A riesgo de sonar pomposo, y a pesar de que las formas de
Ben Goldacre, autor de Mala ciencia,
no me parecen siempre las mejores, este es uno de esos libros que podríamos
considerar necesarios. Esa necesidad está en lo concreto de su subtítulo: No te dejes engañar por curanderos,
charlatanes y otros farsantes. ¿Por qué es necesario? Para mí el primer
motivo es que el desconocimiento del método científico y del alcance de la
ciencia nos hace ignorantes, lo cual resulta impresentable en un mundo marcado
por la ciencia y la tecnología (y esto es algo más que tener móviles y aviones,
claro). Goldacre habla además de continuo de que esta ignorancia tiene
consecuencias concretas, y se refiere a decisiones que afectan a la vida de las
personas.
Goldacre se centra sobre todo en los grandes negocios
relacionados con la salud, alrededor de la cual se publican la gran mayoría de
artículos científicos de alcance general. Habla y desacredita con ejemplos
bibliográficos abundantes los resultados de los productos que la homeopatía y
el nutricionismo hacen llegar al público general. También denuncia la incultura
científica pretenciosa e interesada de los medios de comunicación. Pero tal vez
el mejor logro del libro es partir de la perversión del método científico y de
la presentación e interpretación de resultados del mismo que hacen estas
pseudociencias para que el lector lego en ciencia pero abrumado por los medios
pueda además conocer cuáles son los errores de la medicina y la farmacéutica
oficiales, a los que Goldacre pone también en cuestión porque demasiado a
menudo se apartan también del rigor del método científico en favor de intereses
económicos. Trabaja así también incluso una línea narrativa en un libro de
divulgación que resulta interesante en cuanto línea metodológica en sí misma.
Rhustox original (vía)
El libro es resultado de un trabajo de varios años de
Goldacre desenmascarando resultados pretendidamente científicos publicados
sobre todo en los medios británicos y norteamericanos. Goldacre no sólo ha
estudiado en cada caso los fundamentos científicos (encontrando el vacío muy a
menudo), sino que también ha querido contactar con los protagonistas de los
mismos y entender sus razones… Sucede que también ha publicado sobre ellos en su columna de The
Guardian, y, claro, no ha ganado muchos amigos al hacerlo. En algunos casos
su juicio es feroz, aunque siempre expone razones que, al menos en su versión,
lo justifican. Esto, la ferocidad en el juicio, sin embargo a mí no me resulta
relevante y en cierto modo puede ser poco eficaz, puesto que se acerca a la
arrogancia que todas aquellas disciplinas que desconfían (y es alucinante que
lo hagan) de la ciencia quieren ver en quien la defiende. También es cierto que
el libro se resiente para un lector no anglosajón dado que esas figuras
mediáticas sólo parecen conocidas en su ámbito, con algunas excepciones (en mi
caso, creo que sólo el autor del artículo que relacionó en su día vacunas con
autismo). Pero cada capítulo suele tener un brillante epílogo de conclusiones
que está escrito con una moderación y un reconocimiento de méritos y deméritos
que resulta edificante, que eleva a Ben Goldacre por encima del agotamiento
propio que revela su retrato de cada farsante.
La ciencia parece jugar en una absurda inferioridad de
condiciones en este debate. Frente a las acusaciones de arrogancia, la ciencia
y su método por defecto son humildes y se basan en la duda sobre la ciencia
anterior establecida y en la realización de nuevos experimentos que permitan
provocar la realidad y comprobar sus respuestas para establecer conclusiones.
Frente al elitismo del que se acusa a los científicos, estos saben que todas
sus proposiciones sólo serán aceptables mientras no aparezca quien explique
mejor sus resultados, y saben que eso le ha pasado a Newton o a Einstein, por
lo que no deben hacerse muchas ilusiones; no sólo eso: la relación histórica
entre desarrollo de la ciencia y el de las revoluciones liberales y las
libertades democráticas es obvio y posiblemente indisociable: sin ciencia
parece bastante convincente que viviríamos momentos más oscuros. Finalmente, frente
al aburrimiento que la sociedad mediática atribuye incluso a la educación
supuestamente especializada en ciencia, ésta aporta una descripción del mundo
con herramientas elegantes y bellas cuyo disfrute estético está al alcance de
cualquier interesado real en el tema. Yo diría que es absurdo pasar por este
mundo y perdérselo.
Ben Goldacre, en la foto que pide en su web que
usemos de él.
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