La era del capitalismo de la vigilancia es un libro
escrito por la profesora norteamericana Shoshana Zuboff con clara vocación
fundacional, tanto en lo profundo del estudio como en la creación de conceptos
y definiciones nuevos, y que además ha sido saludado así tanto por la crítica
literaria como por la económica. Zuboff analiza veinte años de estrategias y acciones
de las grandes empresas tecnológicas para, a partir de dicha observación
empírica, construir el edificio teórico que define los fundamentos de un nuevo
capitalismo surgido como consecuencia del descubrimiento del potencial económico
del conocimiento y control de la conducta que ofrece el excedente de datos que
las empresas tecnológicas obtienen de los usuarios de sus servicios. Dentro de
este marco teórico, Zuboff encuentra paralelismos y diferencias con las
anteriores formas del capitalismo, advierte de los peligros a los que nos lleva
la desregulación del mismo, y ofrece una explicación tanto histórica como
económica sobre ‘por qué hemos llegado hasta aquí’, basándose en las
herramientas de análisis social y económicas de autores como Marx, Piketty,
Durkheim y Weber. El resultado es fascinante, apabullante, y revelador.
Larry Page y Sergey Brin, fundadores de Google (vía)
El trabajo de Zuboff sigue y obtiene sus datos y se
construye a partir fundamentalmente de la historia de Google y el
descubrimiento por parte de la compañía del llamado excedente conductual
en un momento clave de su trayectoria empresarial. El excedente conductual es
el caudal de información añadido que cada usuario de Google deja al realizar
sus búsquedas, y cuya utilización Google modificó al necesitar monetizar de
alguna manera y no perder sus inversores, ya que la compañía perdía dinero.
Refinada, discreta, e incluso sorprendentemente para sí misma -con cierta
serendipia-, Google fue descubriendo la capacidad comercial que atesoraba, y
que podía ir completando con más aplicaciones generadoras de datos para obtener
más excedente conductual que ofrecer a anunciantes y empresas que enseguida
entendieron el valor de una segmentación comercial tan precisa: Street View,
Maps, Google Glass, Android… la compañía desarrolló estrategias de conversión
de esos datos, y de repliegue ante reveses legales por cuestiones de
privacidad, que combatió creando una inevitabilidad de uso de las aplicaciones,
con falta de transferencia, y con la imposición del contrato al usuario, además
de una connivencia importante con los políticos generada por los condicionantes
de control y seguridad surgidos tras el 11-S.
Mark Zuckerberg, fundador y propietario 'de calidad' de Facebook (vía) Así, Google tomó posesión de un terreno inexplorado y sin
ley (un paralelismo con el capitalismo industrial del siglo XIX e inicios del
XX antes de iniciarse su regulación) y, acompañado de otras tecnológicas
posteriores (sobre todo Facebook, en menor medida Microsoft, y luego Amazon y
Apple), conformó este vertiginoso capitalismo de la vigilancia en apenas
veinte años. Para Zuboff, el capitalismo de la vigilancia ha evolucionado desde
un punto de partida exclusivamente virtual (usar los datos dejados al navegar
en Internet para recomendaciones comerciales dirigidas a un usuario cuya
conducta se predice según su comportamiento en la red), a un punto
real/personal (en el que generamos los datos de manera inadvertida mediante wearables,
domótica, o equipos de cuya funcionalidad informadora no somos conscientes),
para terminar en un punto político/social, donde la influencia de la casta
tecnológica que diseña y comprende los algoritmos acaba influyendo incluso
en decisiones políticas y se acerca peligrosamente a una nueva forma de
totalitarismo.
Entre las ideas destacables (innumerables) que maneja y
expone Zuboff hay varias que resultan visionarias. La autora propone por ejemplo
que para adivinar los consumos futuros de las clases medias actuales basta con
estudiar los consumos actuales de las clases altas, porque ha sido siempre así
en el pasado con cada bien de lujo que ha sido democratizado (el agua
corriente, el automóvil, el turismo, incluso la cultura). El bien de lujo
actual que pasará a las clases medias serán los asistentes personales de
compra, que es la funcionalidad ofrecida por las grandes tecnológicas a sus
usuarios, aunque estos no lo hayan pedido.
