Como me
sucedió hace unos meses con Nice Work, es fácil ver la correlación
entre título y contenido y realización en este volumen de David Lodge, Therapy,
donde no sólo el protagonista se somete a diferentes terapias, sino que el
propio libro se exhibe como una terapia determinada. Y, como Nice Work, Therapy
es un libro inteligente y divertidísimo, tal vez no tan completo pues, a pesar
de su componente metaliterario, tiene un final algo errático y algún que otro
argumento se cierra algo en falso. Pero esto no elimina la construcción
brillante, el uso de elementos secundarios (del tenis al catolicismo, de las
sitcoms televisivas a los vagabundos de marca de Londres) engarzados con
precisión, y la creación y explicación de situaciones hilarantes.
Lawrence Passmore es un guionista exitoso de la televisión
británica que sufre de inexplicables pinchazos en la rodilla que le atormentan.
La vida objetivamente le sonríe, pero su melancolía va en aumento, sufre
presión en el trabajo, no puede practicar bien su deporte favorito, y, aunque
se somete a todo tipo de terapias (yoga, aromaterapia, acupuntura, psicología),
todo se desmorona definitivamente cuando su mujer le pide inesperadamente el
divorcio.
La historia de hombre maduro un tanto desastre y desquiciado
por un divorcio no es precisamente nueva. La narración en forma de elementos de
terapia (tanto su diario como la escritura que hace de los pensamientos que Passmore
cree que los demás personajes tienen) son sin embargo muy efectivas. Los
episodios de la comedia de situación que Passmore escribe para la televisión
permiten un reflejo imaginado de su rota cotidianidad de 'primer mundo' y su
obsesión por el existencialista danés Søren Kierkegaard, además del riesgo
narrativo asumido que significa dedicarle páginas a un filósofo de corte
deprimente en una novela cómica -solventadas con una capacidad asombrosa para
el humor- presenta un anverso más oscuro que permite a Lodge indagar en las
motivaciones de lo que hoy llamaríamos, salvando las distancias y las formas,
un incel. Estas dos manifestaciones psicológicas enfrentadas recorren el nudo
central del libro con un brillo estupendo.
Los libros inteligentes que levantan carcajadas no abundan, y, con el tiempo suficiente entre libros del mismo autor, seguramente no agoten. La prosa en inglés de David Lodge es diáfana y seguible, pero he agotado sus tres novelas más conocidas y reconocidas. La tentación es leer alguno de sus varios ensayos literarios. ¿Será capaz de introducir en ellos esta enorme capa de humor inteligente y estructural?
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