25 de junio de 2024

¿Verdad, Isidoro?

 


Vivan los hombres cabales es una novela corta de la colección * (asterisco) de la editorial niños gratis*. Es un texto ágil, vibrante y talentoso escrito por Guillermo Alonso, amoldándose bien a las necesidades de conflicto de un relato, y que juega con el tópico para subvertirlo: Isidoro, un transformista que vive con su madre enferma de Alzheimer, se prenda de su vecino Gonzalo, al que saca más de veinticinco años, y entabla amistad con él después de rescatarle del propio club en que Isidoro actúa, cuando los amigos de Gonzalo le abandonan borracho en el local. Gonzalo resulta ser un chico amable, además de bellísimo, que incluso ayuda a Isidoro con su madre y acepta ser invitado a comer -y ser contemplado- de vez en cuando.

El encanto inicial y aparente del libro está en la descripción de un potencial inicio de relación, siempre desde el punto de vista de Isidoro, que, a la par que está ilusionado íntimamente con Gonzalo, da rienda suelta al personaje de su trabajo, Diva Gioconda, que por momentos parece ganarle la personalidad, algo con lo que el autor juega bien aprovechando sus necesidades de vestirse para el trabajo. Incluso atesora un momento de estupenda ternura y diversas lecturas en el hecho de que su madre crea que además de su hijo tiene una cuidadora nocturna. Todo este encanto bien llevado, que es tópico en sus expectativas de relato queer, se viene abajo por la presunta sorpresa final; digo presunta porque ha sido perfectamente construida, diría incluso que a la manera -dados los personajes, dada la trama- de Hitchcock en Psicosis, desviando la atención del personaje principal, y recordando al lector que no hay que fiarse del oropel superficial del texto no vaya a suceder que leas y leas, pero no aprendas nada. ¿Verdad, Isidoro?

El libro es tan bueno que se lee (dos veces) en una tarde.


 

11 de junio de 2024

Hay que ordenar la casa

 


Tienes la casa bien dispuesta, a tu gusto. Has decorado, amueblado, ornado y dispuesto los muebles, los objetos queridos, los lugares que necesitan más luz, aquellos dedicados a dormir, cocinar, comer. No estás insatisfecho, y aun así... A veces traes a casa entes nuevos. Encajan bien pero tal vez la armonía no es total. Puede además que algún mueble necesite un retoque; que haya que cambiar cortinas, incluso que... Mira, una disposición distinta de los muebles, un movimiento completo, un desplazamiento aparente para que cada elemento nuevo se asiente mejor y... Ves el resultado, piensas, te preguntas, ¿por qué no lo habré hecho antes?

Desde que leí Imitación y experiencia, el primer volumen de la Tetralogía de la ejemplaridad, tengo la sensación de ‘conocer la casa’ de Javier Gomá. He leído los cuatro libros de la tetralogía (los he comentado aquí, pero también en artículos que fueron publicados en Claves de Razón Práctica y la Revista de Occidente), la trilogía teatral (Un hombre de cincuenta años), infinidad de artículos y hasta he visto muchos vídeos de su canal de YouTube. Así que los elementos de la casa de Universal concreto no podían sorprenderme, sabiendo como anunciaba la información del libro que este era un compendio de su pensamiento, y nada hacía sospechar en escritos o intervenciones recientes del autor que fuera a contradecir su filosofía anterior. Pero la disposición es otra cosa. La casa tiene ahora una armonía nueva, un acoger más preciso, diría incluso que más gozoso.

Universal concreto tiene un subtítulo de relevancia: Método, ontología, pragmática y poética de la ejemplaridad. Aun tratándose de 250 páginas en vez de las 1.500 de la tetralogía, es clara la ambición filosófica del autor, usando un cuarteto de términos que en su listar recuerdan a varios autores clásicos que también describieron el mundo de acuerdo a su pensamiento. Esta es la principal diferencia de disposición de la casa que se observa, al menos en comparación con la tetralogía: la estructura literaria que Gomá. Mientras la tetralogía es un relato de inspiración narrativa que hace uso de la historia del pensamiento occidental para, aplicándolo a la imitación, acabar desarrollando la teoría de la ejemplaridad de los prototipos personales (concretos) de validez general (universales), esta historia es sustituida en Universal concreto por otra estrategia más descriptiva: las conclusiones de la tetralogía son aquí la hipótesis de partida, y el libro analiza minuciosamente todos los elementos que la componen (esa anunciada descripción del mundo), armonizando en ese trabajo todo el pensamiento anterior expresado por Gomá en sus anteriores libros, artículos y conferencias, reduciendo sus páginas a una esencialidad radical e incluyendo equilibradamente lo que parecían elementos colaterales o incluso sueltos de su literatura en el libro. La tarea ha debido ser inmensa.

