Este librito, 173 páginas, resume en un pequeño volumen
todos los conceptos usuales e imaginables, históricos y actuales, alrededor de
la dupla filosófica de su título, Igualdad y libertad. No está "igualitariamente"
repartido, 48 páginas para la Igualdad y 66 para la Libertad, pero cierto es
que esta última es una idea ya reclamada y estudiada desde la Antigüedad.
Digamos que ha tenido más mirada.
Norberto Bobbio publica Igualdad y libertad en 1995,
con 86 años de edad, y tras haberlo visto y vivido todo en el siglo XX europeo.
Incluso tras haber vivido en 1992 la publicación de una carta exculpatoria que
escribió en 1935 a Mussolini para evitar ir a la cárcel, con la que seis
décadas después pretendieron desprestigiar su vida entera de compromiso
intelectual. El episodio es recogido en el prólogo escrito en su día por
Gregorio Peces Barba, que, en su breve semblanza de Bobbio, al que conocía,
incluye una cita magnífica del autor extraída de otro libro suyo, titulado El
tiempo de los derechos, y que no puedo dejar sin mencionar:
“Los derechos humanos nacen cuando el aumento del
poder del hombre sobre el hombre, que acompaña inevitablemente al progreso
técnico -es decir, al progreso de la capacidad del hombre de dominar la
naturaleza y a los demás-, crea nuevas amenazas a la libertad del individuo o
bien descubre nuevos remedios a su indigencia: amenazas que se desactivan con
reivindicaciones de límites al poder; remedios facilitados con la
reivindicación de intervenciones protectoras por parte de ese mismo poder. A
las primeras les corresponden los derechos de libertad o una abstención del
Estado, a las segundas los derechos sociales o una acción positiva de dicho
estado.”
De este tipo de análisis tan certeramente expresados está
repleto este breve manual académico que cubre los dos conceptos complejos del
título sin olvidar matices y con puntos de vista incluso novedosos en su
formulación, que permiten ordenar y organizar los conceptos. Bobbio, quede
dicho de partida, se adscribe a un moderado socialismo liberal (que no me parece lejano al John
Rawls recientemente reseñado, aunque en la tradición norteamericana de Rawls
llamarle socialista sería contrafáctico), y que sí
contraargumenta a Isaiah Berlín en su apuesta por la libertad negativa,
pues Bobbio ve imposible que libertad positiva y negativa puedan ser realizadas
una sin el concurso de la otra, en un necesario punto medio.
No es un libro resumible, pues todo en él tiene la
contundencia relevante de un resumen de por sí, acogiendo la visión de todo
tipo de autores y situaciones que han llevado a defender posicionamientos
diferentes en ambos conceptos. El rigor de presentación, el anhelo de
exhaustividad, y el prurito de brevedad en la exposición son encomiables, se
trata en ese sentido de un texto modélico. Y por todo ello, esta reseña se
cierra con la recogida a modo de notas de trabajo de futuras ideas de las
propias palabras, insuperables, de Bobbio.
IGUALDAD
"mientras que la dificultad de establecer el
significado descriptivo del término libertad radica sobre todo en su ambigüedad
-puesto que en el lenguaje político tiene al menos dos significados distintos-,
la dificultad de establecer el significado descriptivo del término igualdad
radica sobre todo en su indeterminación, de modo que decir que dos entes son
iguales sin mayor determinación nada significa en dicho lenguaje político si no
se especifica de qué ente se trata y respecto a qué son iguales, es decir, si
no es posible responder a dos cuestiones: a) ¿igualdad entre quiénes?; b) ¿igualdad
en qué?"
"La igualdad consiste solo en una relación, y lo que
confiere valor a esta relación, lo que la convierte en un fin humanamente
deseable, es que se ajusta (...) Se puede repetir, en conclusión, que la
libertad es el valor supremo del individuo con respecto al todo, mientras que
la justicia es el bien supremo del todo en cuanto compuesto de partes. En otras
palabras, la libertad es el bien individual por excelencia, mientras que la
justicia es el bien social supremo"
"En la sociedad familiar (y, curiosamente, también en
la sociedad comunista según Marx), el criterio predominante [más común de la
justicia] es el de la necesidad; en la escuela (cuando esta tiene propósitos
esencialmente selectivos) el criterio es el del mérito; en una sociedad
accionarial, el de las cuotas de propiedad; en la sociedad leonina, el de la
fuerza (la comunidad internacional es en gran medida una sociedad leonina), y
así sucesivamente. La elección de este o aquel criterio, incluso si viene en parte
determinada por la situación objetiva, depende a menudo y a veces en última
instancia, aunque no siempre de manera consciente, de las diversas concepciones
generales del orden social: Así lo muestran claramente las disputas ideológicas
sobre si es más justa una sociedad en la que cada uno recibe según su mérito u
otra donde cada uno recibe según sus necesidades."
