¿Recuerdan lo que en su día comenté de David Leavitt? Vale, no lo recuerdan… bueno, tal vez… ¡¡ni siquiera lo leyeron!!
(((dejen que me recupere del fiasco)))
Bien. Allí comentaba cositas de literatura (de subgénero) gay y como David Leavitt era prácticamente pionero en una presentación normalizada (pero bien escrita, con interés literario general) de la cuestión. Bueno, pues aquí está uno de los posibles precursores, especialmente en la novela que nos ocupa, Un hombre soltero. El autor es Christopher Isherwood, un hombre conocido y mitificado por ser el autor original de los relatos que dieron lugar a Cabaret, el musical, y, posteriormente, Cabaret, la película, y que se encuentran recogidos principalmente en la novela Adiós a Berlín.
Póster de Cabaret en Polonia, via Cinemaposter
Los escritores británicos homosexuales son legión (a ver, sin pensar mucho, se ha dicho o sabido de Byron, Bacon, Marlowe…). No sólo cuentan con el santo oficial de la causa (Oscar Wilde) sino que incluso se especula que el gran maestro de su literatura (Shakespeare) lo fue, y ello no sin fundamento. Pero haber estado fuera del armario en el siglo XX, tras la muerte de Wilde en 1900, no era cosa fácil (Forster, Woolf, Lawrence, Coward…). Isherwood lo estaba, pero no en su país, sino que escogió para ello el Berlín de la República de Weimar, un espacio legendario de libertades que sublimaban el fracaso de Versalles hasta ser revisionadas hacia la perversión racial por la llegada del nazismo. Y de allí se marchó para convertirse a partir de 1939 en un forastero aún mayor en California, experiencia de la que surge Un hombre soltero.
Un hombre soltero es la cálida historia de George, un inglés cincuentón profesor de literatura en California, que en una jornada muy amplia divide su vida cotidiana en cuatro episodios punteados de continuo por el recuerdo de Jim, su pareja, con el que vivía y que acaba de morir en un accidente. Su estructura es un repaso por algunos de los episodios del armario llevados con humor y dosis de cierta desesperanza crepuscular. George se despierta, y en su casa todo le recuerda a Jim, aunque su terreno apartado indique lo alejado que se encuentra en realidad de sus vecinos, que le miran por encima del hombro. En la universidad, disfruta de sus clases, de la conversación y las caras de sus alumnos, más o menos bellos, y sus libros. La tarde la pasa con su ‘amiga de toda la vida’, siempre enamorada en secreto y que todo le confiesa. Pero a la noche, al querer olvidar e ir a un bar, se encuentra con su alumno favorito, que le propone ir a nadar de noche y…
California e Isherwood recuerdan a David Hockney, y su Peter getting out of Nick's pool, obtenido via la Walker Art Gallery y los museos de Liverpool
Este libro tiene más de cuarenta años pero mantiene un punto de vista muy actual en lo personal pero que en lo sociopolítico resulta muy pre-Stonewall, para entendernos. El marica maduro está convencido y hasta feliz de serlo, se protege de la problemática social que eso le supondría con la discreción debida a un tiempo hipócrita, pero lo suyo no es un secreto para amigos y vecinos (y, posiblemente, alumnos), y su actitud y pensamiento, que uno atreve a intuir que son los del propio autor en su madurez, son cálidos, solidarios, positivos, germinales de visibilidad aún no posible sin sufrimiento personal extremo.
Todo ello respecto a la cuestión homo, claro, porque en lo literario Isherwood usa costumbrismo y reflexión personal enfrentando a un hombre solo (‘single’ en el buscadamente equívoco título en inglés de la novela) a una sociedad en la que no tiene asideros: británico en California, viejo entre jóvenes alumnos, homosexual entre heterosexuales alfa. Claro que todo ello lo consigue sin forzar drama alguno, y con capacidad de observación sobre la madurez intelectual enfrentada a las pasiones tardías que es muy disfrutable.