Pero... ¡cómo ha quedado la casa!

Intentaré describirla con brevedad: para la ejemplaridad, el ser es 'ejemplo', y lo que debe hacer el ser en el mundo es ser ejemplar, o, más precisamente, buscar la ejemplaridad. Además, existe todo un mundo estético donde exponer y extraer representaciones del ‘ejemplo’ (y, por añadidura, entretenerse). Hay un devenir de la filosofía que impidió a la ejemplaridad desarrollar su entramado filosófico debido a la capacidad de abstracción del lenguaje, para el que lo 'concreto' (que es esencial en la ejemplaridad) no revestía importancia. Este criterio se impuso durante dos milenios.  En su réplica, que es su obra, Gomá reivindica viajar de lo abstracto a lo concreto con una filosofía mundana (se escribe desde el mundo, sobre el mundo, y para el mundo) y sistemática; de ahí que deriven de ella una ontología, una pragmática y una poética, que desarrollan cada una de las partes de la filosofía que he intentado resumir en las dos frases simples al inicio de este párrafo.

Ontología

Que el ser sea ejemplo (o no sea) es probablemente una idea difícil de entender. El 'universal concreto del ejemplo', por precisar. Figuraba como conclusión en la tetralogía, denominando prototipo al ejemplo, pero aquí adquiere gran prevalencia. Para Gomá, la imitación de un ideal de ejemplaridad (en el fondo una ética práctica sobre cómo comportarse) es la 'única puerta de acceso a la verdad', y la verdad es aquello que busca la ontología: acceder al conocimiento del ser. Ontología y pragmática son pues inseparables: 'el actuar moral se hace con vistas a un ser, y el ser señala un hacer, en el cual haya un cumplimiento'.  Este 'del logos al ethos’ reformula el habitual 'somos lo que hacemos', y sucede casi milagrosamente en la página 78 del libro, porque en treinta páginas anteriores Gomá ha recogido las ideas desarrolladas en Imitación y experiencia (600 páginas) con una precisión implacable, distinguiendo los momentos 'universal abstracto' (del lenguaje) y 'universal concreto’ (del ejemplo) en el devenir del pensamiento occidental, y proponiendo los giros subjetivo del yo y lingüístico de la cultura de los siglos XVIII y XX como factores explicativos de la deriva de la visión del universo desde un cosmos ideal a la subjetividad romántica y finalmente el yo individual diverso. El reconocimiento explícito de esta diferenciación en la posmodernidad está más marcado que en la tetralogía: Gomá lo atribuye a la implosión que ha supuesto en el individuo el reconocimiento del lenguaje natural como herramienta propia de empoderamiento, y aquí entreveo un reconocimiento de la capacidad de los ‘neolenguajes’ de la diversidad que emplea toda una generación con Paul B. Preciado a la cabeza.

También es novedoso el subrayado de la penetración del estado estético de la vida en el ético, que no era tan profundo en Aquiles en el gineceo, donde más bien se reflejaba como un mal de los tiempos. Recordemos que Gomá utiliza los dos primeros estadios del camino de vital de Kierkegaard para hacer recorrer el tiempo de la vida al ser, esto es: el estadio estético (adolescente, artístico, de ideales inquebrantables), y el estadio ético (maduro, con responsabilidades cotidianas en que llevar adelante una casa y un oficio, que es larguísimo y lleno de negatividades).  En la tetralogía el abandono del estadio estético era en la práctica una necesidad (Aquiles abandonaba el gineceo y asumía sus obligaciones) para poder buscar el ideal de ejemplaridad. Probablemente esta idea implicaba demasiada resignación, y en Universal concreto hay una conclusión para mí más gozosa: la admisión diáfana y sin reproche de lo estético como 'concreto', como unas brasas remanentes que hacen que el individuo 'siga queriéndolo todo a su manera', a pesar de habitar y cumplir con las obligaciones del estadio ético. La conciliación de ambos momentos en el conjunto de la experiencia de la vida hacia el individuo experimentado, le somete a tensión creadora entre el ‘universal’ ético y el ‘concreto’ estético. Permite por ejemplo que las musas arrebaten al escritor, y que el éste cumpla con su oficio. No solo me parece gozoso, sino más ajustado a la realidad de la vida diversa (liberada, se diría en lenguaje natural actual), y, además, desactiva una crítica potencial al hecho de que Gomá obvie en su metodología la analítica de la deconstrucción que la figura problemática de Aquiles (como ejemplo total) supone en su dimensión completa.

