Reseña
previamente publicada en la Revista Cultural Factor Crítico
La Editorial Sexto Piso, originaria de México, sigue con la
publicación en España de escritores sudamericanos contemporáneos que es
tentador (aunque posiblemente equivocado) decir que se encuentran al margen del
canon. Al pintor, músico y poeta brasileño Rodrigo de Souza Leão no le va a dar
tiempo a ser un autor mainstream dado
que murió en 2009, a los 44 años de edad, y después de haber pasado media vida bajo
tratamientos psiquiátricos. Todos los
perros son azules es una novela autobiográfica y se inscribe en el
subgénero del loco cuya bufonesca lucidez arroja verdad al mundo, y es un
relato corto narrado desde la mente estropeada del propio Rodrigo.
En su internamiento físico, Rodrigo recibe las visitas de
Rimbaud y Baudelaire, imagina que un grillo en su cabeza le hace estar malito,
y juega y hace amistad con su cachorro de peluche azul. Su inspiración
delirante es también lisérgica, conscientemente procedente de la medicación que
los doctores le proporcionan, como si entre su mente y el entorno hubieran
disparado un mundo paralelo, donde otros enfermos adquieren auras míticas, o
sus pulsiones internas –también sexuales- encuentran desarrollo. La novela no
avanza narrativamente en un modo convencional, sino que describe un estado
mental intransferible. Nos da un festín de sensaciones donde se combinan un
conocimiento de alta cultura y una fisicidad propia que Rodrigo vive como
vulgar y marginadora. Su obesidad aplastante le acaba de acercar a antihéroes
literarios tan disfrutables como Óscar Wao o Ignatius J. Reilly.
El principal valor de Todos
los perros son azules está en su ritmo implacable, que cierra con maestría
la descripción obsesiva de un mundo propio en el que no faltan las visiones de
una sociedad incomprensible y veladamente injusta con el enfermo, que en su
paranoia siempre dice la verdad, de 'la
naturaleza es muy linda y recuerda a un cementerio' a 'molestar parece ser condición del buen funcionario estatal'. La
primera parte del libro (Todo se volvió
Van Gogh) es especialmente brillante aunando todas estas facetas.
El libro entero es corto, 107 páginas, que caen en una
sentada. Tampoco podía ser más largo sin producir una sensación de inacción, y
posiblemente habría perdido poder literario.
Rodrigo de Souza Leao (vía)
¿No son intransferibles todos los estados mentales?
ResponderEliminarCon algunas cosas que lees me recuerdas a lo que pensaba hace años de tu tocayo (por las cosas que veía): que era un caso claro de doble personalidad. Aunque ahora que lo pienso, por la cantidad de temas que abarcáis, los dos sois de múltiple personalidad. Y luego hay quien me habla de mi complejidad escribiendo...
no, no, mi tocayo tiene muchas más personalidades y más acentuadas que yo. En mi caso, personaje y persona además se acercan bastante, ;-)
ResponderEliminares curioso, en realidad yo no busqué esta novela, me llegó de la editorial a través de los chicos de Factor Crítico sin haberla pedido nadie, no sé si como cortesía por algún comentario anterior o por error. Y bueno, en efecto tal vez intransferibles no es el mejor término, lo que sí pueden ser es comparables. Y lo del prota de este libro, que es el escritor, esa ensalada cultural y psicodélica pasada por la frustración personal, la depresión y la marginación médicosocial es... madre mía, sí, incomparable, sin duda
seguiremos leyendo escritores complejos, jajaja!