19 de abril de 2013

Canción de cuna


 

Hoy empezaré con un tópico: es increíble que una persona que en el trato cercano parece tan adorable como Chuck Palahniuk escriba novelas como las suyas. La postmodernidad cínica y la imposibilidad de salvación, sumados a sus pequeños apocalipsis sin asomo de ternura, pero sí cierto sadismo irónico, se antojan incompatibles con un hombre que en sus firmas de libros se encarga de hacerse fotos con los fans que se lo piden… ¡abrazándose a ellos! Así al menos lo hizo justo hace un año en el festival Gutun Zuria de Bilbao, donde conseguí bonitas dedicatorias de mis ejemplares de Fight Club y Survivor.


Lullaby es la tercera novela de Chuck Palahinuk que leo. Mientras que Fight Club me pareció un libro excelente, Survivor sin embargo me dejó más frío, como si en realidad Palahniuk repitiera casi completamente el discurso, el método y la técnica, sustituyendo los acontecimientos, que son originales sin duda, trepidantes de continuo, socialmente amenazadores siempre, y… un tanto agotadores. Por ello acuñamos entre Daniel Figuero y un servidor el término efecto Palahniuk-Nothomb para referirnos a estos autores prolíficos (tanto Palahniuk como Amelie Nothomb escriben una novela al año), que buscan y encuentras tramas originales con que subrayar mediante metafóras irónicas y a veces impactantes, no exentas de carácter parabólico, los males de la sociedad actual.


En Lullaby, un periodista que investiga la muerte súbita de bebés descubre que todos los niños murieron tras haberles leído un poema concreto, una especie de hechizo capaz de matar inmediatamente a quien lo oye, o a aquel en quien se piensa cuando se recita. Conoce a una mujer que trabaja en una inmobiliaria extrañamente especializada en casas encantadas, que también conoce el hechizo y lo maneja para enriquecerse. En compañía de ella, de la ayudante de la mujer en la inmobiliaria, y del novio de ésta (un neohippy que publica anuncios en periódicos para fomentar demandas contra empresas), viajan por los Estados Unidos intentando localizar todas las copias del libro para destruirlas, además del libro original, que acaba conteniendo diferentes hechizos añadidos con diferentes formas de poder…

No diré que el conjunto de ideas no pueda ser atractivo, pero el plato y su presentación son indigestos: la excesiva repetición de situaciones, una machacona reiteración de frases, y un esfuerzo continuado por lo chocante, acaban siendo subrayados y estropean momentos excelentes, que existen, por su carga irónica y su lucidez social. Tal vez sea un libro excesivamente largo, que se habría beneficiado de un recorte de páginas e incluso de una narración menos asumidamente provocadora, y habría ganado efectividad. Las 300 páginas de Lullaby se antojan excesivas frente a las 210 de Fight Club, que, sin embargo, aspiraba a narrar más cosas de mayor calado, con un mejor personaje y metáforas más efectivas. Claro que Fight Club es una primera novela, tal vez trabajada durante años, y las demás pueden estar afectadas de la falta de pulido que tienen las obras de temporada, y que supuestamente la experiencia debería ayudar a combatir.

Chuck Palahniuk en Bilbao

(Las fotos de Chuck Palahniuk de esta entrada están realizadas por Javier Bellido)

(La dedicatoria de Fight Club fue provocada: el autor no quería poner una frase desagradable para el lector, sino que sólo lo hizo tras petición expresa de éste)




2 comentarios:

  1. El efecto Palahniuk, recuerdo que tuve que preguntaros.

    Pues sí que es una lástima, el planteamiento mola. Poemas y hechizos… Sin duda la palabra es un instrumento poderoso.

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  2. Esa es gran parte de la idea, lo peligrosa como arma que puede ser la palabra. Viniendo de un escritor de habitual irónico y nada sospechoso de reaccionario, hay que reconocerle la retranca...

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