Los estadios son el mecanismo por el que Gomá ha 'movido' en el tiempo a su 'ejemplo', el ser personal. Pero en la experiencia humana el tiempo es finito, y esta finitud, ante la que Gomá se revelaba en Necesario pero imposible, y que siempre vio como injusta, da lugar a la idea de esperanza, de ‘ser' después del ente, de transferir a un objeto exterior no corrompible su esencia y así combatir el despojo del cadáver que espera a cada ser. Confieso que siendo para mí (persona de ciencias, a fin de cuentas) la parte menos apuntalada de la tetralogía, también me resultaba la más vívida. En Universal concreto creo que se trata de uno de los capítulos que añaden más argumentación y construcción, incluyendo aquí más resumidamente las ideas de Necesario pero imposible, y añadiendo las de ensayos como La imagen de tu vida y Dignidad (que reconozco no haber leído, pero sí he escuchado en charlas el núcleo de sus conceptos), además del monólogo Inconsolable. Todo ello subraya la importancia del capítulo para el autor. Así, la acientífica mortalidad prorrogada, protagonista casi única de la esperanza en Necesario pero imposible, que se basaba además en los indicios del 'superejemplo ' Jesús de Nazaret, se acompaña esta vez del concepto de ‘dignidad’ como paradigma de vida del ser moderno frente a una felicidad inasumible a causa de su efímera duración. Sucede así una vez que el fin del cosmos helénico y la muerte de Dios abocan a un único destino indigno y corruptor como la muerte. La dignidad ayuda al ser que muere a apuntalar la imagen de una vida completa, haciendo que la muerte del ser sea completamente injusta. La dignidad apuntala la esperanza, por su universalidad, que el autor recoge, pues existe dignidad (e imagen ejemplar de la vida propia) incluso entre quienes afrontan la vida sin recursos, son débiles, están desamparados, o son personas dependientes que anticipan prematuramente los estragos de la muerte. Mientras, entre los argumentos en favor de la mortalidad prorrogada, Gomá subraya que el individualismo de la segunda modernidad sustenta conceptualmente la idea de esperanza. Sigue sin haber, y se asume con cierta ingenuidad, 'prueba', pero si, por un lado, no estamos en literatura científica demostrable, y si, por otro, la secularización individualista implica por deducción ontológica la esperanza individual, el postulado desde la filosofía resulta explicado y cerrado.

 

Pragmática

Para adentrarse en la segunda parte fundamental de casi toda filosofía (¿qué hay que hacer?), Gomá propone que esto sea 'buscar la ejemplaridad', e imitarla. La ejemplaridad es un ideal, personal y relativo, encarnado en una persona (el ejemplo, el antiguo prototipo de la tetralogía) que personifica la excelencia de su tiempo, y que causa en el imitador la necesidad/apetito/calor de imitarlo de manera completa, en un viaje necesariamente imperfecto que traduce lo ideal a la realidad. No todo ejemplo es universalizable, pero sí que todo ejemplo es ejemplo para alguien, ya que cada acción del ejemplo es una invitación a ser imitado, y encierra en sí un inicio de costumbre: el ejemplo, al repetirse, se generaliza. Para Gomá, moralmente, no existe la vida privada (sí legalmente, como es lógico).

Si en la Ontología se encajaban piezas fundamentales de tres libros de la tetralogía, el baile en la pragmática fundamentalmente le corresponde a Ejemplaridad pública. El mal ejemplo, su posibilidad, y la conflictividad de la ejemplaridad (un buen ejemplo puede traducirse en una actitud que el potencial imitador vea rechazable, o que incluso actúe contra él) se integran mejor en el discurso, y para ello parte de una de sus obras teatrales, El peligro de las buenas compañías, donde Gomá representaba un ejemplo tan inalcanzable que causaba una reacción contraria en el protagonista, y donde llegó con el teatro a una materialización de este concepto ahora desarrollado como tal.

