18 de julio de 2013

Los perros azules

Reseña previamente publicada en la Revista Cultural Factor Crítico


La Editorial Sexto Piso, originaria de México, sigue con la publicación en España de escritores sudamericanos contemporáneos que es tentador (aunque posiblemente equivocado) decir que se encuentran al margen del canon. Al pintor, músico y poeta brasileño Rodrigo de Souza Leão no le va a dar tiempo a ser un autor mainstream dado que murió en 2009, a los 44 años de edad, y después de haber pasado media vida bajo tratamientos psiquiátricos. Todos los perros son azules es una novela autobiográfica y se inscribe en el subgénero del loco cuya bufonesca lucidez arroja verdad al mundo, y es un relato corto narrado desde la mente estropeada del propio Rodrigo.

En su internamiento físico, Rodrigo recibe las visitas de Rimbaud y Baudelaire, imagina que un grillo en su cabeza le hace estar malito, y juega y hace amistad con su cachorro de peluche azul. Su inspiración delirante es también lisérgica, conscientemente procedente de la medicación que los doctores le proporcionan, como si entre su mente y el entorno hubieran disparado un mundo paralelo, donde otros enfermos adquieren auras míticas, o sus pulsiones internas –también sexuales- encuentran desarrollo. La novela no avanza narrativamente en un modo convencional, sino que describe un estado mental intransferible. Nos da un festín de sensaciones donde se combinan un conocimiento de alta cultura y una fisicidad propia que Rodrigo vive como vulgar y marginadora. Su obesidad aplastante le acaba de acercar a antihéroes literarios tan disfrutables como Óscar Wao o Ignatius J. Reilly.

El principal valor de Todos los perros son azules está en su ritmo implacable, que cierra con maestría la descripción obsesiva de un mundo propio en el que no faltan las visiones de una sociedad incomprensible y veladamente injusta con el enfermo, que en su paranoia siempre dice la verdad, de 'la naturaleza es muy linda y recuerda a un cementerio' a 'molestar parece ser condición del buen funcionario estatal'. La primera parte del libro (Todo se volvió Van Gogh) es especialmente brillante aunando todas estas facetas.

El libro entero es corto, 107 páginas, que caen en una sentada. Tampoco podía ser más largo sin producir una sensación de inacción, y posiblemente habría perdido poder literario.


Rodrigo de Souza Leao (vía)

2 comentarios:

  1. ¿No son intransferibles todos los estados mentales?

    Con algunas cosas que lees me recuerdas a lo que pensaba hace años de tu tocayo (por las cosas que veía): que era un caso claro de doble personalidad. Aunque ahora que lo pienso, por la cantidad de temas que abarcáis, los dos sois de múltiple personalidad. Y luego hay quien me habla de mi complejidad escribiendo...

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  2. no, no, mi tocayo tiene muchas más personalidades y más acentuadas que yo. En mi caso, personaje y persona además se acercan bastante, ;-)

    es curioso, en realidad yo no busqué esta novela, me llegó de la editorial a través de los chicos de Factor Crítico sin haberla pedido nadie, no sé si como cortesía por algún comentario anterior o por error. Y bueno, en efecto tal vez intransferibles no es el mejor término, lo que sí pueden ser es comparables. Y lo del prota de este libro, que es el escritor, esa ensalada cultural y psicodélica pasada por la frustración personal, la depresión y la marginación médicosocial es... madre mía, sí, incomparable, sin duda

    seguiremos leyendo escritores complejos, jajaja!


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