"Todos los hombres son (o nacen) iguales". Dicha
máxima recorre el amplio espectro de todo el pensamiento político occidental
[...] En ninguna de sus acepciones históricamente importantes se puede
interpretar que la máxima exige que "todos" los hombres sean iguales
en "todo". [...] La única universalmente aceptada es la que afirma
que "todos los hombres son iguales ante la ley" o, con otra
formulación, que "la ley es igual para todos". [...] El principio, a
pesar de su universalidad, dista de ser claro y ha dado lugar a diversas
interpretaciones. [...] De hecho, la opinión común lo interpreta de modo que
prescribe la exclusión de toda discriminación arbitraria, tanto por parte del
juez como del legislador, siempre que por discriminación arbitraria se entienda
una discriminación introducida o no eliminada sin justificación o, más
brevemente, una discriminación no justificada, y en este sentido, injusta."
“El principio de la igualdad de oportunidades, elevado a
principio general, tiene como objetivo que todos los miembros de una sociedad
estén en condiciones de participar en la carrera de la vida, o en la conquista de
lo que es vitalmente más significativo, partiendo de posiciones iguales.”
“El principio "a cada uno según sus necesidades"
es considerado el más igualitario (no por casualidad se inspira en él la
doctrina comunista), puesto que se cree que los hombres son más iguales (o
menos diferentes) entre sí en lo tocante a las necesidades que en lo tocante,
por ejemplo, a las capacidades.”
“Se define como igualitaria una ley que extiende el sufragio
a las mujeres, u otra que elimina una discriminación racial. Pero ninguna de
las dos respuestas es típica de una concepción igualitaria de la sociedad [...]
La reivindicación de igualdad jurídica, entendida como igualdad de todos en la
capacidad jurídica, es ciertamente igualitaria ante sociedades en que los
hombres se dividían en libres y esclavos, pero es expresión de la ideología
liberal, no aún de una ideología igualitaria.”
“El rasgo distintivo de las ideologías igualitarias radica
generalmente en el énfasis en el hombre como ser “genérico” [...] antes que en
las características individuales por las que un hombre se distingue de otro (lo
cual, por el contrario, define a las doctrinas liberales), y no importa si el
acento recae en las características negativas ("todos los hombres son pecadores")
o en las positivas ("el hombre es por naturaleza un animal social").
A esta naturaleza común de los hombres se le ha dado históricamente una
interpretación religiosa -los hombres son hermanos en cuanto hijos del mismo
padre- y una interpretación filosófica, que se basa generalmente en la idea de
una igualdad sustancial primitiva, o "natural", corrompida y
pervertida por las instituciones sociales [...] Dependiendo de si el acento
recae en las desigualdades económicas o en las políticas, y por tanto de si el
fin último de la igualdad se persigue mediante la eliminación de la propiedad
privada (comunismo) o mediante la eliminación de todas las formas de poder
político (anarquismo), las doctrinas
igualitarias se dividen en socialistas (o comunistas) y anarquistas. Las
primeras buscan la igualdad política mediante la igualdad económica, mientras
que las segundas recorren el camino inverso.”
“E incluso si admitimos como verdad que todos los hombres
son más iguales que desiguales en comparación con otras especies de seres
vivos, no se sigue de ello que todos los hombres deben ser tratados de igual
manera. Este principio ético fundamental no deriva de la pura y simple
constatación de que los hombres son de hecho iguales, sino de la valoración
positiva de tal hecho, es decir, del juicio de valor: "es deseable la
mayor igualdad posible entre los hombres". Prueba de ello es que una doctrina
no igualitaria como la hobbesiana [...] parte de la constatación de que, en el
estado de naturaleza, los hombres son iguales. Pero, a diferencia de los
teóricos del igualitarismo, Hobbes no ofrece un juicio de valor positivo de la
igualdad natural; más bien considera que la igualdad material de los hombres,
tal como se la encuentran en el estado de naturaleza, es una de las causas del bellum
omnium contra omnes.”
