en el
estilo. Wolfe es un intelectual culto, al que sabemos físicamente enclenque,
que actúa de reportero incisivo con modos de novelista en el retrato de hombres
de riesgo aventurados, que tienen Lo que
hay que tener, desde sus detalles íntimos hasta sus grandes apoteosis
políticas. A ellos les dedica una narración
con momentos de genialidad, profundamente intensa y con sentido del
drama, que retuerce la documentación para transformarla en una constante
progresión de situaciones desmitificadas, a veces patéticas, en las que su mirada
simula (aunque no del todo) admiración rebozada
de ironía suprema en el retrato de una nación en un momento histórico concreto.
Recuerden: nuestros cohetes siempre
explotan.
Tom Wolfe en 1979, año de publicación del libro, por
Tony Castro (vía)
¡Muchas gracias al Lector Constante por dejarme el libro!
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