Procedente de Ejemplaridad pública es también el concepto de vulgaridad cultural. Pero, consciente de la dificultad del término, y aceptando el reto de apuntalar la precisión del mismo, Gomá refuerza su argumentación más lejos que en la tetralogía: a la explicación de que la vulgaridad es resultado de la consecución de la libertad y la igualdad, Gomá añade la dignidad como característica y renunciable y universal (pues no es una dignidad de aristócratas, sino de los débiles y hasta de los inmorales) de nuestro tiempo. Sostiene que el reconocimiento de esta dignidad de cada individuo es la base del equilibrio de la democracia liberal, ya que asegura que la voluntad mayoritaria no está legitimada a hacer algo que pueda atacar dicha dignidad (que, como principio mayoritario, permite la obediencia de las decisiones democráticas de una mayoría de 'dignidades', mientras que como principio contramayoritario se rebela contra los abusos de la mayoría, de producirse). Sin embargo, a esta fortaleza en lo político, Gomá postula que en lo privado/cultural, la vulgaridad no ha pasado de una fase romántica puramente subjetiva, iniciada en la primera modernidad, estirada posteriormente por las vanguardias -que Gomá entiende que fueron necesarias frente al elitismo cultural tradicional- y que tras la contracultura de la segunda mitad del siglo XX se ha desbordado hasta ser el paradigma cultural dominante. Lo siguiente es pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad mediante la imitación del ejemplo/prototipo, (1) definiendo las respuestas a la vulgaridad -reaccionar queriendo volver al elitismo anterior, resignarse al considerar la vulgaridad el precio a pagar por el estado de libertad e igualdad, o abrazarla con el fin de reformarla- y (2) ofreciendo experiencias comunes que ofrezcan a todas las 'dignidades' individuales la posibilidad de identificación ante el ejemplo: ‘el universal vivir y envejecer' es la experiencia que todo humano comparte y reconoce.

Sin duda hay cierta ingenuidad en la propuesta, especialmente porque la vulgaridad es fácilmente asociable al estado estético de la vida, sin duda más común en adolescencia y primera juventud, allí donde envejecer es una visión aún lejana e incomprendida. Tal vez por eso, del mismo modo que el estadio estético se imbrica con el ético en la construcción del ejemplo, creo que es posible postular que vulgaridad y ejemplaridad requieren cierta convivencia incluso fructífera. Primero porque es realista: el ideal de ejemplaridad como ideal que es resulta inalcanzable para la plasmación física del mismo -e incluso un pestiño en la vida real como el propio Gomá indica en El peligro de las buenas compañías. Y segundo porque cierta experiencia histórica de lo social y cultural también muestra que lo hoy reconocible como ejemplar fue para el gusto y las costumbres de su tiempo una vulgaridad. Un ejemplo de la modernidad romántica es la negativa recepción de las últimas obras de Beethoven, un tanto salidas de la norma. Otro de la posmodernidades la liberación sexual de los setenta, que derivó en formas sociales ejemplares a pesar de la vulgaridad de la que fueron acusados.

La vulgaridad es un tema medular en la filosofía de Gomá. Pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad se relaciona también con la creación o adopción de costumbres adecuadas con las que construir estado y democracia, que necesitan de 'buenas costumbres' en la sociedad para que las leyes (que deben respetar la dignidad de todos) puedan arraigar. Es labor de la ejemplaridad también el que se origine y asiente una 'visión culta' propia de una 'mayoría selecta' -oxímoron buscado- que sepa entender que las costumbres también varían, aunque sea lentamente y que el relativismo es una realidad necesaria, que además apuntala la democracia liberal. La combinación culta de lo privado (lleno de anhelos absolutos) y lo público (regido por la realidad del relativismo y la imperfección), así como comprender que la voluntad más que el entendimiento condiciona el mundo y las costumbres -y por tanto las leyes-, forman esta visión culta. No está mal considerado que procedemos del intento de desarrollo conceptual de un ideal.