“Dado que las sociedades hasta ahora existentes son de hecho
sociedades desiguales, las doctrinas no igualitarias representan habitualmente
la tendencia a preservar el estado actual de las cosas: son doctrinas
conservadoras; por el contrario, las doctrinas igualitarias suelen representar
la tendencia a modificar dicho estado de las cosas: Son doctrinas reformadoras.”
“En la tradición del pensamiento liberal, el igualitarismo
se convierte en sinónimo de aplastamiento de las aspiraciones, de contracción
forzada del talento, de igualación improductiva de las fuerzas motrices de la
sociedad. Liberalismo e igualitarismo hunden sus raíces en concepciones de la
sociedad profundamente distintas: Individualista, conflictual y pluralista, la
liberal; totalizadora, armónica y monista, la igualitaria. [...] Esta
diversidad, sin embargo, no impide la propuesta de síntesis teóricas y de
soluciones prácticas de compromiso entre libertad e igualdad, en la medida en
que estos dos valores fundamentales en toda convivencia civil (junto con el del
orden) sean considerados no como antinómicos sino también, en parte, como
complementarios.”
“La igualdad, entendida como igualación de los diferentes,
es un ideal permanente y perenne de los hombres que viven en sociedad.”
LIBERTAD
“La libertad que un uso cada vez más extendido y frecuente
llama "libertad negativa", consiste en hacer (o no hacer) todo lo que
las leyes, entendidas en sentido lato y no solo técnico-jurídico, permiten o no
prohíben. Cuando Hobbes afirma que la libertad consiste en el sillentium legis
muestra que sin duda tiene en mente esta idea de libertad [...] De manera
parecida se pronuncia Locke: "la libertad de los hombres bajo el gobierno
consiste en una libertad que me permite seguir mi propia voluntad en todo aquello
con respecto a lo cual la norma no da preceptos, así como en no estar sometido
a la voluntad inconstante, incierta, desconocida y arbitraria de otro
hombre." La formulación clásica de esta aceptación de libertad fue
realizada por Montesquieu: "la libertad es el derecho de hacer todo
aquello que las leyes permiten."
“Es "negativa" la primera forma de libertad porque
designa sobre todo la ausencia de algo [...] y es “positiva” la segunda forma
porque indica, por el contrario, la presencia de algo, es decir, de un atributo
específico de la voluntad, que es precisamente la capacidad de avanzar hacia un
objetivo sin ser movido por otros. [...] La definición clásica de la libertad
positiva la ofreció Rousseau, para quien la libertad en el estado civil
consiste en el hecho de que el hombre, como parte del todo social, como miembro
del "yo común", no obedece a los otros sino a sí mismo, es decir, es
autónomo en el sentido preciso de la palabra, en el sentido de que se da la ley
a sí mismo y no obedece otras leyes que aquellas que él se ha dado: "la
obediencia a la ley que hemos prescrito es la libertad" [...] En Kant
también encontramos el concepto de libertad negativa [...]: "es mejor
definir mi libertad externa (es decir, jurídica) como la facultad de no
obedecer otras leyes externas que aquellas a las que yo haya podido dar mi
asentimiento."
“La libertad negativa es una cualificación de la acción,
mientras que la libertad positiva es una cualificación de la voluntad. [...] En
la esfera política, una sociedad o un estado libres son aquellos en los que la
libertad negativa de los individuos o de los grupos va acompañada de la
libertad positiva de la colectividad en su conjunto; es decir, aquellas
sociedades o estados en los que un amplio margen de libertad negativa de los
individuos o de los grupos (las llamadas libertades civiles) es la condición
necesaria para el ejercicio de la libertad positiva del conjunto (la llamada
libertad política).”
“Los deterministas suelen negar la libertad de la voluntad,
pero no excluyen la libertad de la acción, siempre y cuando a esta se le
atribuye al significado de libertad negativa; los indeterministas, en cambio,
afirman principalmente, y con absoluta prioridad sobre cualquier otra forma de
libertad, la libertad de la voluntad, que se corresponde con la libertad
positiva y no comporta necesariamente la libertad de acción.”
