En Paestum (Posidonia) se encontró una tumba griega en 1970. Sus paredes estaban pintadas con diferentes motivos relacionados con escenas de banquetes/simposios griegos, con sus parejas de hombres mayores/jóvenes, su vino, su música y ofrendas. Sin embargo, la tapa de la tumba estaba decorada con una escena en la que un joven y estilizado efebo se lanza, con una franca elegancia, al mar desde un trampolín sobre una torre. Esta figura, conocida como ‘el nadador de Paestum’, y la propia tumba, conocida como ‘la tumba del nadador’, ha sido desde entonces motivo de infinitas interpretaciones, a la que ahora se suma este libro, El nadador de Paestum, del profesor de Arqueología Clásica Tonio Hölschler, quien aprovecha también para hablar de los temas que avanza el subtítulo del libro, Juventud, Eros y mar en la Antigua Grecia.
La principal batalla del libro de Hölschler se centra en rebatir el carácter funerario/simbólico del nadador, como correspondería al paso vida/muerte esperable a ser representado en una tumba, frente a una visión más bien realista y festiva del salto, como una representación de la vida gozosa del fallecido. Se apunta a esta teoría, denostando el exceso hermenéutico de las interpretaciones simbólicas, que según el autor se asientan además en tópicos frecuentes. Por ejemplo, los partidarios de la interpretación funeraria afirman que el mar no tenía demasiada cotidianeidad lúdica en la cultura diaria griega. Pero Hölschler rescata cráteras y ánforas decoradas con escenas marinas variadas en que adolescentes, chicos o chicas, disfrutan de los placeres del mar en escenas claramente de ocio. También combate el hecho de que la del nadador sea una figura solitaria, o que el autor de la obra simbolice trascendencia por otorgarle un protagonismo excesivo.
Hölschler recupera las leyendas de héroes griegos
relacionados con el mar y los viajes marinos, que son abundantes (Ulises, Jasón,
Teseo, Falanto, etc...). Recupera también lugares costeros públicos donde hay
vestigios de que los jóvenes practicaban el salto al agua para ser vistos por
otros bañistas (seguramente mayores) en un cruising primigenio, y estudia el
culto al cuerpo idealizado por parte de los griegos como idea fundamental de la
educación, aderezado por la relación homoerótica con un hombre mayor, en la que
analiza el papel del desnudo -que considera en general una representación del
ideal y no una imagen realista del día a día- y del ejercicio. Hölschler estudia
también los lugares en que las chicas también participaban del disfrute del
mar, lugares públicos para el baño en la costa (que eran más recogidos), además
de sus particularidades con su educación y papel y sus expectativas, sin caer
en la tentación de la perspectiva exclusivamente masculina habitual en los
estudios de la Grecia antigua.
Para Hölschler la muerte del ocupante de la tumba fue
repentina, porque los estucos tienen la huella de las cuerdas empleadas para la
colocación en la tumba, y porque la muerte de un joven justifica la jovialidad
de las escenas que le acompañarán durante la eternidad y que deben corresponder
a la vida que llevó. No debe ser común que existan tumbas griegas decoradas,
pero Paestum está en el sur de Italia y Hölschler cree que existe una
influencia local de culturas etruscas presentes anteriormente en la península.
Las diferencias con las tumbas etruscas, pero también con las escenas de baño
griegas permiten al autor visionar un mestizaje cultural que anuncia que las
asimilaciones son la norma en las representaciones artísticas y sociales ya en
la Antigüedad.
El libro es manejable como una novela corta, y tiene múltiples reproducciones de muchas obras artísticas para defender los argumentos, buscando la realidad histórica a través de la representación artística recogida. Es un volumen muy bello, con un texto imbuido de entusiasmo y aprecio por el objeto de estudio. La cubierta se beneficia del sencillo diseño clásico que enmarcaba el salto en la tumba, y se diría que el libro muestra tal vez una esperable fascinación por el tema (del que recoge una amplísima bibliografía de aspectos paralelos además de los estudios directos sobre el nadador), cuando no una hipnosis conseguida por la estilización de la representación del efebo. En cierto modo, se pone en el punto de vista del muerto, y mira desde ahí, durante siglos y siglos, ese cuerpo tan decidido en su salto, esas nalgas respingonas, esos miembros perfectamente estirados y alineados, y, obviamente, no parpadea.
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