La Pragmática de Universal concreto termina con una visión de la historia que incluye elementos de matices novedosos en la obra previa. Una razonada visión de la sociedad democrática actual como la mejor de la historia (para muchos esto es una declaración también plena de ingenuidad, pero para un contraste con la opinión de Leví-Strauss sobre el etnocentrismo sí que da) centrada de nuevo en la mayor dignidad histórica de los débiles como argumento sin subrayar que sean valores específicamente occidentales los artífices. Una lúcida cadena de razones del descontento actual, con detalles interesantes:  la condición moderna del Yo subjetivo (que asiste a la decadencia de sus capacidades sin agarre alguno a un Cosmos perfecto o a un Dios omnipotente), la conciencia de la dignidad igualitaria (es decir, la sociedad es vigilante y denunciadora en las injusticias, y estas, en cierto modo, están cada vez más acorraladas, pero, a la vez, son más públicas), el concepto moderno de Cultura crítica (donde apela a los filósofos de la sospecha cuya influencia en la cultura actual es aún relevante: Marx -que negó el poder-, Nietzsche -que negó a Dios-, y Freud -que negó el ego-), y, finalmente, la caída del telón de acero como acontecimiento que eliminó al enemigo al que culpar de todos los males. Argumentar con un acontecimiento histórico reciente no es común en Gomá, si bien estamos en un apartado sobre historia y el libro necesita entrar en lo más contemporáneo. A este hecho histórico podría mejor sumarse las crisis económicas continuadas (por diversas razones) desde 2008, porque han retorcido principios de dignidad en las democracias liberales pienso que con más influencia en el conjunto histórico. No es que no pueda relacionarse: la caída del comunismo envalentona a un neoliberalismo que cree que la historia le ha dado la razón sin aceptar el peso del reformismo en la dicotomía entre capitalismo ultraliberal y socialismo real como sistemas económicos extremos. Ciertamente, no existe ya comunismo global al que culpar, ni otros enemigos de esa dimensión (el terrorismo internacional de raíz islamista, por ejemplo) son fácilmente señalables en esta argumentación, pero es relevante que esta causa sea originada en el sistema democrático liberal por haber oscilado en exceso hacia uno de sus extremos.

Aunque Gomá cree que la historia de la humanidad es un viaje de progreso, no es determinista; con buen tino recuerda que ‘la Historia no está sujeta a legislación’, pero afirma que puede observarse una dirección, y esa dirección, en plazos medios o largos de manera casi asegurada, es el lugar donde puede desarrollarse el ideal de la ejemplaridad. Me gustan mucho los nuevos elementos introducidos respecto a Ejemplaridad pública en este punto. Por ejemplo, la mención al cambio de la visión de la victoria militar como fuente de legitimación política frente a los principios democrático y liberal. La introducción en este punto de la lucha contra la desigualdad como exigencia al Estado (lo cual lleva a la redistribución de la riqueza), o la profusión de estrategias de mediación en la vida social (conciliaciones, arbitrajes, etc) para sustituir a la jurisdicción en un plano concreto y no actuar en el abstracto de la ley en que trabajan los jueces. Que el relato virtuoso dominante haya dejado de ser el masculino/bélico es un triunfo, pues es un hecho que la literalidad de la Historia se ha escrito a golpe de conflictos y mucho menos a golpe de acuerdos, negociaciones, y tratos que evitaron confrontaciones.

 

Poética

Mi impresión es que la Poética de Universal concreto responde también a la necesidad que siente el autor de apuntalar mejor la visión del arte que se reflejaba en la tetralogía, donde era un campo menor. Adquiriendo entidad propia, la Poética ahora tiene su propia historia -paralela con lógica a la de la cultura-, se explican sus funciones (como alivio de la negatividad de la vida adulta, como representación del ‘ejemplo’), se contemplan sus variaciones según el contexto. El ejercicio de concreción es de nuevo fabuloso: del (1) clasicismo que aúna inteligibilidad, ética y estética (para glosar el cosmos perfecto mediante imitación épica, lírica o trágica) en un formato de naturaleza oral -que supone responsabilidad directa del autor ante su audiencia, pero también necesidad de mundanidad para captar atención-, al (2) campo moderno de valores de la subjetividad (expresión del yo, uso de la franqueza y la sinceridad incluso hasta representar lo deforme y lo horrendo) que suponen la literaturalización de la cultura, que ha modificado la antigua oralidad pública y colectiva de la cultura pasando ésta a actos individuales como la escritura y la lectura, creando la novela moderna como forma suprema de una cultura ahora alfabetizada. Es, por cierto, muy interesante el breve análisis que Gomá dedica a la nueva oralidad, que él llama 'segunda’ oralidad, como forma cultural que retorna gracias a Internet y sus medios y posibilidades auditivas.