“Cuando hablamos de libertad negativa, el sujeto histórico
al que nos referimos es generalmente el individuo; cuando el asunto de nuestro
discurso es la libertad positiva, el sujeto histórico al que hacemos referencia
es una entidad colectiva.”
“Lo que Constant añade a sus dos definiciones de la libertad
es la asignación de una a los Estados modernos y de otra a los antiguos o,
mejor dicho, a las ciudades antiguas: "el propósito de los antiguos era la
distribución del poder social entre todos los ciudadanos de una misma patria, y
a esto lo llamaron libertad. El objetivo de los modernos es poder disfrutar de
los placeres privados sintiéndose seguros; y llaman libertad a las garantías
que las instituciones otorgan a esos placeres."
“La lección de Constant, según la cual la verdadera o buena
libertad es solo la de los modernos, ha sido seguida y repetida a menudo,
incluso por escritores recientes, con el habitual argumento de que, si la
verdadera libertad consiste en la ausencia de coerción, no se ve cómo es
posible llamar libertad a una situación en la que existe tal coerción, aunque
uno la ejerza sobre sí mismo, de modo que la llamada libertad positiva sería lo
contrario de la libertad, y que, por tanto, si la libertad es un bien, no se
debería promover la libertad positiva, que no lo es. Una objeción de este tipo
deriva precisamente de no tener en cuenta que la libertad positiva califica no
la acción humana sino la voluntad, y que lo que puede valer para la acción no
necesariamente vale para la voluntad.”
“Si existe una dificultad con respecto a la libertad
positiva, no radica en comprender correctamente el significado de la expresión
y en encontrar el criterio exacto para distinguirla de la libertad negativa,
sino más bien en identificar el momento en que puede decirse que una voluntad
se determina a sí misma. [...] La objeción de los partidarios de la libertad
negativa, según los cuales la libertad positiva se define en términos de
obediencia -es decir, para quienes valoran exclusivamente la libertad negativa,
la libertad positiva se define en términos de no libertad-, omite la necesidad
de tener en cuenta la diferencia entre obediencia a otros y obediencia a uno
mismo. [...] La libertad positiva caracteriza esa situación de obediencia en la
que el obediente acata una norma tanto como le es posible según su propia
voluntad, de modo que obedecer esa regla es como obedecerse a uno mismo.”
“Definir la historia como historia de la libertad
significaba asignar un “telos” a la historia humana en cuanto tal,
independientemente de cualquier duplicación de la misma en una historia divina;
es decir, significaba considerar la propia historia humana como historia
divina; la historia no era ya un cúmulo de acontecimientos sin orden y sin
propósito, sino una serie de dichos acontecimientos orientada a un fin. En suma,
la historia tenía un sentido y este consistía en la conquista de una libertad
cada vez más amplia. Y una vez que el desarrollo de la historia hacia un fin
deseado se identificó con lo que comenzó a llamarse progreso, la teoría de
dicho progreso y la filosofía de la historia como libertad quedaron
estrechamente ligadas.”
“La no libertad nace de continuo en el seno mismo de la
libertad al menos por dos razones: I) excepto en ese reino ideal donde mi
libertad es perfectamente compatible con la misma libertad de todos los demás,
lo cierto es que, en el reino de la historia, la conquista de una libertad
concreta por parte de un individuo o grupo se resuelve siempre en la no
libertad de otros: liberarse de la tortura implica la no libertad de los
torturadores, así como liberarse de la explotación implica la no libertad de
los explotadores; II) la conquista de la libertad es siempre una condición
necesaria(si no suficiente) para la conquista del poder, y el poder de unos se
afirma, y no puede dejar de afirmarse, a expensas de la libertad de otros. No
es que baste con ser libre para ser poderoso, sino que todos los poderosos,
antes de serlo, han sido libres. La libertad de hoy es el poder de mañana. Y el
poder de mañana será una nueva fuente de no libertad para quienes estén sujetos
a ese poder. [...] es perfectamente posible concebir la historia y, por tanto,
el destino del hombre desde el punto de vista no de la libertad, sino del
poder, que es su reverso.”