Esta libertad conculcada al eliminar la privacidad de los
datos personales es otro punto crucial para Zuboff, que resalta, de nuevo de
manera fundacional, una diferencia esencial con el capitalismo industrial, que
confiaba en el mercado basado en el liberalismo individual de manera casi ciega
para que las tensiones del mercado se regularan solas. Los capitalistas de la
vigilancia sin embargo sólo confían en la propia libertad empresarial, pero su
negocio apunta paso a paso no ya a observar la conducta de sus usuarios, sino a
dirigirla. Zuboff encuentra paralelismos jugosos con las teorías conductistas
(que centra en la obra de B. F. Skinner),
que, defendiendo que la libertad de elección no es sino una ignorancia por
parte de la ciencia de los mecanismos del comportamiento, habrían encontrado
para su sorpresa una herramienta insospechadamente eficaz en el aprovechamiento
del excedente conductual frente a sus anteriores metodologías, que buscaban el
interés de los gobiernos para la atracción y control de la voluntad. Y aquí
aparece otra comparación lúcida: ninguno esperábamos a principios de siglo esta
evolución perversa de la vida en y con Internet, a la que creíamos liberadora y
democratizadora, y que puede acabar en un mecanismo totalitario de control de
voluntades; igualmente, nadie esperaba antes de la I Guerra Mundial la
aparición de los totalitarismos políticos que acabarían arrastrando a la II
Guerra Mundial, por motivos similares: resultaba inconcebible que sucediera en
un mundo que se creía racional, educado e iluminado por el progreso y la razón.
La sociedad no pudo reaccionar ante algo inexplicable y desconocido, del mismo
modo que hoy mismo la sociedad civil no consigue reaccionar ante el poder
instrumentario del capitalismo de la vigilancia, ya que está aturdida por su
velocidad vertiginosa de reacción y la habilidad de presentación de sus
servicios y ofertas. Ambas formas de totalitarismo (el político/estatal y el conductual/vigilante)
dan lugar a distopías diferentes en sus características y modos de control,
aunque Zuboff recuerda que hay, de manera tal vez decisiva, un país -de
momento- en que ambos totalitarismos están conviviendo: China.
En su análisis histórico, Zuboff le reconoce al capitalismo
industrial su capacidad de adaptación y negociación, hasta la admisión de que
le resultaba conveniente una regulación que favoreciera (si bien lentamente y
rara vez con entusiasmo) los derechos laborales y una vida más digna de los
trabajadores y de la sociedad en general; sin embargo, no observa este
potencial en los capitalistas de la vigilancia, a los que cree instalados en
una indiferencia radical y desapasionada, donde no importan la aceptación y la
ética, sino sólo la capacidad de provocar que los usuarios, una masa cada vez
más lejana, generen excedente conductual y consuma, convenientemente dirigidos.
Zuboff renombra al Gran Hermano de
Orwell como el Gran Otro, indicando así su lejanía definitiva. Es un
momento interesante en el libro, porque de los matices de análisis histórico/dialéctico,
Zuboff abraza el reformismo con más alegría, y cierta ingenuidad histórica, que
la regulación que subyace a todo el discurso.
La regulación, sí, sería la potencial solución. Se lee
claramente entre líneas, a partir del estudio de los intentos legales en
ocasiones pacatos y en ocasiones hábilmente superados por las grandes
tecnológicas, que Zuboff aspira a que el capitalismo de la vigilancia sea
finalmente regulado y que el excedente conductual sea con ello destinado a
fines adecuados, o, cuando menos, conocidos conscientemente por el usuario. No
es objeto del libro profundizar en el cómo, que probablemente necesitaría un
volumen de mayor base legal y con propuestas regulatorias complejas. Sí que
describe no obstante varios aciertos legales en este camino, pero muchos más
intentos fracasados de regulación.
La era del capitalismo de la vigilancia es un libro
apasionante. Insistente, casi machacón en sus conceptos, prolijamente
documentado (200 páginas de notas), crítico y acumulativo desde la
racionalidad, con continuos ejemplos humanos que permiten no perder pie, y
dotado de cierto análisis materialista que hace ya tiempo que no leía, en un
estudio útil de una estructura económica incipiente. Recomiendo mucho su
pedagógica y reveladora lectura, que, a pesar de todo, por momentos me resulta
más fascinante que aterradora, por cuanto existe una lectura potencial del
texto basada en una mirada maravillada ante unas inteligencias (y voluntades)
excepcionales capaces de unas propuestas asombrosas que han cambiado
definitivamente nuestras vidas.
Shoshana Zuboff (vía su propia web)