Ahora que ha sido editada una segunda parte ha caído en mis
manos este cómic autobiográfico escrito por Gabi Beltrán, que, siendo él mismo
dibujante, prefirió que fuera ilustrado por Bartolomé Seguí. Historias del barrio describe bien como
título el contenido del cómic. La cuestión es cuál es el barrio --en este caso
el barrio chino de Palma de Mallorca-, y cuál la época -los años ochenta-. Gabi
Beltrán era entonces un adolescente devorador de cómics con una familia que ahora
diríamos desestructurada, y que se educa en realidad de dos fuentes
principales: los tebeos y la vida del barrio, con sus amigos, sus viejos
alcoholizados, y sus putas.
El libro se estructura en capítulos independientes de
duración corta, en los que normalmente Gabi tiene la compañía de un personaje
principal nuevo que apenas vuelve a aparecer, además de unos breves textos
intercalados que cuentan las circunstancias de la muerte de su padre. El Gabi
Beltrán adolescente centra así casi toda la acción, aunque no existe una
progresión de formación o un continuo que pudiera dar alguna salida al relato.
Salida que en realidad el personaje espera, porque mira con cierta dureza y
juicio hacia su familia, hacia su entorno y hacia sí mismo, pero al no haber
siquiera una trama principal se refuerza la idea de cárcel del barrio e incluso
de la propia isla. La picaresca que puede practicar en las calles no le
proporciona descanso alguno, y el destino de los personajes secundarios, a
veces más claro y a veces no tanto, refuerza un nihilismo incipiente y
comprensible.
Seguí huye del tópico de la luz del mediterráneo y entrega
un trabajo visual oscuro y a veces demoledor, en el que incluso el mar resulta
mortecino y opresor, y los personajes están en penumbra y en ocasiones asfixian
el cuadro. El diseño de las viñetas es clásico y directo. Tal vez le
reprocharía el uso de letras oscuras sobre fondos oscuros, que no facilita la
lectura de algunos de los textos, pero el trabajo es irreprochable para
trasladar la desesperanza de una adolescencia con la marginalidad como
horizonte casi único.
Bartolomé Seguí y Gabi Beltrán en una presentación del
libro (vía)
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