16 de julio de 2010

Rojo y Gris

Un autor anciano y consagrado muere, sus obras se reeditan, y los lectores nos entristecemos por lo primero y alegramos por lo segundo. No haber leído a Delibes, no haber leído El camino, era casi imposible para mi generación, pues era lectura obligada en el bachillerato. Pero de ahí a conocer toda su larga obra hay un trecho. Muchas veces fue trecho salvado por el teatro, o por el cine, pero, a decir verdad, tengo grandes lagunas en la lectura de un autor que siempre me ha parecido irreprochable.

La primera laguna que vadeo tras la muerte de Miguel Delibes es Señora de rojo sobre fondo gris. A Delibes, como a muchos escritores, le pasa que aunque no sean protagonistas aparentes de sus novelas, sus afinidades/simpatías son claras con los protagonistas. Y que los intereses de sus protagonistas cambian con el tiempo. En el caso de Delibes Señora de rojo sobre fondo gris es un título de clara madurez, inspirado por la figura de su mujer muerta antes de tiempo (a mediados de los setenta), a la que retrata y homenajea desde el título. Un título obvio, metafórico y muy cumplidor.

La novela toma la forma de una única carta que un padre escribe a una hija después de que esta le visitara. La mujer de él y madre de ella ha muerto recientemente de enfermedad inesperada, sumiendo al hombre en una profunda crisis. La carta es sobre todo una evocación de la figura de esta mujer, realizada desde el sentimiento de pérdida y la necesidad de reconocimiento propio de la dependencia hacia ella. Es una señora de rojo, actividad y compromiso, acción y pasión, entrega y generosidad. La hija, por su parte, ha estado presa del franquismo, por motivos que se desconocen, y que movilizaron a toda la familia. Es un fondo gris que resalta la vulgaridad de un medio social infectado por un poder injusto y mediocre, contra el que la señora de rojo actúa con dignidad pero sin éxito. Exactamente igual que el cáncer contra el que su cuerpo no puede hacer nada.

La maestría de Delibes se subraya sobre todo en la sencillez de la ejecución. Su lenguaje está extremadamente cuidado, y nos vendrá bien para recuperar vocablos como estiaje o atrabiliario, pero la sintaxis es simple (que no poco trabajada), el discurso es claro y emocional sin subrayado y la duración es breve, concreta y concisa. El uso de los recuerdos, de los objetos sentimentales, de las relaciones profesionales, o de las casas de la familia como símbolos de una mujer que convertía en arte su vida y su convivencia (frente al artista profesional que es el marido, pintor en la novela) es magistral. Delibes escribía novelas más bien cortas, pero dado que Señora de rojo sobre fondo gris se publicó en 1991, quince años después de que Delibes enviudara, no cabe duda que se trata de un libro exquisitamente pensado, que, obviamente, me invita a continuar con más.

El joven Delibes, vía que.es


3 comentarios:

  1. El Camino me encantó a pesar de ser obligatorio, y esta es una buena recomendación. Empezaré a llenar mis lagunas, un saludo.

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  2. No sé por que no dejé aquí comentario cuando había leído el post sobre Diario de un cazador. Supongo que fue la timidez de los inicios en tu blog :)
    Esta la leí según se publicó porque un amigo lector se apresuró a regalármela. Confieso que la empecé con no demasiadas ganas pensando en que el ritmo de Delibes no era lo que yo necesitaba en ese momento pero, por supuesto, me encantó.

    De hecho es uno de esos libros que en el último traslado no quedó en una caja porque al verlo pensé que lo volvería a leer. Y no es algo que suela hacer, hay poco tiempo. Coincido en lo de la exquisitez que rezuma la sencillez de su ejecución.

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  3. ¿esto quiere decir Isabel que hay algún sitio con cajas de libros esperando a ser abiertas? Ay, con lo que les gusta a los libros respirar y que les toquen! En fin, a mí me amenazan de continuo con echarme de casa a cambio de que mis libros quepan en algún sitio, pero yo les soy muy fiel, qué le voy a hacer.

    A veces pienso en Delibes como un novelista cuasiperfecto. Esas novelas cortas, esa emoción profunda, y esa sintaxis simple y gloriosa, pero de vocabulario riquísimo y claridad suprema. Siempre sencillo de decir, pero tan difícil de ejecutar. Todavía me quedan cosas suyas en la estantería, claro. Ya llegarán.

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