Middlesex es la
segunda novela de Jeffrey Eugenides, que fue un éxito enorme tras la primera, Las vírgenes suicidas, que
ya comenté hace un tiempo, y que goza también de amplísima fama apoyada en
su caso por la película de Sofia Coppola. Middlesex
es una novela cercana al gran relato tipo Americana en su concepción de saga
familiar, de aventura pionera, y de retrato de comunidad. La cercanía está
presente en estructura y ambiciones, pero no es tanta cuando miramos los dos
detalles centrales: la emigración griega a los EE.UU. y la intersexualidad. Dado
que la novela tiene ya dieciséis años, y lo que en este tiempo ha cambiado la
sociedad, es interesante intentar analizarla.
El protagonista de la novela, Cal, que al nacer fue llamado
Calliope (musa de la poesía y de la elocuencia), se define desde la primera
página y explica que su condición hermafrodita (un vocablo ahora desaconsejado) se debe a motivos genéticos por
relaciones de consanguinidad entre sus antepasados. Cal, como narrador, debe
entonces narrar la historia de su familia, a la que se desplaza completamente
el relato. Desdemona y Elephterios, los abuelos de Cal, fueron griegos de
Turquía que tras el incendio y evacuación de Esmirna en 1922 (como consecuencia
de la
guerra entre Grecia y Turquía) se instalaron en EE.UU. en casa de una prima
de ambos. La historia muestra cómo, los abuelos de Cal, eran hermanos; la
consanguinidad no acaba ahí, pues sus padres, criados endogámicamente en la
comunidad griega asentada en Detroit, eran primos.
Incendio de Esmirna en 1922
Eugenides es un narrador estupendo: muy divertido en la
narración de situaciones cotidianas, aprovecha de manera excelente las
tradiciones en el marco de la historia (como esa abuela que adivina el sexo del
feto según la forma de la barriga de la mujer embarazada), por no hablar de los
acontecimientos históricos y sus ironías (desde la guerra greco turca a los
disturbios de Detroit en 1967), y es hábilmente desmitificador sin estar exento
de reflexión honda disfrazada en un ritmo ligero y atractivo. La reflexión de
Cal respecto a su situación es siempre liviana, fresca y positiva. Cal es un
personaje lógico, rebelde acorde con la edad, y fuerte. Eugenides, obviamente,
le quiere y describe con ternura.
Mi problema con esta novela de más de 500 páginas es la
comparación obvia, apenas explicitada una vez, entre la doble identidad
(nacional, cultural, social) del inmigrante y la doble identidad del
protagonista (de asignación de género, de órganos sexuales físicos). No son
escenarios conceptualmente iguales, y en cierto modo eso afecta, en mi opinión,
al resultado desigual de los conflictos. La fortaleza mental de Cal es
formidable, pero no se puede basar en los mismos constructos sociales y
familiares en que su abuela –un personaje extraordinario, todo sea dicho- sobrevivió
al exilio, a la pobreza, y a la ley seca, y donde la ocultación del incesto
sería el fenómeno más cercano a la armarización y ofuscación del adolescente intersexual.
El paso del conflicto colectivo al individual parte de la opción para mí
política que toma Eugenides respecto a que Cal sea un personaje positivo, que
entronca bien con la capacidad demostrada del autor en su primera novela para
retratar universos adolescentes, pero confunde la naturaleza y consecuencias
del secreto, en favor de un tratamiento racionalista algo ventajoso que permita explicar que el carácter, algo tan subjetivo, lo es todo. También
existe una cierta pérdida de anclaje del espectador cuando Eugenides decide
apartar a Desdemona del primer plano de la historia para centrarse en Cal,
dejando un hueco difícil de llenar ante un personaje tan formidable.
Jeffrey Eugenides (vía)
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