Relacionado de nuevo con la vulgaridad, Gomá opina que el Yo absoluto de la subjetividad aún permea el arte actual, incapaz de asumir en gran parte la 'normalidad' ejemplarizante del 'vivir y envejecer’ universales (Iris Murdoch expresa esta idea de manera muy sugerente en La soberanía del bien: la razón ‘obliga’ a mirar al yo, y este es un elemento muy poderoso y cegador que impide que el buen arte practique la necesaria atención al exterior que le define; pero también podemos escoger el laconismo de Fernando Pessoa en el Libro del desasosiego: ‘la ruina de los ideales clásicos hizo de todos artistas en potencia, y por lo tanto malos artistas’). La contundencia cerrada del capítulo es relevante, aunque me inclino a pensar que aquí de nuevo aplican los 'continuos’ que mencionaba el autor al hablar de las inserciones de lo estético en lo ético y lo vulgar en lo ejemplar. El buen arte al que apela Gomá, aquel que consigue emocionar en la cotidianidad concreta universal, tal vez no pueda componerse sin que la creatividad atrevida, desatada, a veces solo pretendidamente rupturista, y me atrevería a decir que dionisíaca, exista, y se desarrolle desde una potencial vulgaridad. Una conclusión de esto es que la ejemplaridad, el estado ético, el buen arte, y la democracia liberal, sólo son posibles como resultado de haber transitado desde lo que anteriormente fueron sus némesis, de haberlas reformado adquirida la experiencia y obtenido el conocimiento de las negatividades.

Me quedan dos cosas principales por decir del contenido de esta casa inmensa e inabarcable:

-no es casual haber dejado caer de vez en cuando en este texto la palabra 'ingenuidad' y no haber hablado del 'método' del título, que es precisamente la ingenuidad. Gomá, por sistema, es un pensador positivo, constructivo, optimista. Para todo eso, y abrumado como todos ante una realidad convulsa cuya concreción en nuestro tiempo histórico amenaza con infinitos ahogos, atreverse a pensar en positivo es imposible sin apoyarse en una ingenuidad a prueba de todo tipo de corrupciones. Es un atreverse no ya a pensar, sino a pensar en el límite de lo que el canon actual admite: no ser catastrofista, conspiranoico, determinista, y, tal vez, en una palabra: absoluto.

-sospecho que Gomá no es nada wittgensteniano, pero termina su libro tal y como Ludwig Wittgenstein terminó su Tractatus logico-philosophicus: con una especie de paradoja que, en términos absolutos, las 250 páginas anteriores niegan: que la filosofía es insuficiente. Que necesita de otras artes para hacer realidad y dar matiz cercano y ejemplarizante a los conceptos desarrollados. Lógicamente no es una intención de epatar (aunque al lector desprevenido se le escapa una interjección o al menos un levantamiento de ceja), puesto que se apoya en la Poética recién desarrollada y en su propia trayectoria teatral como matizados ejemplos de que es lo concreto lo que materializa y hace cercano el ideal de lo universal. Aunque que bajo el Tractatus se encierra también un texto por momentos más poético y revelador que uno racional matemático…

No es el único final del libro de Gomá: su emotivo' acuérdate de ser' final, un imperativo de inspiración kantiana, es una declaración moral que alcanza toda su potencia con todo el libro recién en mente. Imposible no pensar en que es ya una obra completa, que sería escandalosamente injusto que no existiera. Universal concreto es la descripción firme y decidida de un sistema filosófico coherente y cerrado, consciente probablemente de sus ahora mínimos flecos (la propia existencia del libro revela que el autor piensa su obra y vuelve sobre ella para cerrarla), pero desarrollado con una convicción apabullante, en un lenguaje rico y elegante, de prosa intensa y ágil, y como es su deseo, profundamente literaria. El libro no tiene bibliografía ni notas al pie, aunque contiene citas, que, en consonancia con la idea de Gomá de no hacer filosofía de lectura de libros y exposición de pensamiento de otros, no son excesivas. Como decía más arriba, su opción no es la puramente narrativa o dramática más clara en la tetralogía y cada uno de sus volúmenes. Pero la descripción del sistema contiene varias aproximaciones históricas, con apasionadas definiciones de época (primer y segundo clasicismo, primera y segunda modernidad) y con sus evoluciones en cada caso de la concepción del universal o del yo, o de la organización política, o de la cultura y el arte, que en sí apelan al lector 'genéticamente' preparado para el progreso de un relato. Cabe preguntarse hasta qué punto Universal concreto es más disfrutable por quien ha leído sobre todo la tetralogía. Yo creo que sí, pero no gozo de la experiencia contraria. Y una pregunta aún mayor que sólo el autor puede responder: ¿Universal concreto habría existido sin el proceso de creación, publicación exposición, discusión y crecimiento que ha tenido la tetralogía? Yo diría que no. Que la casa está mejor preparada cuando ya has tenido otra antes.

Porque ahora que la casa está terminada, es momento de enseñarla.

Javier Gomá, en foto de Wikipedia