“De ahí la distinción entre tres formas típicas de poder,
que suelen corroborarse mutuamente: poder ideológico, poder económico y poder
político, que corresponden a las tres estructuras de poder que se encuentran en
todas las sociedades, es decir, el sistema cultural, el sistema de producción y
el sistema político. [...] La lucha por la libertad se concibió en esta triple
dirección: a) como liberación de la superstición religiosa [...] b) como
liberación de las limitaciones de una estructura económica que defiende
privilegios históricos hoy en día ya anacrónicos[...] c) como liberación de un
sistema político y legislativo concentrado en el restringido círculo de una
clase dominante [...] Es decir, libertad de pensamiento frente a la iglesia,
frente a las iglesias; libertad de disponer de bienes y libertad de comercio
frente al sistema feudal; libertades civiles y libertad política frente al
Estado absoluto.
“La idea de que la libertad, o mejor dicho la liberación de
la humanidad, era inexorable, si bien gradual, fue fruto no solo del
"entusiasmo moral" suscitado por la Revolución Francesa, sino también
de la inversión de la relación tradicional entre sociedad civil y estado, y del
descubrimiento de la preeminencia de la primera sobre el segundo, una inversión
y un descubrimiento que siguieron a las primeras reflexiones sobre la
incipiente sociedad industrial. Tanto en la corriente apologética del capitalismo
moderno, que va de Smith a Spencer, como en la corriente crítica, que va de
Proudhon a Marx, es constante y firme la convicción de que el Estado, hasta
entonces exaltado como lo "racional en sí y para sí", como el dios
terrenal (de Hobbes a Hegel), es solo un reflejo de la sociedad civil, y de que,
por tanto, una vez liberada la sociedad -liberación que tiene lugar en un nivel
precedente al del Estado, en el nivel de las estructuras de la sociedad civil-,
el poder del Estado está destinado a debilitarse o incluso a extinguirse; ahora
bien, entre una y otra corriente hay profundas diferencias en lo tocante a la
valoración de las causas y a los tiempos del debilitamiento o extinción. Hoy
sabemos que jamás ha habido predicción más errónea “
“El problema de la libertad surge hoy en un nivel más
profundo, el nivel de los poderes de la sociedad civil. Qué importa que el
individuo sea libre "respecto del Estado" si después no es libre
"en la sociedad". Qué importa que el Estado sea liberal si la
sociedad subyacente es despótica. [...] Aludo en este contexto a los problemas
de libertad que surgen en la sociedad tecnocrática. [...] Las discusiones más
interesantes y también más dramáticas sobre la libertad de los modernos son
ahora las que versan sobre la respuesta "liberal" o
"libertaria" al "desafío tecnológico". [...] En el universo
tecnocrático, la falta de libertad se presenta en el plano ideológico como
conformismo de masas, en el plano económico como mercantilización o reificación
de toda forma de trabajo, incluido el trabajo intelectual, y en el plano
político como exclusión de toda forma de participación activa en la dirección
social.”
“En lo tocante la libertad negativa, el nuevo problema es el
de liberarse del trabajo. Huelga decir que un problema de este tipo únicamente
podía plantearse en una época como la nuestra, caracterizada por los
vertiginosos progresos técnicos. [...] La nueva imagen de la sociedad libre que
hoy asoma en la mente de los utopistas sociales ya no es la de la sociedad sin
esclavitud política, si no la de la sociedad sin la esclavitud del trabajo.”
“Incluso la libertad positiva ha sido concebida hasta hoy
casi exclusivamente como ampliación de la esfera de autodeterminación en la
esfera política. Una de las novedades de estos últimos años es que las
reivindicaciones de autodeterminación tienen lugar, con una audacia que habría
sido impensable hace tan solo unos años, en instituciones que parecían
inquebrantables, necesariamente basadas en el principio de autoridad y
obediencia absoluta: La Iglesia, la escuela, la fábrica, incluso el ejército.
Son discutidas, criticadas, impugnadas las denominadas instituciones totales,
como los manicomios y las cárceles, cuya función excepcional las había
mantenido al margen de toda reivindicación de libertad. Para una época que por
vez primera en la historia ha sido testigo de los campos de exterminio, la
contestación de las instituciones totales es un desafío que puede parecer
demasiado alegre o ingenuo, pero es también uno de esos episodios que muestran,
más allá de cualquier otra consideración, la profunda realidad del vínculo
dialéctico entre libertad y no libertad.”