Esta edición se completa con una entrevista al autor realizada en 1973, en la que critica el desdibujo sexual del personaje de Michael York en Cabaret, y da su personal visión de la feliz vida homosexual que pudo llevar, algo que en su tiempo requirió voluntad, honestidad, mucha alegría vital, y, posiblemente, una pureza ingenua que uno aprecia en sus personajes, bien sea Sally Bowles o este George, por baqueteados que estén.
Se la recomiendo mucho a todos, y, tras anunciarles que la película (dirige Tom Ford, interpretan Colin Firth, Julianne Moore y Matthew Goode) está a puntito de llegar, les dejo con un apunte del autor, un profesor de literatura, sobre su relación con los libros. Este blog, dedicado a una relación emocional con los libros, no podía obviarla:
Los libros no han hecho a George más noble, mejor ni más sabio. Es solo que le gusta escuchar sus voces, unas u otras, según su estado de ánimo. Se aprovecha de ellos de manera impía –aunque en público habla de ellos con el mayor respeto- para inducir el sueño, para ahuyentar de su mente las agujas del reloj, para aliviar la roedura de su espasmo pilórico, para superar con sus chismes la melancolía, para liberar los reflejos condicionados de su colon.
Eepa. No sabía que Hockney hubiera retratado a Isherwood. Hermoso cuadro. Suena interesante la novela, quizá esta tarde... ¿Por qué tendrás tan buen gusto literario, so jodío? Voy a acabar arruinado.
ResponderEliminary las bibliotecas, querido doctor malarrama? Además, ambos libros (un hombre soltero y las benévolas) están en bolsillo y salen baratitas...
ResponderEliminarTodavía no he leído la novela pero anoche fui a ver la película de Tom Ford y me ENCANTÓ. El plantel, soberbio (especialmente Colin Firth), la dirección, estupenda.
ResponderEliminarMuchas gracias por recomendarlo.
Iñaki
pues a mí la peli no me ha gustado tanto, la verdad. Le veo escenas muy bien llevadas y otras un tanto desastre. Cierto que Ford siempre parece tener sensibilidad y gusto, pero tal vez necesite unas clases de producción...
ResponderEliminarinteresante la historia de Isherwood, y su vinculación con el maestro Ramakrishna (la orden Ramakrishna en realidad, ya que el maestro no fue su contemporáneo).
ResponderEliminarLa película de colin firth me gustó mucho... la recomiendo
Siempre he encontrado muy significativo el cuadro de David Hockney, una pareja, teóricamente de enamorados, cada uno en un extremo en la cual el único contacto existente es la mirada de Isherwood a Bachardy, mientras este mira al frente obviando cualquier contacto con su mentor, ¿Qué insinúa Hockney?, mera casualidad, mera composición, equilibrio de la composición, sinceramente no lo creo, es un cuadro que siempre ha reforzado mi idea sobre el espabilado adolescente que supo medrar, aunque claro a quien no amarga un dulce.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, pe-jota, el cuadro no es ni simple casualidad, y no es nada inocente. Creo de todos modos que no sólo el autor era consciente, sino también los dos retratados. Tal vez jugaron a esa visión, por otro lado, porque todos sabían su papel. Lo cual suena frío, pero posiblemente les ayudaría a seguir como pareja...
ResponderEliminargracias por el comentario, me apunto tu blog, que veo altamente interesante!
Menos mal, porque empezaba a sentirme como un bicho raro, con tanto Don & Chris a love story, y Bachardy de viuda inconsolable ganado una pasta gansa a costa de Isherwood, cuando le puso más cuernos de los que razonablemente (si esto es posible) se pueden aguantar, se nota que me cae fatal, pero no me importa, en breve mi blog le dedicará unas entradas a Isherwood, espero tus visitas y me anoto tu blog.
ResponderEliminar